Literatura Española del Siglo XVI

7.- CERVANTES

7.4.- NOVELAS

7.4.3.- La Galatea (1585)

7.4.3.2.-Estructura y novelas cortas

HISTORIA DE TIMBRIO Y SILERIO (Libros 2º y 3º) Fragmentos

-En la antigua y famosa ciudad de Xerez, cuyos moradores de Minerua y Marte son fauorescidos, nasció Timbrio, vn valeroso cauallero, del qual, si sus virtudes y generosidad de ánimo huuiesse de contar, a diffícil empresa me pondría. Basta saber que, no sé si por la mucha bondad suya, o por la fuerça de las estrellas, que a ello me inclinauan, yo procuré, por todas las vías que pude, serle particular amigo, y fueme el cielo en esto tan fauorable, que, casi oluidándose a los que nos conoscían el nombre de Timbrio y el de Silerio -que es el mío-, solamente los dos amigos nos llamauan, haziendo nosotros, con nuestra continua conuersación y amigables obras, que tal opinión no fuesse vana. Desta suerte los dos, con increyble gusto y contento, los moços años passáuamos, ora en el campo en el exercicio de la caça, ora en la ciudad en el del honroso Marte entreteniéndonos, hasta que vn día, de los muchos haziagos que el enemigo tiempo en el discurso de mi vida me ha hecho ver, le sucedió a mi amigo Timbrio vna pesada pendencia con vn poderoso cauallero, vezino de la mesma ciudad. Llegó a término la quistión, que el cauallero quedó lastimado en la honra, y a Timbrio fue forçoso ausentarse, por dar lugar a que la furiosa discordia cessasse que entre los dos parentales se començaua a encender, dexando escrita vna carta a su enemigo, dándole auiso que le hallaría en Italia, en la ciudad de Milán o de Nápoles, todas las vezes que, como cauallero, de su agrauio satisfazerse quisiesse. Con esto cessaron los vandos entre los parientes de entrambos, y ordenóse que a ygual y mortal batalla el offendido cauallero, que Pransiles se llamaua, a Timbrio desafiasse, y que, en hallando campo seguro para la batalla, se auisasse a Timbrio. Ordenó más mi suerte: que al tiempo que esto sucedió, yo me hallasse tan falto de salud, que a penas del lecho leuantarme podía, y por esta occasión se me passó la de seguir a mi amigo donde quiera que fuesse, el qual al partir se despidió de mí con no pequeño descontento, encargándome que, en cobrando fuerças, le buscasse, que en la ciudad de Nápoles le hallaría, y assí se partió, dexándome con mas pena que yo sabré agora significaros. Mas, al cabo de pocos días, pudiendo en mí más el desseo que de verle tenía, que no la flaqueza que me fatigaua, me puse luego en camino; [...]
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Y por no cansaros en deziros punto por punto lo que yo le respondí y lo que él más replicó, sólo os diré que el desdichado de Timbrio estaua enamorado de vna señora principal de aquella ciudad, cuyos padres eran españoles, aunque ella en Nápoles hauía nascido; su nombre era Nísida, y su hermosura tanta, que me atreuo a dezir que la naturaleza cifró en ella el estremo de sus pe[r]fectiones, y andauan tan a vna en ella la honestidad y belleza, que lo que la vna encendía la otra enfriaua, y los desseos que su gentileza hasta el más subido cielo leuantaua, su honesta grauedad hasta lo más baxo de la tierra abatía. A esta causa estaua Timbrio tan pobre de esperança, quan rico de pensamientos, y, sobre todo, falto de salud y en términos de acabar la vida sin descubrirlos: tal era el temor y reuerencia que hauía cobrado a la hermosa Nísida. Pero después que tuue bien conocida su enfermedad, y huue visto a Nísida y considerado la calidad y nobleza de sus padres, determiné de posponer por él la hazienda, la vida y la honra, y más si más tuuiera y pudiera, y assí vsé de vn artificio el mas estraño que hasta oy se aura oydo ni leydo, y fue que acordé de vestirme como truhán, y con vna guitarra entrarme en casa de Nísida, que, por ser, como ya he dicho, sus padres de los principales de la ciudad, de otros muchos truhanes era continuada. Parecióle bien este acuerdo a Timbrio, y resignó luego en las manos de mi industria todo su contento.
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Vi a Nísida, a Nísida vi, para no ver más, ni ay más que ver después de auerla visto. ¡O fuerça poderosa de amor, contra quien valen poco las poderosas nuestras! Y ¿es possible que en vn punto, en vn momento, los reparos y pertrechos de mi lealtad pusiesses en términos de dar con todos ellos por tierra? ¡Ay, que si se tardara vn poco en socorrerme la consideración de quien yo era, la amistad que a Timbrio deuia, el mucho valor de Nísida, el affrentoso hábito en que me hallaua, que todo era impedimento a que, con el nueuo y amoroso desseo que en mí hauía nascido, no nasciesse también la esperança de alcançarla, que es el arrimo con que el amor camina o buelue atrás en los enamorados principios! En fin, vi la belleza que os he dicho, y porque me importaua tanto el verla, siempre procuré grangear el amistad de sus padres y de todos los de su casa, y esto con hazer del gracioso y bien criado, haziendo mi officio con la mayor discreción y gracia a mí possible.
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A vuestra consideración discreta dexo el imaginar lo que podía sentir vn coraçón a quien de vna parte combatían las leyes de la amistad, y de otra las inuiolables de Cupido; porque si las vnas le obligauan a no salir de lo que ellas y la razón le pedían, las otras le forçauan que tuuiesse cuenta con lo que a su contento era obligado. Estos sobresaltos y combates me apretauan de manera que, sin procurar la salud agena, comencé a dudar de la propria, y a ponerme tan flaco y amarillo, que causaua general compassión a todos los que me mirauan; y los que más la mostrauan eran los padres de Nísida, y aun ella mesma, con limpias y christianas entrañas, me rogó muchas vezes que la causa de mi enfermedad le dixesse, offreciéndome todo lo necessario para el remedio della. “¡Ay -dezía yo entre mí quando Nísida tales offrecimientos me hazía-, y con quanta facilidad, hermosa Nísida, podría remediar vuestra mano el mal que vuestra hermosura ha hecho! Pero preciome tanto de buen amigo, que, aunque tuuiesse tan cierto mi remedio como le tengo por impossible, impossible sería que le acetasse.” Y como estas consideraciones en aquellos instantes me turbassen la fantasía, no acertaua a responder a Nisida cosa alguna, de lo qual ella y otra hermana suya, que Blanca se llamaua, de menos años, aunque no de menos discreción y hermosura que Nísida, estauan marauilladas; y, con más desseo de saber el origen de mi tristeza, con muchas importunaciones me rogauan que nada de mi dolor les encubriesse. Viendo, pues, yo que la ventura me offrecía la comodidad de poner en effecto lo que hasta aquel punto mi industria auía fabricado, vna vez que acaso Nísida y su hermana solas se hallauan, tornando ellas de nueuo a pedirme lo que tantas vezes, les dixe: “No penseys, señoras, que el silencio que hasta agora he tenido en no deziros la causa de la pena que imaginays que siento, lo aya causado tener yo poco desseo de obedeceros, pues ya se sabe que, si algún bien mi abatido estado en esta vida tiene, es hauer grangeado con el venir a términos de conoceros y como criado seruiros; sólo ha sido la causa imaginar que, aunque la descubra, no seruirá para más de daros lástima, viendo quan lexos está el remedio della; pero ya que me es forçoso satisfazeros en esto, sabreys, señoras, que en esta ciudad está vn cauallero, natural de mi mesma patria, a quien tengo por señor, por amparo y por amigo, el más liberal, discreto y gentil hombre que en gran parte hallar se pueda, el qual está aquí ausente de la amada patria por ciertas quistiones que allá le succedieron, que le forçaron a venir a esta ciudad, creyendo que, si allá en la suya dexaua enemigos, acá en la agena no le faltarán amigos; mas hale salido tan al reues su pensamiento, que vn solo enemigo que él mesmo, sin saber cómo, aquí se ha procurado, le tiene puesto en tal estremo, que, si el cielo no le socorre, con acabar la vida acabará sus amistades y enemistades; y como yo conozco el valor de Timbrio -que este es el nombre del cauallero cuya desgracia os voy contando-, y se lo que perderá el mundo en perderle, y lo que yo perderé si le pierdo, doy las muestras de sentimiento que haueys visto, y aun son pocas, según a lo que me obliga el peligro en que Timbrio está puesto. Bien sé que desseareys saber, señoras, quién es el enemigo que a tan valeroso cauallero como es el que os he pintado tiene puesto en tal estremo; pero también sé que, en diziéndoosle, no os marauillareys sino de cómo ya no le tiene consumido y muerto. Su enemigo es amor, vniuersal destruydor de nuestros sossiegos y bien andanças. Este fiero enemigo tomó possessión de sus entrañas. En entrando en esta ciudad, vio Timbrio vna hermosa dama, de singular valor y hermosura; mas tan principal y honesta, que jamás el miserable se ha auenturado a descubrirle su pensamiento.”
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SILERIO
¿Qué laberintho es este do se encierra
mi loca leuantada fantasía?
¿Quién ha buelto mi paz en cruda guerra,
y en tal tristeza toda mi alegría?
¿O qual hado me truxo a ver la tierra 5
que’a de seguir de sepoltura mía,
o quien reduzirá mi pensamiento
al término que pide vn sano intento?
Si, por romper este mi frágil pecho
y despojarme de la dulce vida, 10
quedasse el suelo y cielo satisfecho
de que a Timbrio guardé la fe deuida,
sin que me acobardara el crudo hecho,
yo fuera de mí mesmo el homicida;
mas, si yo acabo, en él acaba luego 15
la amorosa esperança y cresce el fuego.
Llueuan y caygan las doradas flechas
del ciego dios, y con rigor insano
al triste coraçón vengan derechas,
disparadas con fiera ayrada mano; 20
que, aunque ceniza y poluo queden hechas
las heridas entrañas, lo que gano
en encubrir su dolorosa llaga,
es rica de mi mal illustre paga.

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