Literatura Española del Siglo XVI

3.3.3.- San Juan de la Cruz (1542-1591)

3.3.3.3.- El lenguaje humano del amor divino [Parker: La filosofía del amor en la literatura española. 1480-1680]

Los Comentarios a Llama de amor viva

Ibn Ali ibn Muhammad al-Arabi (Murcia 1165- Damasco 1240)

Dhakha’ir al-a’laq (Tesoros de enamorados) (h.1215)

Introducción

La razón por la que he comentado estos versos ha sido que mis hijos espirituales Badr el abisinio e Isma'il ibn Sandakir me lo pidieron porque en la ciudad de Alepo habían oído a ciertos alfaquíes negar que ellos contuvieran nada sobre los divinos misterios y que el maestro [es decir, Ibn Arabí mismo], por ser amorosos, buscaba esconderlos bajo el velo de moralidad y religión. Por ello yo me apresuré a comentarlos y el cadí Ibn al-Adim, por mi encargo, recitó algunos en la presencia de un grupo de alfaquíes. Y cuando el detractor escuchó lo que estaba rechazando, se convirtió a Dios, glorioso y excelso, y dejó de condenar a los sufíes mendicantes y las expresiones líricas y amatorias que ellos usan en sus dichos refiriéndose los misterios divinos.
Así, a Dios excelso encomiendo la encuadernación de estas hojas; en ellas he comentado los versos amatorios que yo compuse en la noble ciudad de La Meca durante las ceremonias de mi visita ritual durante los meses de Rajab, Sha'ban y Ramadan, en los que me refiero a experiencias trascendentales, luces divinas, secretos espirituales, ciencias del intelecto y admoniciones de la Sagrada Ley. Yo había expresado todo ello en forma de expresiones líricas y amatorias para que todas las almas se enamoraran de estas expresiones y las inclinaciones del corazón se encelaran en prestarles atención. Éste es el lenguaje de todo letrado elegante, espiritual, delicado.
Con respecto a ello he hecho advertencia de mi objeto en los versos siguientes:

Todo cuanto menciono: ruinas,
campamentos, estancias, todo.
Así cuando digo ¡Ah! y ¡Oh!
y ¡Ay! y, para resumir, ¡ay también!,
y cuando digo ella y él
o ellos y ellas, plural o dual,
y también cuando escribo en mis versos
que el destino me ha llevado a la altura o a lo profundo,
y cuando digo que las nubes lloran
o que las flores sonríen,
y cuando clamo por los camelleros que se fueron
hacia el ban de Hajir y por los camellos del Himá,
y hablo de lunas que se ponen en los gineceos
o soles y plantas que se elevan
y rayos, truenos o brisa,
vientos —el austral— o el cielo,
camino, torrente o dunas,
montañas, ruinas o cenizas,
amigos, camellos o colinas,
arriates, boscajes o vedados,
o mujeres de pechos altivos y turgentes
que surgen como soles o estatuas,
todo cuanto menciono de esas cosas
o de algo parecido, hay que entenderlo
de los secretos y luces que aparecen,

y se elevan, que el Dios del cielo ha traído
a mi corazón o al corazón de aquellos
que como yo se someten a las leyes de los sabios.
Una descripción santa y elevada enseña
que mi verdad tiene un pasado,
por ello, aparta tú el pensamiento de lo exterior
y busca el interior para aprender.

(Dhakha'ir, p. 4)

Oda I

Yo quisiera saber si comprenden
qué corazón han poseído.
Y que mi corazón supiera
las sendas de montaña que han pasado.
¿Crees que están a salvo?
¿Crees que han perecido?
Los príncipes del amor se confunden
en el amor y se extravían.

Comentario a los cuatro versos:

Yo quisiera saber si comprenden
qué corazón han poseído.

El autor dice: ojalá supiera yo si comprenden. La mente en el estado más sublime, donde se halla el camino más placentero, se vuelve hacia las ideas divinas de las que los corazones místicos se enamoran apasionadamente; las que los espíritus aman profundamente y por las que los divinos obreros realizan todas sus obras.
Qué corazón han poseído se refiere al corazón perfecto de Mahoma, por su independencia de la limitación que imponen las moradas espirituales. No obstante, las ideas divinas lo han poseído. Y no puede ser de otra manera, pues ellas son lo que él busca, aunque es imposible que ellas lo sepan porque pertenecen, a la esencia de ese corazón, ya que él no contempla en ellas sino su propia condición y así se complace en ella y la ama ardientemente.

Y que mí corazón supiera
las sendas de montaña que han pasado.

El autor quiere decir con las sendas de montaña el camino hacia el corazón. Como si al escaparse de mí las ideas divinas yo preguntara: ¿qué camino lleva hacía los corazones de los místicos que ya han pasado estos senderos? Y menciona exclusivamente esa clase de sendas porque siempre se aplican a las montañas que son prominencias fijas, y se refiere a la morada espiritual que también es algo permanente, pues los estados místicos no lo son. Y si a éstos se les atribuye permanencia y duración es tan sólo a causa de su repetición en los corazones.

¿Crees que están a salvo?
¿Crees que han perecido?

Las ideas divinas en cuanto que son ideas no tienen existencia excepto por la existencia del que contempla. Como las moradas espirituales que tampoco poseen existencia sino por la existencia del que las establece. Así, si no existe una morada es porque tampoco hay quien la establezca y si no hay quien contemple tampoco puede haber objeto de contemplación en cuanto tal. Por ello su muerte se debe a la falta de uno que las contemple y esto es a lo que se refiere el autor con sus palabras están a salvo o han perecido.

Los príncipes del amor se confunden
en el amor y se extravían.

Cuando el amor exige algo y otra cosa que es su contraria, el amante se confunde y extravía porque en algunos de sus deseos está de acuerdo con el amado, en cuanto que éste lo desea y busca la unión con su amado. Pero si el amado desea la separación, entonces el amante se encuentra afligido por dos cosas contradictorias que le son igualmente amables. Ésta es la confusión que acompaña siempre al amor y que se atribuye a todo ser de quien se dice que está enamorado.