3.2.1.- Francisco de la Torre (1534?- 1594?)
(Ver Poesía de la Edad de Oro I Renacimiento
de José Manuel Blecua)
SONETO 1
Vos, a quien la fortuna dulce espira,
Títiro mío, la gloriosa llama
cantando, vuestro Tajo y mi Jarama
paráis al son de vuestra hermosa lira.
Yo, aquí donde conmigo vivo en ira,
ausente de la nieve que me inflama,
cuelgo mi caramillo de una rama
de salce y lloro, lloro y él suspira.
¡Cuánto es mejor que el mío vuestro estado,
pues que gozáis presente del sentido
que robó por los ojos la alma firme!
Yo, para lamentar y arder nacido,
la vida esquivo y aborrezco el hado.
¡O, sólo vos no os esquivéis de oírme!
SONETO 4
“Claras y transparentes luminarias
del cielo, y de la noche compañeras,
hijas del crudo tiempo y Parcas fieras,
por casos varios y por suertes varias.
Ya que de las amigas y contrarias
horas de mi contento lastimeras
testigos fuisteis, sedlo en las postreras
a mi cansada vida necesarias.
No me fuerce, mirad, el tiempo acaso
a pediros palabras quebrantadas;
pues sois fiadoras y testigos dellas.”
Dijo Damón, y de
las luces bellas
del claro cielo, errantes y fijadas,
resplandeció el Oriente y el Ocaso.
SONETO
¡Cuántas veces te me has engalanado,
clara y amiga noche! ¡Cuántas, llena
de oscuridad y espanto, la serena
mansedumbre del cielo me has turbado!
Estrellas hay que saben mi cuidado
y que se han regalado con mi pena;
que, entre tanta beldad, la más ajena
de amor tiene su pecho enamorado.
Ellas saben amar, y saben ellas
que he contado su mal llorando el mío,
envuelto en los dobleces de tu manto.
Tú, con mil ojos, noche, mis querellas
oye y esconde, pues mi amargo llanto
es fruto inútil que al amor envío.