8.2.1.- El Quijote y El Amadís
Puedes comparar la descripción
de una batalla en El Amadís de Gaula con la batalla
contra los molinos de viento (cap 8 de la 1ª parte) o cualquier
otra del Quijote:
El caballero
de la Verde Espada (Amadís) tomó su lanza y cubriose
de su escudo. Como hombre que ya muerte tenía tragada,
perdió todo su pavor; y lo más que pudo se fue contra
el endriago, así a pie como estaba. El diablo, como
lo vido, vino luego para él, y echó un fuego por
la boca con un humo tan negro que apenas se podían ver
el uno al otro. Y el de la Verde Espada se metió por el
humo adelante, y llegando cerca dél, le encontró
con la lanza por muy gran dicha en el un ojo, así que ge
lo quebró. Y el endriago echó las uñas en
la lanza y tomóla con la boca, y hízola pedazos,
quedando el fierro con un poco del asta metido por la lengua y
por las agallas, que tan recio vino que él mismo se metió
por ella. Y dio un salto por le tomar, mas con el desatiento del
ojo quebrado no pudo, y porque el caballero se guardó con
gran esfuerzo y viveza de corazón, así como aquel
que se vía en la misma muerte. Y puso mano a la su muy
buena espada y fue a él, que estaba como desatentado, así
del ojo como de la mucha sangre que de la boca le salía;
y con los grandes resoplidos y resollos que daba, todo lo más
della entraba por la garganta de manera que cuasi el aliento le
quitara, y no podía cerrar la boca ni morder con ella.
Y llegó a él por el costado y dióle tan gran
golpe por cima de las conchas, que le no pareció sino que
diera en una peña dura, y ninguna cosa le cortó.
Como el endriago le vio tan cerca de sí, pensó le
tomar entre sus uñas, y no le alcanzó sino en el
escudo, y levógelo tan recio que fizo dar de manos en tierra.
Y en tanto que el diablo lo despedazó todo con sus muy
fuertes y duras uñas, hobo el Caballero de la Verde Espada
lugar de levantarse; y como sin escudo se vió, y que la
espada no cortaba ninguna cosa, bien entendió que su fecho
no era nada si Dios no le enderezase a que el otro ojo le pudiera
quebrar, que por otra ninguna parte no aprovechaba nada trabajar
de lo ferir. Y con saña, pospuesto todo temor, fuese para
el Endriago que muy fallecido y flaco estaba de la mucha sangre
que perdía del ojo quebrado: y como las cosa pasadas de
su propia servidumbre caen y perecen, y ya enojado Nuestro Señor
que el enemigo malo oviese tenido tanto poder y fecho tanto mal
en aquellos que, aunque pecadores, en su santa fe católica
creían, quiso darle esfuerzo y gracia especial (que sin
ella ninguno fuera poderoso de acometer ni osar esperar tan gran
peligro) a este caballero para que sobre toda orden de natura
diese fin a aquel que a muchos lo había dado [...]; y pensando
acertarle en el otro ojo con la espada quísole Dios guiar
a que se la metió por una de las ventanas de las narices
que muy anchas las tenía, y con la gran fuerza que puso
y la que el endriago traía, el espada caló tanto
que le llegó a los sesos; mas el endriago como le vido
tan cerca, abrazóse con él y con las sus muy fuertes
y agudas uñas rompióle todas las armas de las espaldas,
y la carne y los huesos fasta las entrañas; y como él
estaba ahogado de la mucha sangre que bebía, y con el golpe
de la espada que a los sesos le pasó, y sobre todo la sentencia
que de Dios sobre él era dada y no se podía revocar,
no se pudiendo ya tener abrió los brazos y cayó
a la una parte como muerto sin ningún sentido. El caballero
como así lo vio, tiró por la espada y metiósela
por la boca cuanto más pudo, tantas veces que lo acabó
de matar; pero quiero que sepais que, antes que el alma le saliese,
salió de su boca el diablo y fue por el aire con muy gran
tronido.
(Cap. LXXIII, Parte
III)
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