Ya las alegres flores
del verano
que apenas vimos y su olor gozamos,
las abrasa el estío ardiente
y cano. [...]
¡Cuan en un punto huyen y se alejan
las breves sombras de la gloria nuestra!
Y ¡cuan triste memoria que nos dejan!
¿Qué son nuestros contentos sino muestra
de que si el cielo quiere dar podría,
y como justo nos lo niega y muestra?
De aqueste desengaño en
mí se cría
un nuevo pensamiento que repuna
cuanto hasta aquí el deseo me pedía.[...]
Así este desengaño
no guarece
del vano error que el apetito quiere,
antes desengañado permanece.
Mas el tiempo, en quien toda cosa muere,
dará fin a este loco devaneo,
o acabará conmigo si viviere.
Que no tardará mucho, según creo,
y el fiel cristal con verdadero aviso
me lo amonesta siempre que en él veo
la palidez del rostro ya no
liso,
el vario pelo, el tardo movimiento,
y de los ojos deslustrado el viso.[...]