7.- CERVANTES
8.- El Quijote
8.5.3.- Autoría y voces narrativas
Primera parte
Segvnda Parte del Ingenioso Hidalgo don Quixote
de la Mancha
Capitulo IX
Donde se concluye y da fin a la estupenda batalla
que el gallardo vizcayno y el valiente manchego tuuieron
Dexamos en la primera parte desta historia al valeroso
vizcayno y al famoso don Quixote con las espadas altas y desnudas,
en guisa de descargar dos furibundos fe[n]dientes, tales que, si en
lleno se acertauan, por lo menos se diuidirían y fenderían
de arriba abaxo y abrirían como vna granada; y que en aquel
punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa
historia, sin que nos diesse noticia su autor
donde se podría hallar lo que della faltaua. Causóme
esto mucha pesadumbre, porque el gusto de auer leydo tan poco se boluía
en disgusto de pensar el mal camino que se ofrecía para hallar
lo mucho que, a mi parecer, faltaua de tan sabroso cuento. Parecióme
cosa impossible y fuera de toda buena costumbre, que a tan buen cauallero
le huuiesse faltado algún sabio que tomara
a cargo el escreuir sus nunca vistas hazañas, cosa que no faltó
a ninguno de los caualleros andantes,
«de los que dizen las gentes
que van a sus auenturas»,
porque cada vno dellos tenia vno o dos sabios, como
de molde, que no solamente escriuían sus hechos, sino que pintauan
sus más mínimos pensamientos y niñerías,
por más escondidas que fuessen. Y no auía de
ser tan desdichado tan buen cauallero, que le faltasse a él
lo que sobró a Platir y a otros
semejantes. Y, assí, no podía inclinarme a creer que
tan gallarda historia huuiesse quedado manca y estropeada, y echaua
la culpa a la malignidad del tiempo, deuorador y consumidor de todas
las cosas, el qual, o la tenía oculta o consumida.
Por otra parte, me parecía que, pues entre sus libros se auían
hallado tan modernos como Desengaño de
zelos y Ninfas y pastores de Henares,
que también su historia deuía de ser moderna, y que,
ya que no estuuiesse escrita, estaría en la memoria de la gente
de su aldea y de las a ella circunuezinas. Esta imaginación
me traía confuso y desseoso de saber real y verdaderamente
toda la vida y milagros de nuestro famoso español don Quixote
de la Mancha, luz y espejo de la cauallería manchega, y el
primero que en nuestra edad y en estos tan calamitosos tiempos se
puso al trabajo y exercicio de las andantes armas, y al [de] desfazer
agrauios, socorrer viudas, amparar donzellas,
de aquellas que andauan con sus açotes y palafrenes, y con
toda su virginidad a cuestas, de monte en monte y de valle en valle;
que si no era que algún follón, o algún villano
de acha y capellina, o algún descomunal gigante las forçaua,
donzella huuo en los passados tiempos que, al
cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmió vn
día debaxo de tejado, se fue tan entera a la sepultura como
la madre que la auía parido.
Digo, pues, que por estos y otros muchos respetos, es digno nuestro
gallardo Quixote de continuas y memorables alabanças,
y aun a mí no se me deuen negar por el trabajo y diligencia
que puse en buscar el fin desta agradable historia. Aunque
bien sé que si el cielo, el caso y la fortuna no me ayudan,
el mundo quedara falto y sin el passatiempo y gusto que bien casi
dos horas podrá tener el que con atención la leyere.
Passó, pues, el hallarla en esta manera.
Estando yo vn día en el Alcaná de Toledo, llegó
vn muchacho a vender vnos cartapacios y papeles viejos a vn sedero,
y como yo soy aficionado a leer, aunque sean
los papeles rotos de las calles, lleuado desta mi natural inclinación,
tomé vn cartapacio de los que el muchacho vendía, y
vile con caracteres que conocí ser aráuigos. Y puesto
que, aunque los conocía, no los sabía leer, anduue mirando
si parecía por allí algún morisco
aljamiado que los leyesse; y no fue muy dificultoso hallar
interprete semejante, pues aunque le buscara de otra mejor y mas antigua
lengua le hallara. En fin, la suerte me deparó vno, que, diziéndole
mi desseo y poniéndole el libro en las manos, le abrió
por medio, y leyendo vn poco en él, se començó
a reyr.
Preguntéle yo que de qué se reya, y respondióme
que de vna cosa que tenia aquel libro escrita en el margen por anotación.
Díxele que me la dixesse, y él, sin dexar la risa, dixo:
«Está, como he dicho, aquí, en
el margen, escrito esto: “Esta Dulzinea del Toboso, tantas
vezes en esta historia referida, dizen que tuuo la mejor mano para
salar puercos que otra muger de toda la Mancha.”»
Quando yo ohí dezir «Dulzinea del Toboso», quedé
atónito y suspenso, porque luego se me representó que
aquellos cartapacios contenían la historia de don Quixote.
Con esta imaginación le di priessa que leyesse el principio,
y, haziéndolo ansí, boluiendo de improuiso el arauigo
en castellano, dixo que dezía: Historia de don Quixote
de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli,
historiador aráuigo.
Mucha discreción fue menester para dissimular el contento que
recebí quando llegó a mis oydos el titulo del libro,
y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos
los papeles y cartapacios por medio real; que si él tuuiera
discreción y supiera lo que yo los desseaua, bien se pudiera
prometer y lleuar más de seys reales de la compra.
Apartéme luego con el morisco por el claustro de la Iglesia
Mayor, y roguéle me boluiesse
aquellos cartapacios, todos los que tratauan de don Quixote, en
lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada,
ofreciéndole la paga que él quisiesse. Contentóse
con dos arrobas de passas y dos fanegas de trigo, y prometió
de traduzirlos bien y fielmente y con
mucha breuedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por
no dexar de la mano tan buen hallazgo, le truxe a mi casa, donde en
poco más de mes y medio la traduxo toda, del mesmo modo que
aquí se refiere.
Estaua en el primero cartapacio pintada, muy
al natural, la batalla de don Quixote con el vizcayno, puestos
en la mesma postura que la historia cuenta: leuantadas las espadas,
el vno cubierto de su rodela, el otro de la almohada, y la mula del
vizcayno tan al viuo, que estaua mostrando ser de alquiler a tiro
de ballesta. Tenia a los pies escrito el vizcayno vn título
que dezia: Don Sancho de Azpe[i]tia, que sin duda deuía
de ser su nombre, y a los pies de Rozinante estaua otro que dezía:
Don Quixote. Estaua Rozinante marauillosamente pintado, tan
largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan ético
confirmado, que mostraua bien al descubierto con quanta aduertencia
y propriedad se le auía puesto el nombre de Rozinante. Iunto
a él estaua Sancho Pança, que tenía del cabestro
a su asno, a los pies del qual estaua otro rétulo que dezía:
Sancho Çancas, y deuia de ser que tenía, a
lo que mostraua la pintura, la barriga grande, el talle corto y las
çancas largas, y por esto se le deuió de poner nombre
de Pança, y de Çancas; que con estos dos sobrenombres
le llama algunas vezes la historia.
Otras algunas menudencias auía que aduertir; pero todas son
de poca importancia, y que no hazen al caso a la verdadera
relación de la historia, que ninguna es mala como sea verdadera.
Si a esta se le puede poner alguna obgeción
cerca de su verdad, no podrá ser otra sino auer sido
su autor aráuigo, siendo muy propio de
los de aquella nación ser mentirosos, aunque, por ser
tan nuestros enemigos, antes se puede entender auer quedado falto
en ella que demasiado. Y ansí me parece a mí, pues quando
pudiera y deuiera estender la pluma en las alabanças de tan
buen cauallero, parece que de industria las passa en silencio: cosa
mal hecha y peor pensada, auiendo y deuiendo ser los historiadores
puntuales, verdaderos y no nada apassionados, y que ni el interés
ni el miedo, el rancor ni la afición, no les hagan torcer del
camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo,
depósito de las acciones, testigo de lo passado, exemplo y
auiso de lo presente, aduertencia de lo por venir. En ésta
se que se hallará todo lo que se acertare a dessear en la más
apazible; y si algo bueno en ella faltare, para
mí tengo que fue por culpa del galgo de su autor, antes que
por falta del sujeto.
En fin, su segunda parte, siguiendo la tradución, començaua
desta manera:
Puestas y leuantadas en alto las
cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no
parecía sino que estauan amenazando al cielo, a la tierra y al
abismo: tal era el denuedo y continente que tenían.
Segunda parte
Capitulo LXXIV.
De cómo don Quixote cayó malo,
y del testamento que hizo, y su muerte
[...] Y el prudentissimo Cide Hamete dixo a su pluma:
«Aquí quedarás, colgada desta espetera y deste
hilo de alambre, ni se si bien cortada o mal tajada péñola
mía, adonde viuirás luengos siglos, si presuntuosos
y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte.
Pero antes que a ti lleguen, les puedes aduertir y dezirles en el
mejor modo que pudieres:
»¡Tate, tate, follonzicos!
De ninguno sea tocada;
porque esta empressa, buen rey,
para mí estaua guardada.
»Para mí sola nació don
Quixote, y yo para él; él supo obrar, y yo escriuir;
solos los dos somos para en vno a despecho y pesar del escritor
fingido y tordesillesco que se atreuió, o se ha de atreuer,
a escriuir con pluma de auestruz grossera y mal [a]deliñada
las hazañas de mi valeroso cauallero, porque no es carga de
sus ombros ni assunto de su resfriado ingenio, a quien aduertirás,
si acaso llegas a conocerle, que dexe reposar en la sepultura los
cansados y ya podridos huessos de don Quixote, y no le quiera lleuar,
contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haziéndole
salir de la fuessa, donde real y verdaderamente yaze, tendido de largo
a largo, impossibilitado de hazer tercera jornada y salida nueua;
que para hazer burla de tantas como hizieron
tantos andantes caualleros, bastan las dos que el hizo, tan a gusto
y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, assí
en éstos como en los estraños reynos.»
Y con esto cumplirás con tu christiana professión, aconsejando
bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y vfano
de auer sido el primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente,
como desseaua, pues no ha sido otro mi desseo
que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas
historias de los libros de cauallerías, que por las de mi verdadero
don Quixote van ya tropeçando, y han de caer del todo, sin
duda alguna.» -Vale.
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