Literatura Española del Siglo XVI
3.- Poesía del Segundo Renacimiento
Las moradas
J H S Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan dificultosas como escribir ahora cosas de oración; lo uno, porque no me parece que me da el Señor espíritu para hacerlo, ni deseo; lo otro, por tener la cabeza tres meses ha con un ruido y flaqueza tan grande, que aun los negocios forzosos escribo con pena; mas entendiendo que la fuerza de la obediencia suele allanar cosas que parecen imposibles, la voluntad se determina a hacerlo muy de buena gana, aunque el natural parece que se aflige mucho; porque no me ha dado el Señor tanta virtud, que el pelear con la enfermedad contino y con ocupaciones de muchas maneras, se pueda hacer sin gran contradicción suya. Hágalo el que ha hecho otras cosas más dificultosas por hacerme merced, en cuya misericordia confío. Bien creo he de saber decir poco más que lo que he dicho en otras cosas que me han mandado escribir; antes temo que han de ser casi todas las mesmas, porque ansí como los pájaros que enseñan a hablar, no saben más de lo que les muestran u oyen, y esto repiten muchas veces, so yo al pie de la letra. Si el Señor quisiere diga algo nuevo, su Majestad lo dará u será servido traerme a la memoria lo que otras veces he dicho, que aun con esto me contentaría, por tenerla tan mala, que me holgaría de atinar a algunas cosas que decían estaban bien dichas, por si se hubieren perdido. Si tampoco me diere el Señor esto, con cansarme y acrecentar el mal de cabeza, por obediencia, quedaré con ganancia, aunque de lo que dijere no se saque ningún provecho. Y ansí comienzo a cumplir hoy día de la Santísima Trenidad, año de MDLXXVII, [tenía Santa Teresa 63 años] en este monesterio de San Josef del Carmen en Toledo, adonde al presente estoy, sujetándome en todo lo que dijere a el parecer de quien me lo manda escribir, que son personas de grandes letras. Si alguna cosa dijere, que no vaya conforme a lo que tiene la santa Ilesia Católica Romana, será por inorancia y no por malicia. Esto se puede tener por cierto, y que siempre estoy y estaré sujeta por la bondad de Dios, y lo he estado, a ella. Sea por siempre bendito, amén, y glorificado. Díjome quien me mandó escribir, que como estas monjas de estos monesterios de Nuestra Señora del Carmen tienen necesidad de quien algunas dudas de oración las declare, y que le parecía, que mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras, y con el amor que me tienen les haría más al caso lo que yo les dijese, tiene entendido por esta causa, será de alguna importancia si se acierta a decir alguna cosa, y por esta causa iré hablando con ellas en lo que escribiré; y porque parece desatino pensar que puede hacer al caso a otras personas, harta merced me hará Nuestro Señor si a algunas dellas se aprovechare para alabarle algún poquito. Mas bien sabe su Majestad, que yo no pretendo otra cosa; y está muy claro que cuando algo se atinare a decir, entenderán no es mío, pues no hay causa para ello, si no fuere tener tan poco entendimiento como yo habilidad para cosas semejantes, si el Señor por su misericordia no la da. Moradas primeras Capítulo primero
Pues tornando a nuestro hermoso
y deleitoso Castillo, hemos de ver cómo
podremos entrar en él. Parece que digo algún
disbarate; porque si este Castillo
es el ánima, claro está que no hay para qué
entrar, pues se es el mesmo: como parecería desatino decir
a uno que entrase en una pieza, estando ya dentro. Mas habéis
de entender que va mucho de estar a estar; que hay muchas almas
que se están en la ronda del Castillo, que es adonde están
los que le guardan, y que no se les da nada de entrar dentro, ni
saben qué hay en aquel tan precioso lugar, ni quién
está dentro, ni an qué
piezas tiene. Ya habréis oído en algunos libros de
oración aconsejar a el alma que entre dentro de sí;
pues esto mesmo es. Decíame poco ha
un gran letrado que son las almas que no tienen oración como
un cuerpo con perlesía u tollido, que aunque tiene pies y
manos no los puede mandar; que ansí son que hay almas
tan enfermas y mostradas a estarse en cosas esteriores, que no hay
remedio, ni parece que pueden entrar dentro de sí; porque
ya la costumbre la tiene tal de haber siempre tratado con las sabandijas
y bestias que están en el cerco del Castillo, que ya casi
está hecha como ellas; y con ser de natural tan rica, y poder
tener su conversación, no menos que con Dios, no hay remedio.
Y si estas almas no procuran entender y remediar su gran miseria,
quedarse han hechas estatuas de sal, por no volver la cabeza hacia
sí, ansí como lo quedó la mujer de Lo
por volverla. Porque a cuanto yo puedo entender, la
puerta para entrar en este Castillo es la oración y consideración;
no digo más mental que vocal, que como sea oración,
ha de ser con consideración; porque la que no advierte con
quién habla, y lo que pide, y quién es quien pide,
y a quién, no la llamo yo oración, anque mucho menee
los labrios; porque aunque algunas veces sí será aunque
no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras;
mas quien tuviese de costumbre hablar con la majestad de Dios, como
hablaría con su esclavo, que ni mira si dice mal, si no lo
que se le viene a la boca y tiene deprendido, por hacerlo otras
veces, no la tengo por oración, ni plega a Dios que ningún
cristiano la tenga de esta suerte; que entre vosotras,
hermanas, espero en su Majestad no lo habrá, por la
costumbre que hay de tratar de cosas interiores, que es harto bueno
para no caer en semejante bestialidad. Pues no hablemos con estas
almas tullidas, que si no viene el
mesmo Señor a mandarlas se levanten, como al que había
treinta años que estaba en la picina, tienen harta mala ventura,
y gran peligro, sino con otras almas, que, en fin, entran en el
Castillo, porque aunque están muy metidas en el mundo, tienen
buenos deseos, y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan
a nuestro Señor, y consideran quién son, aunque no
muy de espacio; alguna vez en un mes rezan
llenos de mil negocios, el pensamiento casi lo ordinario
en esto, porque están tan asidos a ellos, que, como adonde
está su tesoro se va allá el corazón, ponen
por sí algunas veces de desocuparse, y es gran cosa el propio
conocimiento y ver que no van bien para atinar
a la puerta. En fin entran en las primeras piezas de las
bajas, mas entran con ellas tantas sabandijas, que ni le dejan ver
la hermosura del Castillo, ni sosegar: harto hace en haber entrado.
En 1679 Fr. Juan de Rojas y Ausa publicó en Representaciones de la verdad vestida, místicas, morales, y alegóricas, sobre las Siete Moradas de santa Teresa de Jesus (…) Emblemas y Empresas,15 emblemas entre los cuales figura una representación gráfica de Las Moradas, curiosa pero poco exacta, porque Santa Teresa las concibe como una estructura concéntrica, y Fray Juan vertical: Si quieres leer el libro completo puedes hacerlo en la dirección de abajo http://www.mercaba.org/FICHAS/Santos/TdeJesus/moradas_00.htm Con motivo del 5º centenario de su nacimiento, los Carmelitas Descalzos de Centroamérica han preparado un videojuego, En busca del castillo interior, cuya información puedes ver en el enlace de abajo: |