Literatura Española del Siglo XVI

7.- CERVANTES

8.- El Quijote

8.2.1.- El Quijote y El Amadís

Puedes comparar la descripción de una batalla en El Amadís de Gaula con la batalla contra los molinos de viento (cap 8 de la 1ª parte) o cualquier otra del Quijote:

El caballero de la Verde Espada (Amadís) tomó su lanza y cubriose de su escudo. Como hombre que ya muerte tenía tragada, perdió todo su pavor; y lo más que pudo se fue contra el endriago, así a pie como estaba. El diablo, como lo vido, vino luego para él, y echó un fuego por la boca con un humo tan negro que apenas se podían ver el uno al otro. Y el de la Verde Espada se metió por el humo adelante, y llegando cerca dél, le encontró con la lanza por muy gran dicha en el un ojo, así que ge lo quebró. Y el endriago echó las uñas en la lanza y tomóla con la boca, y hízola pedazos, quedando el fierro con un poco del asta metido por la lengua y por las agallas, que tan recio vino que él mismo se metió por ella. Y dio un salto por le tomar, mas con el desatiento del ojo quebrado no pudo, y porque el caballero se guardó con gran esfuerzo y viveza de corazón, así como aquel que se vía en la misma muerte. Y puso mano a la su muy buena espada y fue a él, que estaba como desatentado, así del ojo como de la mucha sangre que de la boca le salía; y con los grandes resoplidos y resollos que daba, todo lo más della entraba por la garganta de manera que cuasi el aliento le quitara, y no podía cerrar la boca ni morder con ella. Y llegó a él por el costado y dióle tan gran golpe por cima de las conchas, que le no pareció sino que diera en una peña dura, y ninguna cosa le cortó. Como el endriago le vio tan cerca de sí, pensó le tomar entre sus uñas, y no le alcanzó sino en el escudo, y levógelo tan recio que fizo dar de manos en tierra. Y en tanto que el diablo lo despedazó todo con sus muy fuertes y duras uñas, hobo el Caballero de la Verde Espada lugar de levantarse; y como sin escudo se vió, y que la espada no cortaba ninguna cosa, bien entendió que su fecho no era nada si Dios no le enderezase a que el otro ojo le pudiera quebrar, que por otra ninguna parte no aprovechaba nada trabajar de lo ferir. Y con saña, pospuesto todo temor, fuese para el Endriago que muy fallecido y flaco estaba de la mucha sangre que perdía del ojo quebrado: y como las cosa pasadas de su propia servidumbre caen y perecen, y ya enojado Nuestro Señor que el enemigo malo oviese tenido tanto poder y fecho tanto mal en aquellos que, aunque pecadores, en su santa fe católica creían, quiso darle esfuerzo y gracia especial (que sin ella ninguno fuera poderoso de acometer ni osar esperar tan gran peligro) a este caballero para que sobre toda orden de natura diese fin a aquel que a muchos lo había dado [...]; y pensando acertarle en el otro ojo con la espada quísole Dios guiar a que se la metió por una de las ventanas de las narices que muy anchas las tenía, y con la gran fuerza que puso y la que el endriago traía, el espada caló tanto que le llegó a los sesos; mas el endriago como le vido tan cerca, abrazóse con él y con las sus muy fuertes y agudas uñas rompióle todas las armas de las espaldas, y la carne y los huesos fasta las entrañas; y como él estaba ahogado de la mucha sangre que bebía, y con el golpe de la espada que a los sesos le pasó, y sobre todo la sentencia que de Dios sobre él era dada y no se podía revocar, no se pudiendo ya tener abrió los brazos y cayó a la una parte como muerto sin ningún sentido. El caballero como así lo vio, tiró por la espada y metiósela por la boca cuanto más pudo, tantas veces que lo acabó de matar; pero quiero que sepais que, antes que el alma le saliese, salió de su boca el diablo y fue por el aire con muy gran tronido.

(Cap. LXXIII, Parte III)

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