Literatura Española del Siglo XVI
7.- CERVANTES 7.4.- NOVELAS
¡O pícaros de cozina, suzios, gordos y luzios; pobres fingidos, tullidos falsos, cicateruelos de Zocodouer y de la plaça de Madrid, vistosos oracioneros, esportilleros de Seuilla, mandilejos de la hampa, con toda la caterua inumerable que se encierra debaxo deste nombre picaro, baxad el toldo, amaynad el brio, no os llameys pícaros si no aueys cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes! ¡Allí, allí, que está en su centro el trabajo, junto con la poltronería! Allí está la suziedad limpia, la gordura rolliza, la hambre prompta, la hartura abundante, sin disfraz el vicio, el juego siempre, las pendencias por momentos, las muertes por puntos, las pullas a cada paso, los bayles como en bodas, las seguidillas como en estampa, los romances con estriuos, la poesía sin acciones. Aquí se canta, allí se reniega, acullá se riñe, acá se juega, y por todo se hurta. Allí campea la libertad y luze el trabajo; allí van o embían muchos padres principales a buscar a sus hijos, y los hallan; y tanto sienten sacarlos de aquella vida, como si los lleuaran a dar la muerte.
RINCONETE Y CORTADILLO [...]»Yo, señor hidalgo, soy natural
de la Fuenfrida, lugar conocido y famoso por los illustres passajeros
que por el de contino passan. Mi nombre es Pedro del Rincón,
mi padre es persona de calidad, porque es ministro de la santa Cruzada,
quiero dezir, que es bulero, o buldero, como los llama el vulgo. Algunos
días le acompañé en el oficio, y le aprendí
de manera, que no daría ventaja en echar las bulas al que más
presumiesse en ello. Pero auiéndome vn día aficionado
más al dinero de las bulas que a las mismas bulas, me abracé
con vn talego, y di conmigo y con él en Madrid, donde, con
las comodidades que allí de ordinario se ofrecen, en pocos
días saqué las entrañas al talego, y le dexé
con mas doblezes que pañuelo de desposado. Vino el que tenía
a cargo el dinero tras mí, prendiéronme, tuue poco fauor,
aunque viendo aquellos señores mi poca edad, se contentaron
con que me arrimassen al aldauilla, y me mosqueassen las espaldas
por vn rato, y con que saliesse desterrado por quatro años
de la Corte; tuue paciencia, encogí los ombros, sufrí
la tanda y mosqueo, y salí a cumplir mi destierro con tanta
priessa, que no tuue lugar de buscar caualgaduras. Tomé de
mis alhajas las que pude, y las que me parecieron más necessarias,
y entre ellas saqué estos naypes (y a este tiempo descubrió
los que se han dicho, que en el cuello traía), con los quales
he ganado mi vida por los mesones y ventas que hay desde Madrid aquí,
jugando a la veyntiuna; y aunque v. m. los vee tan astrosos y maltratados,
vsan de vna marauillosa virtud con quien los entiende, que no alçará,
que no quede vn as debaxo. Y si v. m. es versado en este juego, vera
quanta ventaja lleva el que sabe que tiene cierto vn as a la primera
carta, que le puede seruir de vn punto y de onze, que con esta ventaja,
siendo la veyntiuna embidada, el dinero se queda en casa. Fuera desto,
aprendí de vn cozinero de vn cierto embaxador ciertas tretas
de quinolas, y del parar, a quien también llaman el andaboba,
que assí como v. m. se puede examinar en el corte de sus antiparas,
assí puedo yo ser maestro en la ciencia vilhanesca. Con esto
voy seguro de no morir de hambre, porque, aunque llegue a vn cortijo,
ay quien quiera passar tiempo jugando vn rato; y desto hemos de hazer
luego la experiencia los dos; armemos la red, y veamos si cae algún
páxaro destos harrieros que aquí ay; quiero dezir, que
jugaremos los dos a la veyntiuna, como si fuesse de veras, que si
alguno quisiere ser tercero, él será el primero que
dexe la pecunia.»
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Como ya viste en la picaresca, según algunos críticos, anuncia Cervantes en el siguiente pasaje de la primera parte del Quijote la intención que tenía de escribir una novela picaresca: Capítulo 22: De la libertad que dio don Quijote a muchos desdichados que, mal de su grado, los llevaban donde no quisieran ir –Pues, ¿no te llaman
ansí, embustero? –dijo la guarda. |