Literatura
Española del Siglo XVI
5.4.- Misceláneas y cuentos 5.4.1.1.- Pedro Mexía: Silva de varia lección (1540) Cap. IV Quán excelente cosa es el secreto y cómo se debe guardar. Cuéntanse algunos exemplos de secretos notables y sentencias que lo alaban. [...]Devrían tomar de aquí [una anécdota previa] enxemplo todos los senadores de nuestros ayuntamientos, y que no oviese entre ellos,como hay algunos, que tan fácilmente quebranten el secreto a que son obligados. [Mexía era caballero veinticuatro de Sevilla] Para confusión de los quales quiero contar un galán cuento que Aulo Gelio en sus Noches áticas, y Macrobio en sus Saturnales, escriven, que passa desta manera: en Roma era costumbre que aquellos padres senadores, quando entravan en su Senado, los que querían dellos metían consigo algunos de sus hijos, de los que fuessen niños y en la hedad que se vestían las vestiduras pretextas (que era particular ropa de los hijos de los nobles, hasta que avían diez y siete años), para que, viendo y notando los niños lo que allí passava, quando viniessen a hedad de regir, tuviessen ya noticia y regla de lo que devían hazer; y teníanlos tan castigados y virtuosos, que assí guardavan el secreto de lo que se tractava como ellos propios. Acaesció, pues, un día, que se tractó en el Senado un cierto negocio de mucha importancia y calidad, y porfióse tanto, que ovieron de salir más tarde de lo acostumbrado, y quedó la determinación dél para otro día, mandando que de tuviesse grande secreto. Aquel día, entre otros moços, se halló con su padre en el Senado un Papirio, cuya familia fue muy yllustre en Roma; el qual, como vino a su casa, preguntándole su madre qué cosa era la que aquel día se avía tractado, que tanto avían tardado, el hijo le dixo que no era negocio para se poder dezir, porque se avía puesto precepto de silencio. Con esta respuesta, como suele acaescer, tuvo la madre mayor cobdicia de sabello; y unas vezes con halagos y otras con amenazas, y aún con obras, apretó tanto al mochacho, que él, por se librar sin descubrir su secreto, acordó de la engañar y dixo que lo que se avía platicado y se avía de determinar otro día era que les parescía a muchos de los senadores que a la república convenía, para que la gente se multiplicasse, que cada hombre tuviesse dos mugeres, y que otros eran en dezir que antes sería mejor lo contrario, que cada muger pudiesse tener dos maridos, y que otro día se avía de tomar resolución, en que quedaría. Creyólo la buena de la madre y, rescibida muy grande alteración, luego aquella noche avisó a las matronas romanas del negocio y del estado en que estava, como si de hecho passara, encargándoles que cada una negociasse por su parte lo mejor que pudiesse para que tal cosa no pasasse. Otro día siguiente, viérades a la puerta del Senado muy grande número de señoras, procurando y pidiendo que no se hiziesse tan injusta ley que un hombre fuesse casado con dos mugeres; que ya que huviesse de ser, que fuesse al revés. Los senadores, como no sabían el propósito por que se dezía, estavan espantados y, entrados dentro, unos a otros preguntavan qué cosa era aquélla y qué desonestidad y profanidad de mugeres. E como ninguno supiesse dezir al otro qué era, el moço Papirio los sacó desta congoxa, contando en presencia del Senado lo que con su madre le avía passado y cómo, por el muy grande temor qué él tuvo de su madre, le avía hecho usar de aquel engaño. Y assí, todos alabaron la gran constancia y secreto del moço; y fue allí acordado y mandado que, de allí adelante, ningún mochacho fuesse metido en el Senado (salvo este Papirio, que sólo pudiesse entrar), porque, con miedo o halago, por parte de los niños no fuesse descubierto el secreto. Por cierto, en este niño devrían tomar exemplo los viejos de agora... (I, 4, págs. 199-201) ............................................. Es la historia que, estando una vez
Nicolau, marqués de Ferrara, pasando el tiempo en pláticas
con un truhán suyo, le preguntó de qué oficio
le parescía a él que había más número
de personas en Ferrara, y el loco discreto le respondió que
de médicos, y el marqués, oyendo esto, se rió
y burló de él diciendo: |