05.- NOVELA PICARESCA
01.- El Guzmán de Alfarache
de Mateo Alemán (1599-1604)
PRIMERA PARTE DE GUZMÁN
DE ALFARACHE
Al discreto
lector
No es todo de mi aljaba; mucho
escogí de doctos varones y santos [...]
En el discurso podrás
moralizar según se te ofreciere: larga margen te queda. Lo
que hallares no grave ni compuesto, eso es el ser de un pícaro
el sujeto deste libro. Las tales cosas, aunque serán muy pocas,
picardea con ellas: que en las mesas espléndidas manjares ha
de haber de todos gustos, vinos blandos y suaves, que alegrando ayuden
a la digestión, y músicas que entretengan.
LIBRO PRIMERO
CAPÍTULO III.- Cómo
Guzmán salió de su casa un viernes por la tarde y lo
que le sucedió en una venta
Era yo muchacho vicioso y regalado,
criado en Sevilla sin castigo de padre, la madre viuda –como
lo has oído-, cebado a
torreznos, molletes y mantequillas y sopas de miel rosada,
mirado y adorado, más que hijo de mercader de Toledo o tanto.
Hacíaseme de mal dejar mi casa, deudos y amigos; demás
de que es dulce amor el de la patria. Siéndome forzoso, no
pude excusallo. Alentábame mucho el deseo de ver
mundo, ir a reconocer en Italia mi noble
parentela.
Salí, que no debiera, bien pude
decir, tarde y con mal. Creyendo hallar copioso remedio, perdí
el poco que tenía. Sucedióme lo que al perro con la
sombra de la carne. [Fábula aludida]
..................................
[...] No sé si despertara
tan presto si los panderos y bailes de unas mujeres que venían
a velar aquel día, con el tañer y cantar no me recordaran.
Levánteme, aunque tarde, hambriento
y soñoliento, sin saber dónde estaba, que aún
me parecía cosa de sueño. Cuando vi que eran veras,
dije entre mí: “Echada está la suerte. ¡Vaya
Dios conmigo!”. Y con resolución comencé mi camino;
pero no sabía para dónde iba ni en ello había
reparado.
Tomé por el uno que me pareció más hermoso, fuera
donde fuera. Por lo de entonces me acuerdo de las casas y repúblicas
mal gobernadas, que hacen los pies oficio de la cabeza. Donde la razón
y entendimiento no despachan, es fundir el oro, salga lo que saliere,
y adorar después un becerro. Los pies me llevaban. Yo los iba
siguiendo, saliera bien o mal, a monte o a poblado.
[Cuento] Quísome parecer a lo
que aconteció en la Mancha con un médico
falso. No sabía letra ni había nunca estudiado.
Traía consigo gran cantidad de recetas, a una parte de jarabes
y a otra de purgas. Y cuando visitaba algún enfermo, conforme
al beneficio que le había de hacer, metía la mano y
sacaba una, diciendo primero entre sí:
“¡Dios te la depare buena!”, y así
le daba la con que primero encontraba. En sangrías no había
cuenta con vena ni cantidad, mas de a poco más o menos, como
le salía de la boca. Así se arrojaba por medio de los
trigos.
[Aplicación del
cuento] Pudiera entonces decir a mí mismo: “¡Dios
te la depare buena!”, pues no sabía la derrota que llevaba
ni a la parte que caminaba. Mas, como su divina Majestad envía
los trabajos según se sirve y para los fines que sabe, todos
enderezados a nuestro mayor bien si queremos aprovecharnos dellos,
por todos le debemos dar gracias, pues son señales que no se
olvida de nosotros. A mí me comenzaron a venir y me siguieron,
sin dar un momento de espacio desde que comencé a caminar,
y así en todas partes nunca me faltaron. Mas no eran éstos
de los que Dios envía, sino de los que yo buscaba.
................................
LIBRO TERCERO.- Trata en
él de su mendiguez y lo que con ella le sucedió en Italia
CAPÍTULO III.- Cómo
Guzmán de Alfarache fue reprehendido de un pobre jurisperito
y lo más que le pasó mendigando.
Demás destas Ordenanzas, tenían
y guardaban otras muchas, no dignas deste lugar, las cuales legislaron
los más famosos poltrones de la Italia, cada uno en su tiempo
las que le parecieron convenientes: que pudiera decir ser otra Nueva
Recopilación de las de Castilla. Ilustrábalas entonces
un Alberto, por nombre propio y por el malo, micer
Morcón.
Teníamoslo en Roma por Generalísimo nuestro. Merecía
por su talle, trato y loables costumbres la corona del Imperio, porque
ninguno le llegó de sus antecesores. Pudiera ser príncipe
de Poltronia y archibribón del
cristianismo. Comíase dos mondongos
de carneros con sus morcillas, pies y manos, una manaza de vaca, diez
libras de pan, sin zarandajas de principio y postre, bebiendo con
ellos dos azumbres de vino [¡4 litros!]. Y con juntar él
solo más limosna que seis pobres ordinarios de los que más
llegaban, jamás le sobró ni vendió comida que
le diesen, ni moneda recibió que no la bebiese. Y andaba tan
alcanzado, que nos era forzoso como vasallos de bien y mal pasar,
socorrerlo con lo que podíamos. Nunca le
vimos abrochado ni cubierto de la cinta
para arriba ni puesto ceñidor ni mediacalza. Traía descubierta
la cabeza, la barba rapada, reluciendo el pellejo, como si se lo lardaran
con tocino.
Este ordenó que todo pobre trajese consigo escudilla de palo
y calabaza de vino, donde no se le viese. Que ninguno tuviese cántaro
con agua ni jarro en que beberla y el que la bebiese fuera en un caldero,
barreño, tinajón o cosa semejante, donde metiese la
cabeza como bestia y no de otra manera. Que quien con la ensalada
no brindase, no lo pudiese hacer en toda aquella comida o cena y quedase
con sed. Que ninguno comprase ni comiese confites, conservas ni cosas
dulces. Que las comidas todas tuviesen sal o pimienta o se la echasen
antes de comerlas. Que durmiesen vestidos en el suelo, sin almohada
y de espaldas. Que hecha la costa del día, ninguno trabajase
ni pidiese.
Comía echado, y en el invierno y verano dormía sin cobija.
Los diez meses del año no salía de tabernas y bodegones
[...]
[Micer Morcón (1599) se parece
mucho al Monipodio del Rinconete y Cortadillo (1604-1613) de
Cervantes.
Puedes
comprobarlo pinchando aquí]
SEGUNDA PARTE DE LA VIDA
DE GUZMÁN DE ALFARACHE, ATALAYA DE LA VIDA HUMANA
A don Juan de Mendoza
Marqués de San Germán, Comendador del Campo de Montiel,
Gentilhombre de la Cámara de el Rey Nuestro Señor, Teniente
General de las Guardas y Caballería de España y Capitán
General de los Reinos de Portugal.
Preguntándole a un filósofo
por qué aconsejaba que ninguno se mirase a el espejo con luz
de vela, respondió que porque, reverberando aquel resplandor
en el rostro, lo hacía muy más hermoso y era engaño.
Advirtió en esto a los príncipes que no se fiasen mucho
de las alabanzas de los oradores, porque con su estilo suave y elegante
hermoseaban más las cosas. Conocerá
Vuestra Excelencia, siendo notorio a todos -demás de
ser costumbre mía dejar siempre vacíos que otros llenen,
temiendo más la reprehensión del exceso que culpa de
corto-, cuán al contrario camino en este propósito,
pues la mucha notoriedad me hará pasar en silencio sus grandezas,
y las que tocare será como de paso y por la posta, siéndome
tan importante hablar dellas.
Costumbre ha sido usada, y hoy se practica en los actos militares,
elegir los combatientes padrinos de quien ser honrados, amparados
y defendidos de las demasías, para que igualmente se guarde
la justicia en las estacadas o palenques donde se han de tratar sus
causas o venirse a juntar con sus contrarios. Ya es conocida la razón
que tengo en responder por mi causa en el desafío
que me hizo sin ella el que sacó la segunda parte de mi Guzmán
de Alfarache. Que, si decirse puede, fue abortar un embrión
para en aquel propósito, dejándome obligado, no sólo
a perder los trabajos padecidos en lo
que tenía compuesto, mas a tomar otros mayores y de nuevo para
satisfacer a mi promesa. Espérame ya en el campo el combatiente;
está todo el mundo a la mira; son los jueces muchos y varios;
inclínase cada uno a quien más lo lleva su pasión
y antojo; tiene ganados de mano los oídos, informando su justicia,
que no es pequeña ventaja. Él
pelea desde su casa, en su nación y tierra, favorecido
de sus deudos, amigos y conocidos, de todo lo cual yo carezco.
Para empresa tan grande, salir a combatir con un
autor tan docto, aunque desconocido en el nombre, verdaderamente
lo temí, hasta que los rayos del sol de Vuestra Excelencia
vivificaron mi helada sangre, alentando mis espíritus, dándome
confianza que, deslumbrando con ellos los ojos, no solamente de mi
contrario, mas a la misma invidia y murmuración ganaré
sin alguna duda la victoria. [...]
Letor
Aunque siempre temí sacar a luz aquesta
segunda parte, después de algunos años acabada y vista,
que aun muchos más fueran pocos para osar publicarla, y que
sería mejor sustentar la buena opinión que proseguir
a la primera, que tan a brazos abiertos fue
generalmente de buena voluntad recebida, dudé poner
en condición el buen nombre, ya porque podría no parecer
tan bien o no haber acertado a cumplir con mi deseo, que de ordinario
donde mayor cuidado se pone suelen los desgraciados acertar menos.
Mas, viéndome ya como el mal mozo, que a palos y coces lo levantan
del profundo sueño, siéndome lance forzoso, me aconteció
lo que a los perezosos, hacer la cosa dos veces. Pues, por haber sido
pródigo comunicando mis papeles
y pensamientos, me los cogieron a el vuelo. De que, viéndome,
si decirse puede, robado y defraudado,
fue necesario volver de nuevo al trabajo, buscando caudal con que
pagar la deuda, desempeñando mi palabra.
Con esto me ha sido forzoso apartarme lo más
que fue posible de lo que antes tenía escrito. Pecados
tuvo Esaú, que, cansado en seguir y matar la caza, causasen
llevarle Jacob la bendición.
Verdaderamente habré de confesarle a mi concurrente -sea quien
dice o diga quien sea- su mucha erudición,
florido ingenio, profunda ciencia,
grande donaire, curso en las letras
humanas y divinas, y ser sus discursos de calidad
que le quedo invidioso y holgara fueran míos. Mas déme
licencia que diga con los que dicen que, si en otra ocasión
fuera désta se quisiera servir dellos, le fueran trabajos tan
honrados, que cualquier muy grave supuesto pudiera descubrir su nombre
y rostro; mas en este propósito fue meter
en Castilla monedas de Aragón. Sucedióle lo que
muchas veces vemos en las mujeres, que miradas por faiciones cada
una por sí es de tanta perfeción, que, satisfaciendo
a el deseo, ni tiene más que apetecer ni el pincel que pintar;
empero, juntas todas, no hacen rostro hermoso. Y anduvo discreto haciendo
lo que acostumbran los que salen embozados a dar lanzada, confiados
en su diestreza; mas, como de suyo son suertes de ventura, si aciertan
se descubren, y si la yerran, para siempre se niegan. En cualquier
manera que haya sido, me puso en obligación, pues arguye que
haber tomado tan excesivo y escusado trabajo de seguir mis obras nació
de haberlas estimado por buenas. En lo mismo le pago siguiéndolo.
Sólo nos diferenciamos en haber él hecho segunda de
mi primera y yo en imitar su segunda. Y lo haré a la tercera,
si quisiere de mano hacer el envite, que se lo habré de querer
por fuerza, confiado que allá me darán lugar entre los
muchos. Que, como el campo es ancho, con la golosina del sujeto, a
quien también ayudaría la codicia,
saldrán mañana más partes
que conejos de soto ni se hicieron glosas a la bella [malmaridada]
en tiempo de Castillejo.
Advierto en esto que no faciliten las manos a tomar la pluma sin que
se cansen los ojos y hagan capaz a el entendimiento; no
escriban sin que lean, si quieren ir llegados a el asumpto,
sin desencuadernar el propósito. Que haberse propuesto nuestro
Guzmán, un muy buen estudiante
latino, retórico y griego, que pasó con sus estudios
adelante con ánimo de profesar el estado de la religión,
y sacarlo de Alcalá tan distraído y mal sumulista, fue
cortar el hilo a la tela de lo que con su vida en esta historia se
pretende, que sólo es descubrir -como atalaya- toda suerte
de vicios y hacer atriaca de venenos varios un hombre perfeto, castigado
de trabajos y miserias, después de haber bajado a la más
ínfima de todas, puesto en galera por curullero della.
Dejemos agora que no se pudo llamar «ladrón
famosísimo» por tres capas que hurtó, aun
fuesen las dos de mucho valor y la otra de parches, y que sea muy
ajeno de historias fabulosas introducir personas
públicas y conocidas, nombrándolas por sus proprios
nombres. Y vengamos a la obligación que tuvo de volverlo a
Génova, para vengar la injuria, de que dejó amenazados
a sus deudos, en el último capítulo de la primera parte,
libro primero. Y otras muchas cosas que sin quedar satisfechas pasa
en diferentes, alterando y reiterando, no sólo el caso, mas
aun las proprias palabras. De donde tengo por sin duda la dificultad
que tiene querer seguir discursos ajenos; porque los lleva
su dueño desde los principios entablados a cosas que no es
posible darles otro caza, ni aunque se le comuniquen a boca. Porque
se quedan arrinconados muchos pensamientos de que su proprio autor
aun con trabajo se acuerda el tiempo andando, la ocasión presente,
como a el rey don Fernando de Zamora para la infanta doña Urraca,
su hija.
Esto no acusa falta en el entendimiento, que no lo pudo ser pensar
otro mis pensamientos; mas dice temeridad,
cuando se sale a correr con quien es necesario dejarlo muy atrás
o no venir a el puesto.
Si aquí los frasis no fueren tan gallardos, tan levantado el
estilo, el decir suave, gustosas las historias ni el modo fácil,
doy disculpa, si necedades la tienen, ser necesario mucho, aun para
escrebir poco, y tiempo largo para verlo y emendarlo. Mas
teniendo hecha mi tercera parte
y caminando en ella con el consejo de Horacio para poderla ofrecer,
que será muy en breve, no se pudo
escusar este paso, como el que lo es tan forzoso a los fines que pretendo.
Recibe mi ánimo, que ha sido de servirte, que no siempre corre
un tiempo, influyen favorables las estrellas ni acuden a Calíope
los caprichos.
LIBRO I.- Donde cuenta lo que le sucedió desde que
sirvió a el embajador, su señor, hasta que salió
de Roma
Capítulo I.- Guzmán
de Alfarache disculpa el proceso de su discurso, pide atención
y da noticia de su intento
Comido y reposado
has en la venta. Levántate, amigo, si
en esta jornada gustas de que te sirva yendo
en tu compañía; que, aunque nos queda otra para
cuyo dichoso fin voy caminando por estos pedregales y malezas, bien
creo que se te hará fácil el viaje con la cierta promesa
de llevarte a tu deseo. Perdona mi proceder atrevido, no juzgues a
descomedimiento tratarte desta manera, falto de aquel respeto debido
a quien eres. Considera que lo que digo no es
para ti, antes para que lo reprehendas a otros que como yo lo habrán
menester.
Hablando voy a ciegas y dirásme muy bien que estoy muy cerca
de hablar a tontas, pues arronjo la piedra sin saber adónde
podrá dar, y diréte a esto lo que decía un
loco que arronjaba cantos. [Cuento] Cuando
alguno tiraba, daba voces diciendo: «¡Guarda, hao!, ¡guarda,
hao!, todos me la deben, dé donde diere.» Aunque también
te digo que como tengo las hechas tengo sospechas. A mí me
parece que son todos los hombres como yo, flacos, fáciles,
con pasiones naturales y aun estrañas. Que con mal sería,
si todos los costales fuesen tales. Mas como soy malo, nada juzgo
por bueno: tal es mi desventura y de semejantes.
Convierto las violetas en ponzoña, pongo en la nieve manchas,
maltrato y sobajo con el pensamiento la fresca rosa. Bien me hubiera
sido en alguna manera no pasar con este mi discurso adelante, pues
demás que tuviera escusado el serte molesto, no me fuera necesario
pedirte perdón, para ganarte la boca y conseguir lo que más
aquí pretendo; que aún muchos y quizá todos los
que comieron la manzana lo juzgarán por impertinente y superfluo;
empero no es posible. Porque, aunque tan malo cual tienes de mí
formada idea, no puedo persuadirme que sea cierta, pues ninguno se
juzga como lo juzgan. Yo pienso de mí
lo que tú de ti. Cada uno estima su trato por el mejor,
su vida por la más corregida, su causa por justa, su honra
por la mayor y sus eleciones por más bien acertadas.
Hice mi cuenta con el almohada, pareciéndome, como es verdad,
que siempre la prudente consideración engendra dichosos acaecimientos;
y de acelerarse las cosas nacieron sucesos infelices y varios, de
que vino a resultar el triste arrepentimiento.
Porque dado un inconveniente, se siguen dél infinitos. Así,
para que los fines no se yerren, como casi siempre sucede, conviene
hacer fiel examen de los principios, que hallados y elegidos, está
hecha la mitad principal de la obra y dan de sí un resplandor
que nos descubre de muy lejos con indicios naturales lo por venir.
Y aunque de suyo son en sustancia pequeños, en virtud son muy
grandes y están dispuestos a mucho, por lo cual se deben dificultar
cuando se intentan, procurando todo buen consejo. Mas ya resueltos
una vez, por acto de prudencia se juzga el seguirlos con osadía,
y tanto mayor, cuanto fuere más noble lo que se pretende con
ellos.
Y es imperfección y aun liviandad notable comenzar las cosas
para no fenecerlas, en especial si no las impiden súbitos y
más graves casos, pues en su fin consiste nuestra gloria. La
mía ya te dije que sólo era de tu
aprovechamiento, de tal manera que puedas con
gusto y seguridad pasar por el peligroso golfo del mar que
navegas. Yo aquí recibo los palos y tú
los consejos en ellos. Mía es la hambre y para ti la industria
como no la padezcas. Yo sufro las afrentas de que nacen tus honras.
Y pues has oído decir que aquese te hizo rico, que te hizo
el pico, haz por imitar a el discreto yerno que sabe con blandura
granjear del duro suegro que le pague la casa, le dé mesa y
cama, dineros y esposa con quien se regale, abuelos que como esclavos
y truhanes críen, sirvan y entretengan a sus hijos. Ya tengo
los pies en la barca, no puedo volver atrás. Echada está
la suerte, prometido tengo y -como deuda- debo cumplirte la promesa
en seguir lo comenzado.
El sujeto es humilde y bajo. El principio
fue pequeño; lo que pienso tratar, si
como buey lo rumias, volviéndolo a pasar del estómago
a la boca, podría ser importante, grave y grande. Haré
lo que pudiere, satisfaciendo al deseo. Que hubiera servido de poco
alborotar tu sosiego habiéndote dicho parte de mi vida, dejando
lo restante della.
Muchos creo que dirán o ya lo han dicho: «Más
valiera que ni Dios te la diera ni así nos la contaras, porque
siendo notablemente mala y distraída, fuera para ti mejor callarla
y para los otros no saberla.» Lejos vas de la verdad, no aciertas
con la razón en lo que dices ni creo ser sano el fin que te
mueve; antes me causa sospecha que, como te tocan en el aj y aun con
sólo el amagarte, sin que te lleguen te lastiman. Que no hay
cuando a el disciplinante le duela y sienta más la llaga que
se hizo él proprio, que cuando se la curan otros.
O te digo verdades o mentiras. Mentiras
no (y a Dios pluguiera que lo fueran, que yo conozco de tu inclinación
que holgaras de oírlas y aun hicieras espuma con el freno);
digo verdades y hácensete amargas.
Pícaste dellas, porque te pican. Si te sintieras con salud
y a tu vecino enfermo, si diera el rayo en cas de Ana Díaz,
mejor lo llevaras, todo fuera sabroso y yo de ti muy bien recebido.
Mas para que no te me deslices como anguilla, yo buscaré hojas
de higuera contra tus bachillerías. No te me saldrás
por esta vez de entre las manos.
Digo -si quieres oírlo- que aquesta confesión general
que hago, este alarde público que de mis cosas te represento,
no es para que me imites a mí;
antes para que, sabidas, corrijas las tuyas
en ti. Si me ves caído por mal reglado, haz de manera
que aborrezcas lo que me derribó, no pongas el pie donde me
viste resbalar y sírvate de aviso el trompezón que di.
Que hombre mortal eres como yo y por ventura no más fuerte
ni de mayor maña. Da vuelta por ti, recorre a espacio y con
cuidado la casa de tu alma, mira si tienes hechos muladares asquerosos
en lo mejor della y no espulgues ni murmures que en casa de tu vecino
estaba una pluma de pájaro a la subida de la escalera.
Ya dirás que te predico y que
cuál es el necio que se cura con médico
enfermo. Pues quien para sí no alcanza la salud, menos
la podrá dar a los otros. ¿Qué condito cordial
puede haber en el colmillo de la víbora o en la puntura del
alacrán? ¿Qué nos podrá decir un malo,
que no sea malo?
No te niego que lo soy; mas aconteceráme contigo lo que al
diestro trinchante a la mesa de su amo, que corta curiosa y diligentemente
la pechuga, el alón, la cadera o la pierna del ave y, guardando
respeto a las calidades de los convidados a quien sirve, a todos hace
plato, a todos procura contentar: todos comen, todos quedan satisfechos,
y él solo sale cansado y hambriento. [...]
Así habré de hacer aquí lo
que me aconteció en una comedia, donde por ser de los
primeros, vine a ser de los delanteros y, como tras de mí hubiese
otros no tan bien dispuestos, me decían que me hiciese a un
lado y, en meneándome un poco, se quejaban otros a quien hacía
también estorbo. Los unos y los otros me ponían a su
modo, porque todos querían ver, de manera que, no sabiendo
cómo acomodarme acomodándolos, hice orejas de mercader;
púseme de pie derecho y cada uno alcanzase como mejor pudiese.
Querrían el melancólico, el sanguino, el colérico,
el flemático, el compuesto, el desgarrado, el retórico,
el filósofo, el religioso, el perdido, el cortesano, el rústico,
el bárbaro, el discreto y aun la señora Doña
Calabaza que para sola ella escribiese a lo fruncido y que con sólo
su pensamiento y a su estilo me acomodase. No es posible; y seráme
necesario, demás de hacer para cada uno su diferente libro,
haber vivido tantas vidas cuantos hay diferentes pareceres. Una sola
he vivido y la que me achacan es testimonio que me levantan.
La verdadera mía iré prosiguiendo, aunque más
me vayan persiguiendo. Y no faltará otro Gil para la tercera
parte, que me arguya como en la segunda de lo que nunca hice, dije
ni pensé. Lo que le suplico es que no tome tema ni tanta cólera
comigo que me ahorque por su gusto, que ni estoy en tiempo dello ni
me conviene. Déjeme vivir, pues
Dios ha sido servido de darme vida en que me
corrija y tiempo para la emmienda. Servirán aquí
mis penas para escusarte dellas, informándote
para que sepas encadenar lo pasado y presente con lo venidero de la
tercera parte y que, hecho de todo un trabado
contexto, quedes cual debes, instruido en las veras.
Que sólo éste ha sido el blanco de mi puntería
y descubro el de mi pensamiento a los que se sirvieren de excusarme
del trabajo. Empero sea de manera que se puedan gloriar del suyo,
que tengo por indecente negar un autor su nombre,
apadrinando sus obras con el ajeno. Que será obligarme escrebir
otro tanto, para no ser tenido por tonto cargándome descuidos
ajenos. Esto se quede, porque no parezca dicho con cuidado ni más
de por haber venido a propósito.
Mas volviendo a el nuestro, digo que cada uno
haga su plato y pasto de lo que le sirviéremos en esta
mesa, dejando para otros lo que no le supiere bien o no abrazare su
estómago. Y no quieran todos que sea este libro como los banquetes
de Heliogábalo, que se hacía servir de muchos y varios
manjares; empero todos de un solo pasto, ya fuesen pavos, pollos,
faisanes, jabalí, peces, leche, yerbas o conservas. Una sola
vianda era; empero, como el manna, diferenciada en gustos. Aunque
los del manna eran los que cada uno quería y esotros los que
les daba el cocinero, conforme a la torpe gula de su amo.
Con la variedad se adorna la naturaleza.
Eso hermosea los campos, estar aquí los montes, allí
los valles, acullá los arroyos y fuentes de las aguas. No sean
tan avarientos, que lo quieran todo para sí. Que yo he visto
en casa de mis amos dar libreas y a el paje pequeño tan contento
con la suya, en que no entró tanta seda, como el grande que
la hubo menester doblada por ser de más cuerpo.
Determinado estoy de seguir la senda que me pareciere atinar mejor
a el puerto de mi deseo y lugar adonde voy caminando. Y tú,
discreto huésped que me aguardas, pues tienes tan clara noticia
de las miserias que padece quien como yo va peregrinando,
no te desdeñes cuando en tu patria me vieres y a tu puerta
llegare desfavorecido, en hacerme aquel tratamiento que a tu proprio
valor debes. Pues a ti sólo busco y por ti hago este viaje;
no para hacerte cargo dél ni con ánimo de obligarte
a más de una buena voluntad, que naturalmente debes a quien
te la ofrece. Y si de ti la recibiere, quedaré con satisfación
pagado y deudor, para rendirte por ella infinitas gracias.
Mas el que por oírmelas está deseoso de verme, mire
no le acontezca lo que a los más que curiosos que se ponen
a escuchar lo que se habla dellos, que siempre oyen mal. Porque con
oro fino se cubre la píldora y a veces le causará
risa lo que le debiera hacer verter lágrimas. Demás
que, si quisiere advertir la vida que paso y lugar adonde quedo, conocerá
su demasía y daráme a conocer su poco talento. Póngase
primero a considerar mi plaza, la suma miseria donde mi desconcierto
me ha traído; represéntese otro yo y luego discurra
qué pasatiempo se podrá tomar con el que siempre lo
pasa -preso y aherrojado- con un renegador o renegado cómitre.
Salvo si soy para él como el toro en el coso, que sus garrochadas,
heridas y palos alegran a los que lo miran, y en mí lo tengo
por acto inhumano.
Y si dijeres que hago ascos de mi proprio trato, que te lo vendo caro
haciéndome de rogar o que hago melindre, pesaráme que
lo juzgues a tal. Que, aunque es notoria verdad haber servido siempre
a el embajador, mi señor, de su gracioso, entonces pude, aunque
no supe, y, aunque agora supiese, no puedo, porque tienen mucha costa
y no todo tiempo es uno. Mas, para que no ignores lo que digo y sepas
cuáles eran mis gracias entonces y lo que agora sería
necesario para ellas, oye con atención el capítulo siguiente.
LIBRO II.- Trata Guzmán
de Alfarache de lo que le pasó en Italia, hasta volver a España
Capítulo IV.- Caminando
a Milán Guzmán de Alfarache, le da cuenta Sayavedra
de su vida
... Él quedó tan rendido
como agradecido, y de uno en otro lance venimos a dar en preguntarle
yo la causa que le había movido a robarme, y dijo:
-Señor, ya no puedo, aunque quisiese, dejar de hacer alarde
público de mi vida, tanto por la merced recebida con tanta
liberalidad en todo lo pasado, como por ser notoria y que con quien
se ha de vivir ha de ser el trato llano, sin tener algo encubierto.
Que no sólo a confesores, letrados y médicos ha de tratarse
siempre verdad; pero entre los de nuestro trato jamás faltó
entre nosotros mismos, para podernos conservar. Y cumpliendo con tantas
obligaciones, Vuesa Merced sabrá que soy valenciano,
hijo de padres honrados, que aún podrá ser conocerlos
algún día por la fama, que ya, sea Dios loado, son difuntos.
Fuemos dos hermanos y entrambos desgraciados,
ya fuese porque de niños quedamos consentidos, ya porque, dejándonos
llevar de los impulsos de nuestro apetito, sin hacerles la debida
resistencia, consentimos en esta tentación, que mejor diría
dimos en esta flaqueza, no creyendo los daños venideros; antes
con el cebo de presentes gustos, hasta que ya resueltos una vez a
ello, no se pudo volver atrás. El otro mi hermano es mayor
que yo y, aunque ambos y cada uno teníamos razonable pasadía,
mas aun eso no nos puso freno. Tanta es o fue la fuerza de nuestra
estrella y tanto el de la mala inclinación a no esquivarnos
della, que, pospuesto el honor, con más deseo de ver tierras
que de sustentarle, salimos a nuestras aventuras. Mas porque pudiera
ser no sucedernos de la manera que teníamos pensado y para
en cualquier trabajo no ser conocidos ni quedar con infamia, fuemos
de acuerdo en mudar de nombres. Mi hermano,
como buen latino y gentil estudiante, anduvo por los aires
derivando el suyo. Llamábase Juan Martí.
Hizo de Juan, Luján, y del Martí, Mateo; y, volviéndolo
por pasiva, llamóse Mateo Luján. Desta manera
desbarró por el mundo y el mundo me dicen que le dio el pago
tan bien como a mí. Yo, como no tengo letras ni sé más
que un monacillo, eché por estos trigos y, sabiendo ser caballeros
principales los Sayavedras de Sevilla, dije ser de allá y púseme
su apellido; mas ni estuve jamás en Sevilla ni della sé
más de lo que aquí he dicho. Desta manera salimos en
un día juntos peregrinando; empero cada uno tomó luego
por su parte. Dél me dicen algunos, que de vista le conocen,
haberlo visto en Castilla y por el Andalucía muy maltratado,
que de allí pasó a las Indias, donde también
le fue mal. Yo tomé otra diferente derrota. Fuime a Barcelona,
de donde pasé a Italia con las galeras. Gasté lo que
saqué de mi casa. Halléme muy pobre y, como la necesidad
obliga muchas veces, como dicen, a lo que el hombre no piensa, rodando
y trompicando con la hambre, di comigo en el reino de Nápoles,
donde siempre tuve deseo de residir, por lo que de aquella ciudad
me decían.
CAPÍTULO IX.-
Prosigue Guzmán lo que le sucedió en las galeras
y el medio que tuvo para salir libre dellas
Aquí di punto y fin a estas
desgracias. Rematé la cuenta con mi mala vida. La que después
gasté, todo el restante della verás en la tercera y
última parte, si el cielo me la diere antes de la eterna que
todos esperamos.
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completa, aquí tienes un enlace:
http://www.librosdearena.es/Biblioteca_pdf/GuzmandeAlfarache.pdf