Literatura Española del Siglo XVI
4.- PROSA DEL PRIMER RENACIMIENTO
Mamotreto XXIV .................................................. Epílogo Esta epístola añadió el autor el año de mil quinientos veintisiete, vista la destrucción de Roma y la gran pestilencia que sucedió, dando gracias a Dios que le dejó ver el castigo que méritamente Dios permitió a un tanto pueblo ¿Quién jamás pudo pensar, oh Roma, oh Babilón, que tanta confusión pusiesen en ti estos tramontanos occidentales y de Aquilón, castigadores de tu error? Leyendo tus libros verás lo que más merece tu poco temor. ¡Oh qué fortuna vi en ti! Y hoy habiéndote visto triunfante y ahora te veo y con el dedo te cuento, dime, ¿dónde son los galanes, las hermosas que con una chica fosa en diez días cubriste y encerraste dando fin a las favoridas, pues una sábana envolvió sus cuerpos pestíferos? Las que no se podía vivir con ellas ya son sepultas, yo las vi. ¡Oh, Lozana!, ¿qué esperas? Mira la Garza Montesina, que la llevan sobre una escalerita por no hallar, ni la hay, una tabla en toda Roma. ¿Dónde es el favor? ¿Cómo van sin lumbre, sin son y sin llanto? Mira los galanes que se tapan las narices cuando con ellas pasan. ¡Oh, Dios!, ¿pensolo nadie jamás tan alto secreto y juicio como nos vino este año a los habitadores que ofendíamos a tu Majestad? No te ofendieron las paredes, y por eso quedaron enhiestas, y lo que no hicieron los soldados hiciste tú, Señor, pues enviaste después del saco y de la ruina pestilencia inaudita con carbones pésimos y sevísimos, hambre a los ricos, hechos pobres mendigos. Finalmente que vi el fin de los muchos juicios que había visto y escrito. ¡Oh, cuánta pena mereció tu libertad, y el no templarte, Roma, moderando tu ingratitud a tantos beneficios recibidos! Pues eres cabeza de santidad y llave del cielo, y colegio de doctrina y cámara de sacerdotes y patria común, quién vio la cabeza hecha pies y los pies delante. ¡Sabroso principio para tan amargo fin! ¡Oh, vosotros, que vendréis tras los castigados, mirá este retrato de Roma, y nadie o ninguno sea causa que se haga otro! Mirá bien éste y su fin, que es el castigo del cielo y de la tierra, pues los elementos nos han sido contrarios. Gente contra gente, terremotos, hambre, pestilencia, presura de gentes, confusión del mar, que hemos visto no solamente perseguirnos sus cursos y raptores, pero este presente diluvio de agua, que se ensoberbeció Tíber y entró por toda Roma a días doce de enero, año de mil quinientos veintiocho, así que llegó al mismo señal que fue puesto el año de mil quinientos quince, donde están escritos estos versos: Bis denos menses decimo peragente
Leone, [Estando León en el vigésimo mes de su reino, en los idus [13] de noviembre, llegó hasta aquí el agua del Tiber] No se puede huir la Providencia divina, pues con lo sobre dicho cesan los delicuentes con los tormentos, mas no cesarán sol, luna y estrellas de pronosticar la meritoria que cada uno habrá. Por cierto no fui yo el primero que dijo: Ve tibi, civitas meretrix! Por tanto, señor Capitán del felicísimo ejército imperial, si yo recibiese tanta merced que se dilatase demandar este retrato en público, me sería a mí disculpa y al retrato privilegio y gracia. La cual, desde ahora, la nobleza y caballería de vuestra merced se la otorgó, pues mereció este retrato de las cosas que en Roma pasaban presentarse a vuestra clara prudencia para darle sombra y alas a volar sin temor de los vituperadores que más atildado lo supieran componer. Mas no siendo obra sino retrato, cada día queda facultad para borrar y tornar a perfilarlo, según lo que cada uno mejor verá; y no pudiendo resistir sus reproches y pinceles acutísimos de los que remirarán no estar bien pintado o compuesto, será su defensión altísima y fortísima inexpugnable el planeta Marte que al presente corre, el cual planeta contribuirá favor al retrato en nombre del autor. Y si alguno quisiere combatir con mi poco saber, el suyo mucho y mi ausencia me defenderá. Esto digo, noble señor, porque los reprochadores conozcan mi cuna, a los cuales afectuosísimamente deseo informar de las cosas retraídas, y a vuestra merced servir y darle solacio, la cual nuestro señor próspero, sano y alegre conserve muchos y felicísimos tiempos. Ruego a quien tomare este retrato que lo enmiende antes que vaya en público, porque yo lo escribí para enmendarlo por poder dar solacio y placer a lectores y audientes, los cuales no miren mi poco saber sino mi sana intención y entreponer el tiempo contra mi enfermedad. Soy vuestro y a vuestro servicio; por tanto, todos me perdonaréis. Si quieres leer el libro completo puedes hacerlo en la dirección de abajo http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/la-lozana-andaluza--1/html/ Si quieres ver una versión facsímil con ilustraciones pincha abajo http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/retrato-de-la-lozana-andaluza--0/html/ |