02.- POESÍA BARROCA
TEMAS E IDEAS FUNDAMENTALES
El mito se sigue utilizando
como tema de grandes poemas barrocos (puede servir de ejemplo
la Fábula de Acis y Galatea de Carrillo y
Sotomayor o la Fábula de Polifemo y Galatea
de Góngora, a las que volveremos más adelante).
La diferencia no está en el tema, sino en el tratamiento
que recibe. Puedes comprobarlo en los dos ejemplos que siguen
y meditar qué diferencias hay con respecto al tratamiento
del mito en el Renacimiento:
JUAN DE JÁUREGUI (1583-1641)
ORFEO. CANTO II
[FRAGMENTO] (1624)

Orfeo y los animales (Padovanino: 1588-1649)
En la fragosa Ténaro, que
inunda
el Lacónico ponto, en sitio incierto,[en
Lacedemonia, Grecia]
rudo taladro de canal
profunda
rompe el terreno cavernoso y yerto.
Intonsa breña
con horror circunda
el rasgado peñón, y esconde
abierto
cóncavo tal, que a la tartárea
estanza
por las entrañas del abismo alcanza.
Tan denso allí de rústica
madeja
asombra el sitio pabellón herboso,
que aun lo exterior a la espelunca
deja
de la estorbada luz siempre invidioso;
ni cuando el sol a su cénit se aleja
allí introduce rasgo luminoso;
presta a la noche la
caverna umbría
seguro lecho al imperar del día.
Desde que fabricó la vez primera
Naturaleza el bosque, le aborrece;
no le matiza de verdor, no altera
su tosca rama, ni sus hojas crece.
Cuando repite abril la primavera,
y en vario esmalte el prado reflorece,
allí le niega su dominio alterno,
siempre reacio, el escabroso
invierno. [...]
Nunca, por yerro de accidente,
en esta palude o risco o selva retejida,
vil pece, tosca fiera, ave funesta,
gruta o cueva recoge, árbol anida; [Segismundo,
1635]
el denso evaporar el aire infesta;
toda la estancia es odio de la vida;
y en su distrito con silencio advierte
que se origina el reino de la
Muerte.
Nunca en la breña la segur
tajante
violó de añoso tronco seca rama,
ni pie mortal, a orilla del undante
lago, imprimió jamás la espesa lama.
Previene de escarmiento al caminante
la ya esparcida voz que el sitio infama;
lejos se mira y, con espanto y miedo,
el pie lo huye, y lo demuestra el dedo.
Desta espelunca
a la estación tremenda
el sobrado sentir condujo a Orfeo
(que aun el Amor se admira de que emprenda
tan desperada acción mortal deseo).
Ya excluye el lago y, por oblicua senda,
al bosque arriba en áspero rodeo;
ya en los breñales que la cueva
ofuscan posible entrada sus alientos buscan.
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Compara
el estilo barroco del poema de Juan de Jáuregui
con el renacentista de la Égloga III de Garcilaso,
en un pasaje con el mismo tema
Estrofa 18
Figurado se vía extensamente
el osado marido que bajaba
al triste reino de la oscura gente,
y la mujer perdida recobraba;
y cómo después de esto él, impaciente
por miralla de nuevo, la tornaba
a perder otra vez, y del tirano
se queja al monte solitario en vano. |
AGUSTÍN DE SALAZAR Y
TORRES (1642-1673)
FÁBULA DE ADONIS Y VENUS
[FRAGMENTO]
h.%201590.jpg)
Venus, Adonis y Cupido (Anibale Carraci, h.
1590)
[...] Pasaba Venus a Gnido
a ver desatar su culto,
de la turífera
Arabia
ostentaciones en humo.
Y viendo la verde Tempe,
[valle de Tesalia]
donde impelida del rudo
invierno, tiene en su sitio
la primavera refugio,
el carro deja; a la selva
claveles creció purpúreos
su marfil, en breve engaste
de cinco argentados puntos.
Vuela el niño, dulce abeja,
a las rosas, que produjo
rigor estivo en su rostro,
vinculadas a ligustros.
Y cayendo aguda flecha
(así Amor remata el gusto),
tersa de cristal aljaba
halló en el pecho desnudo.
Castigara al hijo Venus,
mas cometido el insulto,
con remos surcó de pluma
mares de viento difusos.
Resonó la selva entonces
de venatorios tumultos,
y voces infunden alma
en el valle más profundo.
Y sale gallardo joven,
vibrando venablo agudo;
claro espejo donde Febo
copia su bello trasunto.
Pululante el bozo, adquiere
respeto de hermoso vulto,
sacando en números de oro
la suma de cuatro lustros.
Ostenta doble coleto,
y de Ofir el metal rubio
no le permite ser ante,
entre las franjas oculto.
Portátil
de plumas monte
era el sombrero, e importuno
céfiro en blandos embates
colores deja confusos [...]
Cythara de
Apolo (Madrid, 1694)
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También
aquí puedes comparar el poema de Salazar con
la versión de Garcilaso en la misma égloga
Estrofa
23
Climene, llena de destreza
y maña,
el oro y las colores matizando
iba, de hayas una gran montaña,
de robles y de peñas variando;
un puerco entre ellas de braveza extraña,
estaba los colmillos aguzando
contra un mozo; no menos animoso,
con su venablo en mano, que hermoso.
Tras esto el puerco allí se
vía herido
de aquel mancebo por su mal valiente,
y el mozo en tierra estaba ya tendido,
abierto el pecho del rabioso diente;
con el cabello de oro desparcido
barriendo el suelo miserablemente,
las rosas blancas por allí sembradas
tornaba con su sangre coloradas.
Adonis este se mostraba que era,
según se muestra Venus dolorida,
que viendo la herida abierta y fiera,
estaba sobre él casi amortecida.
Boca con boca coge la postrera
parte del aire que solía dar vida
al cuerpo, por quien ella en este suelo
aborrecido tuvo al alto cielo.
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Ya has visto algún
ejemplo antes de desmitificación (la
confesión
de Polo de Medina, la boca de la dama
de Castillo Solórzano que hay a continuación)
y verás más en Quevedo. Ahora puedes leer
otra muy divertida:
SALVADOR JACINTO POLO DE MEDINA
FÁBULA DE APOLO Y DAFNE:
Silva burlesca (1634) [Comienzo]

Theodoor van Thulden: Apolo persiguiendo
a Dafne (1636-8. M. del Prado)
Cantar de Apolo y Dafne los amores,
sin más ni más,
me vino al pensamiento.
Con licencia de ustedes, va
de cuento.
¡Vaya de historia, pues,
y hablemos culto!;
pero ¿cómo los versos dificulto?,
¿como la vena mía se resiste?,
¡qué linda bobería!,
pues a fe que si invoco mi
Talía
que no le dé ventaja al más pintado.
Ya con ella encontré,
mi Dios loado.
Señora
doña Musa, mi señora,
sópleme vuesasted
muy bien ahora;
que su favor invoco
para hacer esta copla;
y mire vuesasted cómo
me sopla.
Érase una muchacha con
mil sales,
con una cara de a cien mil
reales,
como así me la quiero,
más peinada y pulida que un barbero;
y en esto que llamamos garabato
la gente de buen trato
tenía la mozuela
gran donaire;
pudiera ser poeta por el aire.
Aquí es obligación,
señora Musa,
si ya lo que se usa
no es excusa,
el pintar de la ninfa las facciones,
y pienso comenzar por los
talones,
aunque parezca mal al que leyere;
que yo puedo empezar por do quisiere.
Y aunque diga el lector de mi pintura
que por el tronco sube hasta el altura;
que a nadie dé congojas
que yo empiece la ninfa por las hojas,
supuesto que son míos
estos calientes versos o estos fríos;
y el poeta más payo
de sus versos bien puede hacer un sayo.
Era el pie
(yo le vi) de tal manera...
¡vive Cristo, que miento; que no era!,
porque, por lo sutil y recogido,
nunca ha sido este pie visto ni oído.
Era, en efeto, blanco y era breve...,
¡oh,
qué linda ocasión de decir nieve
si yo fuera poeta principiante!
Llevando
nuestros cuentos adelante,
y haciendo del villano,
me pretendo pasar del pie
a la mano,
cuyos hermosos dedos
(esta vez los jazmines estén
quedos,
y pongámosles fines,
enmendémonos todos los jazmines,
y el que así no lo hiciere,
y ser poeta del abril quisiere,
probará de las gentes los rigores;
y a fe que allá se lo dirán de flores).
Era, en fin, de cristal belleza tanta...
¡Pues no monda
cristales la garganta!
porque tiene la tal de bienes tales
hasta tente garganta de cristales;
mas, al contrario, su boquilla
es poca...
(vamos con tiento en esto
de la boca,
que hay notables peligros carmesíes,
y podré tropezar en los rubíes,
epítetos crüeles);
¡qué cosquillas
me hacen los claveles!,
porque a pedir de boca le venían;
mas claveles no son lo que solían,
ni en los labios de antaño
no hay claveles hogaño; [refrán
contrahecho]
pero, para decirles su alabanza,
conceptillo mejor mi ingenio alcanza,
y tanto, que con otro no se mide:
es tan linda su boca, que
no pide.
Otro escalón
subamos más arriba
y mi pluma describa
sus mejillas hermosas;
Jesús, Señor, ¡qué
tentación de rosas!,
¡qué notable vocablo!,
tentarme de botica quiere el diablo;
Apolo sea conmigo,
y me libre de modos tan perversos.
Rosa, y no por mis versos.
Vaya la rosa, váyase a la selva,
sobre el prado se ensuelva;
porque pintar con rosas los
carrillos
eso llega a ser treta
de poetas de teta,
y a la ninfa que pinto
a dos por tres cualquiera murmurara
que le echaba rosas a la cara.
No quiero en las mejillas rosas bellas;
que da cámaras sólo con olellas.
Por eso de las rosas no me valgo;
vayan las rosas a espulgar
un galgo.
No las han menester estas mejillas;
porque, para decir sus maravillas,
basta decir que están,
por lo encarnadas,
como de haberles dado bofetadas;
que es éste el arrebol que las colora.
Sin duda las narices
van ahora,
cuyos bellos matices...
(Dios me saque con bien de
las narices)
tienen buen colorido,
y aunque yo su medida no he medido,
hablando por barruntos,
calzará la nariz sus
cinco puntos;
que ya por descarnada y por la hechura
tenía esta hermosura
(si tengo de decillo)
por narices el miércoles corvillo.
Ahora falta lo mejor de todo:
los ojos van ahora.
Yo seré un tal por
cual si digo,
ténganme por rüin si digo albas
y por poeta que nací en las malvas.
Los luceros también
ya se acabaron;
en materia de ojos expiraron
modos tan lisonjeros;
tenga Dios en el cielo a los
luceros;
que los ojos de Dafne, por mejores,
azabache me fecit, mis señores.
De la Etiopía son sus
niñas bellas;
¿mas que temieron que
dijera estrellas?
Paso adelante, y déjome
las cejas,
aunque son extremadas;
dénlas vuesas mercedes
por pintadas,
pues no es fuerza que yo lo pinte todo,
y ahora ignoro el modo
de dibujar su exceso,
y den gracias a Dios que lo confieso;
que pudieran, y es fácil, encontrarse
con poeta que no lo confesase.
Componiendo
las tres ánades, madre,
a la frente he llegado;
gracias a Dios que no las he cantado,
y que las desdichadas
una vez han salido de cantadas.
En fin, tarde o temprano,
ya la frente tenemos en la mano;
díganme: Dios te ayude,
aunque lo quiten cuando yo
estornude;
que hay su dificultad en lo que digo.
Vaya el lector conmigo,
y si no quisiere ir, que nunca vaya;
que, en efeto, hace raya
a cuantas frentes hay la frentecilla.
Ya me obligo a decirle maravilla
por sólo el consonante,
y por lo mismo la diré diamante.
Cuantas frentes yo he visto y
cuantas trato
no son a su zapato;
porque la dicha está limpia y serena,
con sus ciertos humillos de
azucena.
Dije azucena; en fin, no pude
menos;
que el concepto me vino de a paleta;
y así, ningún poeta,
aunque sea el mejor de los mejores,
diga: «No beberé de aquestas flores.»
Llevaba su perico,
y bien arguyo,
que no es poca alabanza decir suyo;
que hay perico tan vano, que blasona
que desciende de un muerto
su persona,
y esto es de manera,
que, llegándome ayer
a una mollera,
me dio un tufo de kyries el
cabello,
con ponerme de lejos para olello,
y de responsos rancios y podridos
saqué encalabriados los sentidos;
mas, como la piedad en mí no falta,
a su lado me puse, y en voz alta
a todos les suplico
que den para enterrar aquel
perico. [...]
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ANTONIO
SOLÍS Y RIVADENEIRA (1610-1686)
HERMAFRODITO Y SALMACIS:
Silva burlesca [Fragmento] (ed. 1692, imitación
de Polo de Medina según José Mª
de Cossío: Fábulas mitológicas
en España)

Carlo Saraceni: Paisaje con Salmacis
y Hermafrodito (1608)
Hablando con perdón, yo
tengo gana
(vergonzoso lo digo) de hacer
versos,
obscuros no, sí cándidos y tersos;
no a barrancoso pie, sí a pata llana,
y así, sin más ni más, la
venia invoco,
y una vez que me cabe, entrarme a loco.
A Hermafrodito canto, necio empeño,
porque este canto
es piedra en que
tropiezo;
que todos hacen cantos y entre tantos
es cualquiera poeta un echa cantos.
Y así, sin gargantear, digo que debo
el acordarme deste asunto nuevo
al gran poeta Ovidio,
a quien no lo Nasón, lo culto envidio;
que, dejando el refrán, villa por villa,
["Villa por villa,
Valladolid en Castilla"]
Nasones por Nasones, yo en Castilla.
A Hermafrodito, pues, con lindo aliento
diré, tomando el pulso a mi instrumento,
si me inspira; mas qué feliz sería
si pudiese empezarlo sin
Talía,
que es musa que se
usa y no se excusa
y siempre en los principios esta musa
se mete, y es con término perverso,
pecado original de todo
verso. [Muchos poetas
de la época invocaban a Talía, musa
de la poesía bucólica, p. e. Góngora
en el Polifemo]
Pero volviendo al cuento,
Venus, aquella diosa
más bellaca que hermosa,
que apenas al sol hurta lucimiento
en las mortales pausas del ocaso,
cuando del cielo, por el campo raso,
o el campo terciopelo,
sale a rondar y va de cielo en cielo
a ser, con dulces tretas,
lasciva tentación de los planetas.
Esta estrella buscona
tuvo un poco que ver por sus pecados
con el señor Mercurio,
gran persona,
a quien Júpiter fía sus cuidados,
y a quien del reino el peso
y el gobierno comete
la vez que no le hace su alcahuete.
Acción, que tanto a Júpiter obliga
que si él en el cielo es el primero,
Mercurio es el segundo,
por tercero.
Deste, pues, y de aquella,
el uno estrello, si la otra
estrella,
nació Hermafroditico
del cielo en un oculto rinconcico,
porque nadie a Vulcano se lo diga.
Llamóle la comadre,
con perdón de su padre,
pintiparada imagen de su
abuelo;
comadrada común de tierra y cielo [...]
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2.7.2.- OTRAS "DESMITIFICACIONES"
Ya las verás en
cada sección ("Beatus ille", por ejemplo,
más adelante)
2.7.3.- Puedes
ver un ejemplo actual si pinchas
aquí
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