Literatura Española del Siglo XVI

4.- Prosa del Primer Renacimiento

4.1.- Fray Antonio de Guevara (1480?-1545)

4.1.2.1.- Relox de príncipes y Libro del Emperador Marco Aurelio (1529)

Capítulo II

De los maestros que tuvo Marco Aurelio Emperador, y de las leyes que tenían los romanos en criar los moços.

No tenemos por auténcticas hystorias dónde, quándo, cómo, en qué manera, en qué exercicios, con qué personas o en qué tierras aya expendido lo más de su vida este buen Emperador. Solamente en breves palabras dize Julio Capitulino aver estado los veinte y tres años so encomienda de Hadriano el Emperador, pero lo contrario se halla por otros hystoriadores.[...]
Caso que Annio Vero, su padre de Marco el Emperador (como arriba diximos), huviese seguido el exercicio de la milicia, pero a su hijo púsole en el camino de la sciencia. Era ley muy usada y costumbre muy guardada en la pollicía romana [28] que todo ciudadano que gozava de la libertad de Roma, que, en compliendo diez años su hijo, no le pudiese por las calles más dexar andar vagabundo. No avía de permittir el censor que regía a Roma y mirava los barrios cada día della más de hasta diez años al niño que fuese niño: dende en adelante era obligado su padre o criarle fuera del ámbito de Roma o salir por fiador que su hijo no haría ninguna locura. Quando Roma triumphava y por su pollicía Roma al mundo regía (cosa por cierto monstruosa de ver entonces y no menos espantosa a nosotros de oír agora), ver en Roma quatrocientos mill vezinos, entre los quales eran más de los dozientos mill moços, y que tuviese tan enfrenado el brío de tanta iuventud, que al hijo de Cathón castigaron por atrevido, y a un hermano del buen Cina desterraron por vagabundo.
Si no nos engaña Cicerón en el libro De las leyes romanas, ningún romano avía ser osado atravesar por las calles de Roma si no llevava en la mano la señal del officio de que bivía, porque todos cognosciesen que bivía de su trabajo y no del sudor ageno, y esta ley por todos igualmente era guardada: el Emperador llevava un blandón ardiendo delante de sí; el cónsul, unas hachas de armas; los sacerdotes, unos pileos a manera de escofias; los senadores, unas conchas en los braços; los censores, una tablilla pequeña; los tribunos, unas muças; los centuriones, unas tovas; los oradores, un libro; los gladiatores, una espada; los sastres, unas tijeras; los herreros, un martillo; los plateros, un crisol; y assí de todos los otros offiçios.
Podemos collegir de lo sobredicho que, pues Marco el Emperador fue nascido en Roma, sus padres desde la niñez le darían buena criança. Y caso que nos sean los prinçipios de su moçedad occultos, a lo menos somos çiertos sus medios y fines aver sido muy gloriosos. Su padre, Annio Vero, quiso que su hijo Marco, dexadas las armas, siguiese el estudio, y por cierto es de pensar que fue esto hecho más por la cordura del padre que no por la covardía del hijo.
[Armas/Letras] Si los hechos de los muertos no engañan a los que somos bivos y el caso se iuzga por iuyzios claros y se sentençia por personas maduras, hallaremos que pocos han sido los que se [29] han perdido por letras y muy menos los que se han ganado por armas. Rebolvamos todos los libros y pesquisemos por todos los reynos, y el fin dirános aver pocos en sus reynos muy dichosos en armas y iuncto con esto tener muchos muy famosos en letras. Demos de todo esto exemplo y verán ser verdad lo que digo: no tuvieron más de un rey Nino los assyrios, un Hormesta los siciomios, un Licurgio los lacedemonios, un Prometheo los aegypcios, un Machabeo los hebreos, un Hércoles los griegos, un Alexandro los macedonios, un Pyrrho los epirotas, un Héctor los troianos, un Theutonio los cymbros, un Biriato los hispanos, un Haníbal los pennos, un Iulio César los romanos.
No es assí de los hombres doctos, porque si los griegos tienen a Homero, no menos Grecia se iacta de los Siete Sabios, a los quales creemos más en su philosophía que no a Homero en las guerras de Troia, porque tan diffícil será hallar una verdad en Homero como una mentira en estos sabios [Épica mentirosa/filosofía e historia verdaderas]. Por semejante, los antiguos romanos no sólo tuvieron a Cicerón muy eloqüente, pero también a Salustio, y a Lucano, y a Tito Livio, y a Marco Varrón, con otro esquadrón de varones muy aprobados, los quales dexaron tanto crédito en sus escripturas por dezir las verdades, quanto se perdió Cicerón en el Senado por usar de lisonjas. Y como dezimos de estos pocos griegos y latinos, podríamos dezir de los assyrios, persas, medos, argivos, acayos, pennos, gallos, germanos, britanos, hispanos, en las quales naciones todas sin comparación dexaron de sí más memoria y honraron su patria los que esclarecieron por letras que no los que se señalaron por armas.
Dexadas, pues, las hystorias peregrinas, y tornando a la criança de nuestro emperador Marco Aurelio (como cuenta Eutropio en el libro De Caesaribus), según que este excellente varón deprendió muchas y diversas sciencias, assí tuvo muchos y diversos maestros para enseñárselas. Estudió Grammática con un maestro que se llamava Eufornión; Música con otro que se llamava Gémino Cómmodo; Eloqüencia con Alexandro Greco y con Orosio, Apro, Frontón y Pulión. En Philosophía natural tuvo por maestros a Cómmodo Calcedónico, varón anciano y que expuso a Homero, y a Sexto Cheronense, [30] sobrino del famoso Plutarco. Estudió assimesmo leyes, y fue su maestro Volusio Meciano. Precióse este Emperador de saber pintar y debuxar, en cuya arte fue su maestro Diogeneto, en aquellos tiempos famoso pintor. Trabajó assimesmo saber y escudriñar a qué se extendía el arte de Nigromancía, por cuya occasión yva públicamente a oír a Polonio. Y porque no le quedase algo de deprender, diose sobre todas las sciencias a la Cosmographía, en la qual tomó por maestros a Junio Rústico, el qual después escrivió su vida, y a Cina Catulo, que escrivió la muerte suya y la vida de Cómmodo, su hijo. De estos varones excellentes que florecían en aquellos tiempos fue doctrinado en las virtudes y enseñado en las sciencias [Cortesano perfecto, humanista] .
Llorando Cicerón la antigua pollicía de Roma porque vía gran perdimiento en la república presente, dize en su Rhetórica que los antiguos romanos allí ponían siempre los ojos de donde pensavan poderles nascer mayores peligros. Cinco cosas tenían en Roma entre las otras sobre las quales avía suprema vigilancia, en las quales ni el Senado se descuidava, ni ley alguna dispensava, y eran éstas: los sacerdotes que fuesen honestos; las vírgines vestales, muy castas; los censores, muy justos; los capitanes, muy esforçados; y los que enseñavan a moços, muy virtuosos. No se permittía en Roma el que era maestro de sciencias fuese discípulo de vicios. [31]

Capítulo XXXI

De lo que dixo un villano del Danubio en presençia del Emperador Marco a todo el Senado de Roma. Es cosa notable.

[El texto del Villano del Danubio tuvo dos redacciones. En azul tienes algunas de las variantes de la segunda con respecto a la primera.]

Estando malo el Emperador, como en el capítulo passado avemos dicho, un día estando con él muchos médicos y oradores, movióse la plática de hablar quán mudada estava Roma, no sólo en los edifiçios, pero aun en las costumbres, y quán poblada de lisonjeros y despoblada de hombres que osasen dezir las verdades. Entonçes tomó la plática el Emperador y dixo estas palabras:

«En el año primero que fui cónsul, vino un pobre pajés [villano] de las riberas del Danubio a pedir iusticia al Senado contra un çensor que hazía muchos desafueros en su pueblo. [Descripción] Él tenía la cara pequeña, los labios grandes, los ojos hundidos, [el color adusto], el cabello herizado, la cabeça sin bonete, los çapatos de un cuero de puercoespín, el sayo de pelos de cabra, la çinta de iuncos marinos [y la barba larga y espesa, las cejas que le cubrían los ojos, los pechos y el cuello cubierto de vello como de oso] y un azebuche en la mano. Fue cosa de ver su persona y monstruosa de oýr su plática. Por cierto, quando le vi entrar en el Senado, pensé que era algún animal en figura de hombre y, de que le oý, iuzgué ser uno de los dioses, si dioses ay entre hombres. Y como fuese costumbre en el Senado que primero fuesen oýdas las querellas de los pobres que las demandas de los ricos, dándole lugar a este villano començó su plática, en la qual se mostró tan osado como en las vestiduras estremado y dixo assí:

"¡O, Padres Conscriptos!, ¡o, Pueblo venturoso! Yo, Mileno, vezino de las riparias ciudades del Danubio, saludo a [124] vosotros, los senadores que estáis aquí en el Sacro Senado ayuntados.
Los hados lo permittiendo, y nuestros dioses nos desamparando, los capitanes de Roma con su sobervia subiectaron a las gentes de la triste Germania. Grande es vuestra gloria, ¡o, romanos!, por las batallas que por el mundo avéis dado; pero si los escriptores dizen verdad, mayor será vuestra infamia en los siglos advenideros por las crueldades que en los innocentes avéis hecho.
Mis antepassados poblaron cabe el Danubio porque, haziéndoles mal la tierra seca, se acogesen al agua húmida; y si les enojase el agua inconstante, se tornasen seguros a la tierra firme. Pero ¿qué diré? Ha sido tan grande vuestra cobdicia de tomar bienes agenos, y tan famosa vuestra sobervia de mandar en tierras estrañas, que ni la mar nos pudo valer en sus abismos, ni la tierra segurar en sus cuevas. Pero yo espero en los iustos dioses que, como vosotros a sinrazón fuistes a echarnos de nuestras casas y tierra, otros vernán que con razón hos echen a vosotros de Italia y Roma.
Infallible regla es el que toma a otro por fuerça lo ageno pierda el derecho que tiene a lo suyo proprio. Mirad, romanos, yo, aunque soy villano para cognoscer quién es iusto en lo que tiene o quién es tyranno en lo que possee, esta regla tengo: todo lo que los malos con su tyrannía allegaren en muchos días se lo quitarán los dioses en un día, y por contrario todo lo que los buenos perdieron en muchos años se lo tornarán los dioses en una hora. Creedme una cosa, y no dubdes en ella, que de la iniusta ganançia de los padres viene la iusta perdida después en los hijos, y si los dioses no quitan a los malos cada cosa que ganan luego como la ganan, es la razón porque dissimulando con ellos ayunten poco a poco muchas cosas, y después quando estén más descuidados se las quiten todas iunctas. Y este es iusto juizio de los dioses, que pues ellos hizieron mal a muchos, alguno les haga mal a ellos.
¡O!, con quánta lástima se pierde lo que en muchos años y con muchos sudores se gana. Por cierto el hombre cuerdo [125] si es cuerdo no es possible en cosa agena que tome gusto. Y torno a dezir: el hombre que tiene cosa agena, estoy espantado cómo puede vivir sola una hora, pues vee que los dioses tiene iniuriados, los vezinos escandalizados, los enemigos contentos, los amigos perdidos, a los que lo robó agraviados, y sobre todo su persona puesta en peligro.
Infame es entre los hombres y reo a los dioses el hombre que tiene tan caninos los deseos de su coraçón, y tan sueltas las riendas de sus obras, que lo poco del pobre le paresçe mucho y lo mucho suyo le paresce poco. ¡O!, quán maldito es el hombre (ni me da más que sea griego, que sea latino) que sin más consideraçión quiere trocar la fama con la infamia, la iusticia con la iniusticia, la rectitud con la tyrannía, la verdad por la mentira, lo cierto por lo dubdoso, teniendo astío por lo proprio y moriendo por lo ageno. El que tiene por principal intento allegar hazienda para los hijos y no buscar buena fama entre los buenos, justa cosa es pierda los tales bienes y sin fama quede infame entre los malos. Sepan todos los cobdiciosos, si no lo saben, que jamás entre hombres nobles se alcançó fama buena sino derramándose la hazienda mala. No se podrá suffrir muchos días ni menos encobrirse muchos años ser el hombre tenido por rico entre los ricos y por honrado entre los honrados, porque o le han de infamar que allegó las riquezas con mucha cobdicia, o las guarda agora con sobrada avariçia. ¡O!, si los cobdiciosos tuviesen tanta cobdicia de su honra propria como tienen de la hazienda agena, yo hos iuro que ni la polilla de la cobdicia les royese el reposo de la vida, ni el cánçer de la infamia los destruyese la fama después en la muerte.
Oýd, romanos, oýd esto que hos quiero dezir, y plega a los dioses que lo sepáis gustar. Yo veo que todos aborreçen la sobervia y ninguno sigue la mansedumbre, todos condemnan el adulterio y a ninguno veo continente, todos maldizen la intemperançia y a ninguno veo templado, todos loan la paçiençia y a ninguno veo suffrido, todos reñegan de la pereza y a todos veo que huelgan, todos blasfeman de la avariçia y a todos veo que roban. Una cosa veo, y [126] no sin lágrimas la digo, que todos con sola la lengua blasonan de las virtudes y después ellos mesmos con todos sus miembros sirven a los viçios. No digo esto por los romanos que están en el Illýrico, sino por los senadores que veo en este Senado. Vosotros, los romanos, en vuestras vanderas al derredor de vuestras armas traéis por mote estas palabras: «Romanorum est debellare superbos et parcere subiectis.» Por cierto mejor diríades: «Romanorum est spoliare innocentes et inquietare quietos», porque vosotros los romanos no sois sino mollidores de gentes quietas y robadores de sudores agenos. [127]

Capítulo XXXII

Cómo el villano prosigue su plática. Dize cosas más particulares al Senado, espeçial contra los romanos crueles y juezes tyrannos.

Pregúntohos, ¡o, romanos!, qué actión teníades vosotros, siendo criados cabe el río Tíberim, a nosotros, que nos estávamos a las riberas del Danubio. ¿Por aventura vístesnos de vuestros enemigos ser amigos, o a nosotros declararnos por vuestros enemigos? ¿Por aventura oýstes dezir que, dexando nuestras tierras, poblamos tierras agenas? ¿Por ventura oýstes que, levantándonos contra nuestros señores, perturbamos reynos agenos? ¿Por ventura embiástesnos algún embaxador que nos combidase a ser vuestros amigos, o vino alguno de nuestra parte a Roma a desafiaros como a nuestros enemigos? ¿Por ventura murió algún rey en nuestra tierra que en su testamento hos dexase por herederos, o hallastes algunas leyes antiguas por las quales nosotros hemos de ser vuestros vassallos?
Por cierto en Alemania tan aýna sentimos vuestra tyrannía como oýmos vuestra fama. Y más hos diré: que el nombre de romanos y las crueldades de tyrannos iunctamente en un día llegaron a nuestros pueblos. Ya no sé qué me diga, romanos, del descuido de los dioses y del atrevimiento de los hombres, porque veo que el que tiene mucho tyranniza al que tiene poco; y el que tiene poco, aunque le es infamia, sirve al que tiene mucho; y la cobdiçia desordenada se conçierta con la malicia secreta; y la malicia secreta da lugar al robo público; y al robo público no ay quien le vaya a la mano. Y de aquí viene que la cobdiçia de un [128] malo es necessario complirse en periuyzio de muchos buenos.
Una cosa hos quiero dezir: o los dioses se han de descuidar, o los hombres han de fenesçer, o el mundo se ha de acabar, o el mundo no será mundo, o la fortuna hincará el clavo, o lo que ganastes en ochoçientos años vernéis a perder en ocho días, y como hos hezistes señores de muchos, vernéis a ser esclavos de todos. Por cierto iniustos serían los dioses si esto no viesen los que vernán en los siglos advenideros, porque el hombre que se hizo tyranno por fuerça, iusto es que le tornen esclavo por iustiçia. Y ya que nos tomastes la nuestra mísera tierra, ¿es verdad que nos guardáis en iusticia?
Espantado estoy de vosotros, los romanos, embiarnos unos juezes tan simples, que por los dioses iuro que ni vuestras leyes saben declarar, ni las nuestras entender. Yo no sé qué les mandáis acá, pero diré lo que hazen allá. Toman lo que les dan en público, coechan lo que desean en secreto, castigan gravemente al pobre, dissimulan con el dinero del rico, consienten muchos males por llevarles después más derechos. Quien no tiene hazienda, no cure pedirles iusticia, y finalmente, so color que son iuezes del Senado de Roma, dizen que pueden robar aquella tierra.
¿Qué es esto, romanos? ¿Nunca ha de tener fin vuestra sobervia en mandar y vuestra cobdicia en robar? Dezid qué queréis: si lo avéis por nuestros hijos, cargadlos de hierros y hazedlos esclavos; si lo avéis por algo de nuestras haziendas, yd y tomadlas todas; si no hos contentan nuestros serviçios, mandad cortarnos las cabeças, porque no será tan crudo el cuchillo en nuestras gargantas como son vuestras tyrannías en nuestros coraçones. ¿Sabéis que avéis hecho?: que nos hemos iuramentado de no llegar más a nuestras mugeres y de matar a nuestros hijos por no los dexar en manos de tan crudos tyrannos. Más queremos suffrir los bestiales movimientos de la carne por veinte o treinta años que no morir con tan gran lástima dexando los hijos esclavos. [...]

[...] pero también creo que las crueldades que vosotros en nosotros habéis hecho, y la ingratitud que con los dioses habéis tenido, aún no las habéis pagado; mas tengo gran certenidad que todo lo habéis de pagar, y en este caso podría ser que como ahora nos tratáis como a esclavos, algún día nos reconoceréis por señores. Después que en este camino he visto las bravas montañas, las diversas provincias, las muchas naciones, las tierras ásperas, las gentes tan bárbaras, las muchas y muchas millas que hay de Germania a Roma, yo no sé qué locura le tomó a Roma de enviar a conquistar a Germania; porque, si lo hizo con codicia de sus tesoros, sin comparación fue más el dinero que se gastó en conquistarla, y ahora se gasta en sustentarla, que no le renta ni rentará por muchos años Germania, y podrá ser que primero la tenga perdida que no saquen la costa que hicieron por ella. Si me decís, romanos, que no por más fue Germania conquistada de Roma, sino porque Roma tuviese esta gloria de verse señora de Germania, también es esto vanidad y locura; porque muy poco aprovecha tener los muros de los pueblos ganados, y tener los corazones de los vecinos perdidos. Si decís que por eso conquistastes a Germania, por ampliar y ensanchar los términos de Roma, también me parece esa una muy frívola causa, porque no es de hombres cuerdos aumentar en tierra y disminuír en honra. Si decís que nos enviastes a conquistar a fin de que no fuésemos bárbaros ni viviésemos como tiranos, sino que nos queríades hacer vivir debajo de buenas leyes y fueros, tal sea mi vida si la cosa así sucediera; pero ¿cómo es posible que vosotros deis orden de vivir a los extranjeros, pues quebrantáis las leyes de vuestros antepasados? [...]
[...] ¿Es verdad que nos guardáis justicia y tenéis en paz y tranquilidad la tierra? No por cierto, sino que los que van allá nos toman la hacienda, y los que estáis acá nos robáis la fama, diciendo que pues somos una gente sin ley, sin razón y sin rey, que como bárbaros incógnitos nos pueden tomar por esclavos. Muy engañados vivís en este caso, oh romanos; ca no me parece que con razón nos pueden llamar gentes sin razón, pues tales cuales nos criaron nuestros dioses, nos estamos en nuestras casas propias, sin desear, ni buscar ni tomar tierras ajenas. Con mucha más razón podemos decir ser vosotros gente sin razón, pues no contentos con la dulce y fértil Italia, os andáis derramando sangre por toda la tierra. Que digáis nosotros merecer ser esclavos a causa que no tenemos príncipe que nos mande, ni senado que nos defienda; a esto os respondo que pues no teníamos enemigos, no curábamos de ejércitos, y que pues era cada uno contento con su suerte, no teníamos necesidad de superbo senado que gobernase; que siendo como éramos, todos iguales, no consentíamos haber entre nosotros príncipes; porque el oficio de los príncipes es suprimir a los tiranos y conservar en paz a los pueblos. Que digáis no haber en nuestra tierra república ni policía, sino que vivíamos como viven los brutos animales en una montaña, tampoco en esto, como en lo otro, tenéis razón; pero nosotros no consentíamos en nuestras tierras tratantes mentirosos ni bulliciosos, ni hombres que de otras tierras nos trujesen aparejos para ser viciosos y regalados; de manera que como en el vestir éramos honestos, y en el comer nos preciábamos de sobrios, no teníamos necesidad de muchos tratos [...]
No lo avíades de hazer assí, romanos. Antes, la tierra [129] tomada por fuerça ha de ser muy mejor regida, porque los míseros captivos, viendo que les administran recta iustiçia, olvidarían la tyrannía passada y domeñarían sus coraçones a la servidumbre perpetua. Pues ¿monta que si nos venimos a quexar de los agravios que hazen vuestros çensores allá en el Danubio, que nos oyréis los que estáis aquí en el Senado? ¿Sabéis lo que hazéis? Oýd, que yo hos lo diré. [Pretendiente en Cortes] Viene un pobre muy pobre a pediros aquí iusticia, y como no tiene dineros que dar, ni vino que presentar, ni azeite que prometer, cumplen con él de palabra, dizen que se verá su iustiçia, házenle gastar lo poco que tiene, no le dan nada de lo mucho que pide, y assí el mísero miserable que vino con quexa de uno se torna con quexa de todos, maldiziendo a sus crudos hados y exclamando a sus dioses iustos.
Yo vivo de varear avellotas en el invierno y de segar miesses en el verano, y algunas vezes pesco por mi passatiempo, de manera que todo lo más de mi vida passo solo en el campo. ¿Y no sabéis por qué? Pues oýd, que yo hos lo diré. Veo tantas tyrannías en vuestros çensores, házense tantos robos a los míseros pobres, oyo tantas quexas en aquel reyno y espero tan poco remedio de aqueste Senado, que determino como malaventurado de desterrarme de mi casa y dulçe compañía porque no sienta mi coraçón tanta lástima. Gran trabajo es suffrir un revés de fortuna, pero mayor es quando se comiença el mal a sentir y no se puede remediar; pero sin comparaçión es mayor quando lleva mi pérdida remedio, y el que puede no quiere y el que quiere no puede remediarlo. ¡O!, crudos romanos, si solo de traer a la memoria los trabajos que passamos mi lengua se entorpeçe, mis nervios se descoyuntan, mis ojos lloran sangre y mis carnes se consumen, ¿qué será, dezidme, allá en mi tierra verlo con los ojos, oýrlo con los oýdos, gustarlo con la persona? Por cierto el coraçón se parte, y el ánima se desmaya, y las entrañas se rompen, y creo que los dioses aun nos tienen manzilla.
No hos quiero rogar que de mis palabras no toméis escándalo, porque vosotros, los romanos, si sois romanos, [130] bien veréis que las fatigas que nos vienen de los hombres, entre los hombres, con los hombres y por mano de los hombres, no es de maravillar que las sientan los hombres como hombres. Una cosa sola me consuela, y muchas vezes con otros malaventurados como yo la pongo en plática, y es que pienso son tan iustos mis dioses, que sus castigos bravos no vienen sino de nuestras maldades crudas, y que nuestra culpa secreta los despierta a que hagan de nosotros iustiçia pública.
Pero de una cosa estoy muy turbado y que a los dioses nunca puedo tomar tino: ¿por qué a un bueno por pequeña culpa dan mucha pena y a un malo por muchas culpas no dan ninguna pena, dissimulando con unos y nada perdonando a otros? Paresce el parescer que grave agravio nos hazen los dioses: querernos affligir por mano de tales hombres, los quales, si iusticia huviese en el mundo quando nos castigan con sus manos no merescían tener las cabeças sobre sus hombros. Esto digo, romanos: que por los dioses immortales iuro que en quinze días solos que he estado en Roma, he visto hazer aquí tales y tantas cosas en este Senado, que si la menor dellas se hiziese en el Danubio, más pobladas estuviesen las horcas de ladrones que no las parras de uvas. Y pues ya mi deseo se ha visto do deseava y mi coraçón ha descansado en derramar la ponçoña que tenía, si en algo hos ha offendido mi lengua, he aquí me tiendo en este suelo para que lo pague mi garganta. Por cierto, más quiero ganar honra en offreçerme a la muerte que no que la ganéis vosotros comigo en quitarme la vida.
Y aquí acabó el rústico su plática. Pues dize agora el Emperador:
¿Qué hos paresce, amigos? ¡Qué núcleo de nuez, qué oro de escoria, qué grano de paja, qué rosa de espina, qué cañada de hueso allí se descubrió! ¡Qué razones tan altas, qué palabras tan bien dichas, qué verdades tan verdaderas y qué maliçias tan descubiertas descubrió! A ley de bueno [131] vos iuro, y assí me vea libre del mal que tengo, que una hora estuvo el villano tendido en la tierra y todos nosotros las cabeças baxas espantados, no podiéndole responder una palabra. Otro día, avido nuestro acuerdo en el Senado, proveýmos iuezes de nuevo para el Danubio y mandamos que nos diese por escripto todo aquel razonamiento, porque se pusiesen en el libro de los buenos hechos estrangeros que está en el Senado. Y aquel rústico por lo que dixo fue hecho en libertad patricio y que su persona fuese de Roma vezino y para siempre del erario público sustentado». [132]

Libro áureo de Marco Aurelio (1528). Versión de Emilio Blanco publicada por la Biblioteca Castro de la Fundación José Antonio de Castro: Obras Completas de Fray Antonio de Guevara, tomo I, páginas 1-333, Madrid 1994

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http://www.filosofia.org/cla/gue/guema.htm