02.- NASRUDÍN

El yogui, el sacerdote y el Sufi
Nasrudín vistió
una túnica Sufi y decidió realizar una peregrinación.
En el camino se encontró con un sacerdote y un yogui, y
decidieron seguir juntos. Cuando llegaron a un pueblo, el sacerdote
y el yogui le pidieron a Nasrudín que solicitara dádivas
mientras ellos hacían sus devociones.
Nasrudín recolectó algún dinero y lo usó
para comprar halwa.
Sugirió que se repartieran la comida, pero los otros, que
aún no tenían mucha hambre, contestaron que sería
mejor posponerla hasta la noche. Siguieron su camino. Al caer
la noche Nasrudín pidió la primera porción,
"porque por mi intermedio se obtuvo la comida". Los
otros no estuvieron de acuerdo: el sacerdote porque, arguyó,
él representaba un cuerpo jerárquico formalmente
organizado y merecía, por lo tanto, prerrogativas: el yogui,
porque —afirmó— comía sólo una
vez cada tres días y debía por lo tanto recibir
más.
Por fin convinieron en irse a dormir y que, por la mañana
aquel qué relatara el mejor sueño seria el primero
en servirse.
Por la mañana el sacerdote dijo: "Vi en sueños
al fundador de mi religión,, quien hizo una señal
de bendición, destacándome como bendecido de modo
especial".
Sus acompañantes quedaron impresionados, mas el yogui dijo:
"En mis sueños alcancé el nirvana y fui completamente
absorbido en la nada". Miraron al Mulá: "En mis
sueños vi a Khidr, el maestro Sufi, que solo aparece ante
los más santificados, y me dijo: 'Nasrudin, cómete
el halwa ahora mismo!' Y, por supuesto, debí obedecerle".
Las ocurrencias del increíble
mulá Nasrudín. (Paidós,
96, pág. 86)