Literatura Española del Siglo XVI
3.3.3.3.- El lenguaje humano del amor divino [Parker: La filosofía del amor en la literatura española. 1480-1680] Los Comentarios a Llama de amor viva Ibn Ali ibn Muhammad al-Arabi (Murcia 1165- Damasco 1240) Dhakha’ir al-a’laq (Tesoros de enamorados) (h.1215) Introducción La razón por la que
he comentado estos versos ha sido que mis hijos espirituales
Badr el abisinio e Isma'il ibn Sandakir me lo pidieron porque
en la ciudad de Alepo habían oído a ciertos alfaquíes negar que ellos contuvieran nada sobre los divinos misterios
y que el maestro [es decir, Ibn Arabí mismo], por ser
amorosos, buscaba esconderlos bajo el velo de moralidad y religión.
Por ello yo me apresuré a comentarlos y el cadí
Ibn al-Adim, por mi encargo, recitó algunos en la presencia
de un grupo de alfaquíes. Y cuando el detractor escuchó
lo que estaba rechazando, se convirtió a Dios, glorioso
y excelso, y dejó de condenar a los sufíes mendicantes
y las expresiones líricas y amatorias que ellos usan
en sus dichos refiriéndose los misterios divinos.
Oda I
Comentario a los cuatro versos:
El autor dice: ojalá
supiera yo si comprenden. La mente en el estado más
sublime, donde se halla el camino más placentero, se
vuelve hacia las ideas divinas de las que los corazones místicos
se enamoran apasionadamente; las que los espíritus aman
profundamente y por las que los divinos obreros realizan todas
sus obras.
El autor quiere decir con las sendas de montaña el camino hacia el corazón. Como si al escaparse de mí las ideas divinas yo preguntara: ¿qué camino lleva hacía los corazones de los místicos que ya han pasado estos senderos? Y menciona exclusivamente esa clase de sendas porque siempre se aplican a las montañas que son prominencias fijas, y se refiere a la morada espiritual que también es algo permanente, pues los estados místicos no lo son. Y si a éstos se les atribuye permanencia y duración es tan sólo a causa de su repetición en los corazones.
Las ideas divinas en cuanto que son ideas no tienen existencia excepto por la existencia del que contempla. Como las moradas espirituales que tampoco poseen existencia sino por la existencia del que las establece. Así, si no existe una morada es porque tampoco hay quien la establezca y si no hay quien contemple tampoco puede haber objeto de contemplación en cuanto tal. Por ello su muerte se debe a la falta de uno que las contemple y esto es a lo que se refiere el autor con sus palabras están a salvo o han perecido.
Cuando el amor exige algo y
otra cosa que es su contraria, el amante se confunde
y extravía porque en algunos de sus deseos está
de acuerdo con el amado, en cuanto que éste lo desea
y busca la unión con su amado. Pero si el amado desea
la separación, entonces el amante se encuentra afligido
por dos cosas contradictorias que le son igualmente amables.
Ésta es la confusión que acompaña siempre
al amor y que se atribuye a todo ser de quien se dice que está
enamorado.
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