Literatura Española del Siglo XVI

3.- Poesía del Segundo Renacimiento

3.3.- La Ascética y la mística

3.3.3.- San Juan de la Cruz

3.3.3.4.- Obra poética (Ver Poesía de la Edad de Oro I Renacimiento de José Manuel Blecua)

Canciones
Glosas
Coplas
Romances
El Cántico espiritual

Llama de amor viva

¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡Oh cauterio süave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida has trocado.

¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con estraños primores
color y luz dan junto a su querido!

¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno,
cuán delicadamente me enamoras!

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Entréme donde no supe:
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

1. Yo no supe dónde estaba,
pero, cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí;
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.

2. De paz y de piedad
era la ciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida, vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda ciencia trascendiendo.

3. Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado,
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo.
toda ciencia trascendiendo.

4. El que allí llega de vero
de sí mismo desfallece;
cuanto sabía primero
mucho bajo le parece,
y su ciencia tanto crece,
que se queda no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

5. Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía:
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,

toda ciencia trascendiendo.

6. Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

7. Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni ciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.

8. Y, si lo queréis oír,
consiste esta suma ciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda ciencia trascendiendo.

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Qué bien sé yo la fonte que mane y corre,
aunque es de noche.

1. Aquella eterna fonte está ascondida,
que bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

2. Su origen no lo sé, pues no le tiene,
mas sé que todo origen de ella tiene,
aunque es de noche.

3. Sé que no puede ser cosa tan bella
y que cielos y tierra beben de ella,
aunque es de noche.

4. Bien sé que suelo en ella no se halla,
y que ninguno puede vadealla,
aunque es de noche.

5. Su claridad nunca es oscurecida,
y sé que toda luz de ella es venida,
aunque es de noche.

6. Sé ser tan caudalosas sus corrientes, [Trinidad]
que infiernos, cielos riegan y las gentes,
aunque es de noche.

7. El corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente,
aunque es de noche.

8. El corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede,
aunque es de noche.

9. Aquesta eterna fonte está escondida [Eucaristía]
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

10. Aquí se está llamando a las criaturas,
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras
porque es de noche.

11. Aquesta viva fuente que deseo,
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

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Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.

1. En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.

2. Esta vida que yo vivo
es privación de vivir;
y así, es continuo morir
hasta que viva contigo.
Oye, mi Dios, lo que digo:
que esta vida no la quiero,
que muero porque no muero.

3. Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.

4. El pez que del agua sale
aun de alivio no carece,
que en la muerte que padece
al fin la muerte le vale.
¿Qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo más muero?

5. Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.

6. Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte
se me dobla mi dolor;
viviendo en tanto pavor
y esperando como espero,
muérome porque no muero.

7. ¡Sácame de aquesta muerte
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.

8. Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?

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CANCIONES DEL ALMA QUE SE DUELE QUE NO PUEDE AMAR A DIOS TANTO COMO DESEA

Si de mi baja suerte
las llamas del amor tan fuertes fuesen
que absorbiesen la muerte
y tanto más creciesen
que las aguas del mar también ardiesen,

y si de ahí pasasen
tanto que las tres máquinas hinchesen
y así las abrasasen
que en sí las convirtiesen
y todas ellas llamas de amor fuesen,

no pienso que podría,
según la viva sed de amor que siento,
amar como querría,
ni las llamas que cuento
satisfacer mi sed por un momento.

Porque ellas, comparadas
con aquel fuego eterno sin segundo,
no son más abultadas
que un átomo en el mundo
o que una sola gota en el profundo.

Mi corazón de cieno,
que no sufre calor ni permanece
más que la flor del heno,
que luego que florece,
el aire la marchita y desfallece,

¿cómo jamás podría
arder tanto que suban sus vislumbres,
según él lo quería,
hasta las altas cumbres
de aquel eterno Padre de las lumbres?

¡Oh mísero partido
donde el amor tan cortos vuelos cría,
qué vuelo tan subido
no sólo no hacía
como aquel sumo amor lo merecía!

Mas antes, en aquellas
fuerzas de su volar tan limitadas,
está tan falto de ellas,
las plumas abajadas,
que apenas alza vuelos de asomadas.

¡Oh si mi bajo vuelo
tal fuese que mis llamas levantase
siquiera hasta el cielo

Y allí las presentase
delante de mi Dios y las mirase!

Que de su eterno fuego,
con ímpetus y ardientes embestidas,
serían absortas luego,
absortas y embebidas,
y ya en eterno luego convertidas,

el cual, en sí morando
y en sí sus mismas llamas convirtiendo,
en su amor se abrasando,
las mías encendiendo,
haría estar del mismo amor ardiendo.

Así se hartaría
la profunda codicia de mi pecho,
porque allí se vería
absorto y ya deshecho,
con nudo bien estrecho y satisfecho.

[Algunos críticos aluden a la proximidad de la mística española del siglo XVI con la mística musulmana medieval. Aquí tienes una antología de la poesía mística de Ibn Arabi (1165-1240), uno de los grandes místicos de la poesía árabe, nacido en Murcia, para que puedas opinar sobre este asunto y compararla con la de San Juan.

También puedes comparar el Cántico espiritual de S. Juan con la traducción en octavas que hizo Fray Luis de León del Cantar de los Cantares, y con una traducción en prosa del XVI, si pinchas aquí]