2.2.- Otros poetas del primer Renacimiento
2.2.2.- Hernando de Acuña (h. 1520- h. 1580)
ÉGLOGA
PERSONAS QUE HABLAN: PASTORES. Damón. Tirsi.
Fileno. Alfeo.
Damón.
Con nuevo resplandor Febo salía
por las doradas puertas del Oriente,
dando luz a los campos, y alegría;
quando cabe una fresca y clara fuente,
que corre por un prado encaminada,
murmurando al Danubio dulcemente,
se estaba mientras pace su manada
recostado Damón en la verdura;
en la una mano la zampoña usada,
y en la otra tenia una pintura,
la qual miraba como quien adora
obra mas alta que de la natura.
Poco menos espacio que de un hora
atento contempló el retrato que era
de ninfa, al parecer, o gran pastora.
La vista, el arte, y toda su manera,
mostraba hombre de amor apasionado,
que teme todo mal y bien no espera.
Su canto como le hubo comenzado
dio bastante señal por do se crea,
que toca a algún pastor alto cuidado.
-“Bien que mi estilo pastoral no sea,
-dixo Damon-, para alabar en parte
tu divina belleza, oh Galatea,
consolarase al menos con nombrarte,
un pastor a quien pudo su fortuna
quitar tan alto bien como mirarte.
Que esta sola es ventura, y si otra alguna
tiene pastor dichoso en sus amores,
comparada con ella no es ninguna.
El bien mayor de todos los mayores,
la mas subida bienaventuranza
que desear se puede entre pastores,
solo en el mundo aquel pastor la alcanza,
que en tus dichosos campos, y ribera,
vive seguro sin hacer mudanza.
Allí se goza siempre primavera
con tan alto placer que no se siente
envidia de la dulce edad primera.
Allí con Galatea juntamente
se representa todo el bien pasado,
y se goza el pasado y el presente.
Allí el pastor a quien mirarla es
dado
puede bien despreciar toda baxeza,
que en alto pensamiento es elevado.
Allí se vee toda
otra belleza
perder su nombre y por ninguna vía
tomar jamás enojo ni tristeza.
Allí se ocupa toda fantasía
solo en reposo y en contentamiento,
y en esto se mejora noche y día.
Allí se satisface el
pensamiento
con el bien que a los ojos se concede,
y huyen las congojas y el tormento. [...]
Tirsi.
[...]Aquel pastor que allí está medio
muerto,
tendido y desmayado, y que parece
tener de crudo hierro el pecho abierto,
bien lejos del dolor que ora padece,
libre y suelto le vi no ha muchos años,
mas mengua la fortuna más que crece.
Burlar le vi de Amor y de sus daños
y moverle a más risa el mayor llanto,
diciendo que eran fábulas y engaños.
Fileno.
¿Qué era la causa que le alzaba a tanto?
Tirsi.
La soltura y desdén, la gallardía,
la verde juventud, y el dulce canto,
con otras buenas partes que tenía
de que se muestra quando largo el cielo,
y quando avaro por contraria vía.
Era su fundamento honroso zelo,
y siguiendo de Marte el exercicio,
con el ardiente sol y el crudo yelo,
se aplicó de tal suerte al duro oficio
que en él y en todo siempre se ha mostrado
sujeto a la virtud, libre de vicio.
Y con seguir este arte no ha olvidado
la de Apolo, y las Musas, ni se olvida
del trato pastoral ni del ganado.
Y al tiempo que era dél menos temida
pasión de amor, y amor menos temido...
Fileno.
Dime toda su historia por tu vida. [...]
Tirsi.
[...] Ni ver el cielo
estar claro y sereno,
ni fuente de agua clara cristalina,
ni el prado de verdura y flores lleno;
ni sombra de alto roble o verde encina,
ni de zampoña el son dulce y sabroso
a que el más duro corazón se inclina;
ni cercado de frutas deleitoso,
ni de río en llanura o fondo valle
manso correr o curso presuroso
han bastado jamás para apartalle
de la profundidad de su tristeza,
Ni a que punto menor en él se halle [...]
Damón solo.
Espesos montes, espaciosos
campos, [sextinas encadenadas, con palabras-rima]
desiertas para mí y extrañas tierras,
tan lejos del mayor bien de mi vida
cuan apartado ya de Galatea;
forzado me tenéis donde con llanto
la llamo ora en suspiros, ora en versos.
Y si esperase triste que mis versos
tanto se alzasen, que desde estos campos,
acompañados de mi triste llanto,
bastasen a llegar a aquellas tierras
do está mi corazón con Galatea,
cuya memoria me sostiene en vida,
tantos escribiría que la vida
en parte se aliviase con mis versos,
y trujesen quizá de Galatea
algún su pensamiento en estos campos,
donde dejando en medio tantas tierras
sin hora de reposo vivo en llanto.
Así que con triste y doloroso llanto
contando voy las horas de la vida,
que ausente paso en tan extrañas tierras,
donde no espero que mis bajos versos
jamás pueden llevar desde estos campos
las pasiones que sufro a Galatea [...]
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Sonetos
Ya se acerca, señor, o ya es llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.
Ya tan alto principio en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo,
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.
Ya el orbe de la tierra siente en parte
y espera en todo vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra.
Que a quien ha dado Cristo su estandarte,
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.
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Como vemos que un río mansamente,
por do no halla estorbo, sin sonido
sigue su natural curso seguido
tal que aun apenas murmurar se siente;
pero si topa algún inconveniente
rompe con fuerza y pasa con rüido,
tanto que de muy lejos es sentido
el alto y gran rumor de la corriente;
por sosegado curso semejante
fueron un tiempo mis alegres días,
sin que queja o pasión de mí se oyese;
mas como se me puso Amor delante,
la gran corriente de las ansias mías
fue fuerza que en el mundo se sintiese.
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De la alta torre al mar Hero miraba,
al mar que siempre más se embravecía,
y esperando a Leandro se temía,
mas siempre con temerse le esperaba.
Quando la tempestad ya le acababa
de su vida la lumbre y de su guía,
y el cuerpo sin el alma a dar venía
do el alma con el cuerpo deseaba,
esclareciendo en esto, la triste
Hero
vio muerto a su Leandro en la ribera,
del viento y de las ondas arrojado,
y dexóse venir sobre
él diciendo:
“Alma, pues otro bien ya no se espera,
éste al menos te será otorgado.”
La fábula de Narciso (736 versos)
Si un bajo estilo y torpe entendimiento
merecieran llegar a aquella altura
do, señora, llegó mi pensamiento,
y tuviera en esto igual ventura,
pudiera yo contar lo que es sin cuento,
dando a vuestro valor y hermosura
seguridad, cual nadie la ha tenido,
de la ofensa del tiempo y del olvido. […]
No tan presto Narciso ve delante
la dulce sombra del lugar presente,
que se alegra en el alma, y al instante
a refrescarse va junto a la fuente.
Donde el que, siempre amado y nunca amante,
al Amor despreció tan libremente,
a pena nunca vista es condenado
de Amor, que no perdona este pecado.
¡Oh cuánto para el triste mejor fuera,
sin reposar en el ardiente estío,
seguir como era usado alguna fiera,
y aun seguilla en invierno al mayor frío,
que haber llegado a verse en lo que espera!
Mas contrastar al hado es desvarío,
que no hay mudanza en lo que cielo ordena,
o placer o pesar, descanso o pena.
Así, ya cuando de su desventura
el término y el punto era venido,
bajándose a beber vio su figura,
que vista por él antes no había sido;
pero tan desusada hermosura
como la que en el agua ha aparecido,
ni conoce que es suya, ni imagina
que humana pueda ser, sino divina.
Como a tal la saluda, y juntamente la ve claro moverse a saludalle, y que, lo mesmo que él, hace y consiente en cualquier ademán y en el hablalle.
Vuelve y escucha en torno de la fuente
si el son de aquella voz entienda o halle,
mas ve que calla si él está callando, y que cuando él escucha está escuchando.
Parécele, si él habla, que responde, y que de verle triste se entristece; que si él algo se aparta, se le esconde, si vuelve a aparecer luego parece.
En fin quiere su suerte, que allí adonde
vino por refrescarse le acaece
que, por quitar la sed y ardor que tiene,
más sed y más ardor le sobreviene.
Ya no sabe qué diga ni qué haga,
ni en lo que está, ni a sí sabe entenderse;
ya recibe de Amor aquella paga
que a tal ingratitud podía deberse:
no halla cosa en qué se satisfaga,
el estarse le cansa, y el moverse,
deshácese entre sí como quien prueba
con libre corazón cosa tan nueva.
Con extraña atención al agua mira,
ni descansa en miralla ni en no vella,
ya deja de mirar y se retira,
ya vuelve sin saber partirse della.
Por quien mil sospiraron ya sospira, quien querellas causó ya se querella, y ya tiene los ojos de agua llenos quien tanta derramó de los ajenos.
Mas tanta de los suyos ya llovía, que remueve y enturbia el agua clara, y esto la amada vista le impedía, que siendo suya le costó tan cara.
Recélase que al valle se saldría,
parte a seguilla, y en partiendo para,
y en parando se vuelve a mirar luego
y a encender en el agua el mesmo fuego.
De nuevo se está atónito, admirado
de todo aquello en que él es admirable,
y ya el mirar le tiene en un estado
que es sobre la miseria miserable.
Y el que padece es mal tan desusado,
que por la novedad es incurable,
pues mira en sí lo mesmo por que muere
y, viéndose morir, mirarlo quiere.
Mas su mirar no entiende, que es mirarse, ni que este su querer era quererse, ni que su desear es desearse, ni su no conocer desconocerse.
Extraño mal, que a sí le dañe amarse,
que venga a ser provecho aborrecerse,
y convenga ser dél su propia vida
antes que tan amada, aborrecida.
Ya va creciendo el agua que corría
con la que de sus ojos él derrama,
ni de comer se acuerda en todo el día,
ni hay para él noche, ni reposo o cama.
No cesa un punto su mortal porfía,
habla, gime, sospira, llora y llama;
turba la fuente con su llanto crudo,
no ve su sombra, y queda ciego y mudo.
No hay remedio ni cosa que sea parte
para consuelo de pasión tan nueva,
ni hambre o sueño que de allí le aparte,
ni otra razón o fuerza que le mueva.
Busca, tienta, procura, usando de arte,
y, en fin, ya la experiencia y larga prueba
le descubren y muestran el engaño:
que así lo quiere Amor para más daño.
Descúbrese el engaño, y él entiende
lo que hasta aquel punto no ha entendido:
que él solo es el que daña y el que ofende, y solo es el dañado y ofendido; que él es el que arde y el que el fuego enciende, el movedor de todo y el movido; que el que desea es él, y el deseado; y, en fin, que es el amante y el amado.
¡Oh, cuál fue su dolor y, cuál su llanto,
luego que entiende lo que no entendía.
Que se aumentan en él, y crecen cuanto
más imposible su esperanza vía!
A las aves del aire pone espanto y las fieras del bosque enternecía; los árboles que cerca de allí estaban los ramos a sus quejas inclinaban. […]
A UN BUEN CABALLERO Y MAL POETA.: LA LIRA DE
GARCILASO CONTRAHECHA
D e vuestra torpe lira
ofende tanto el son, que en un momento
mueve al discreto a ira,
y a descontentamiento,
y vos solo, Señor, quedáis contento.
Yo en ásperas montañas,
no dudo que tal canto endureciese
las fieras alimañas,
o a risa las moviese,
si natura el reír les concediese.
Y quanto habéis cantado
es para echar las aves de su nido,
y el fiero Marte airado
mirándoos se ha reído
de veros tras Apolo andar perdido.
¡ Ay de los capitanes,
en las sublimes ruedas colocados,
aunque sean alemanes,
si para ser loados
fueren a vuestra musa encomendados!.
Mas ¡ ay, Señor, de aquella
cuya beldad de vos fuere cantada!
que vos daréis con ella,
do verse sepultada
tuviese por mejor que ser loada.
Que vuestra musa sola
basta a secar del campo la verdura,
y al lirio y la viola,
do hay tanta hermosura,
estragar la color y la frescura.
Triste de aquel cautivo,
que a escucharos, Señor, es condenado,
que está muriendo vivo
de veros enfadado,
y a decir que son buenos es forzado. [...]
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CANCIÓN V. ODE AD FLOREM GNIDI
Si de mi baja lira
tanto pudiese el son que en un momento
aplacase la ira
del animoso viento
y la furia del mar y el movimiento,
y en ásperas montañas
con el süave canto enterneciese
las fieras alimañas,
los árboles moviese
y al son confusamente los trujiese:
no pienses que cantado
seria de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido,
ni aquellos capitanes
en las sublimes ruedas colocados,
por quien los alemanes,
el fiero cuello atados,
y los franceses van domesticados;
mas solamente aquella
fuerza de tu beldad sería
cantada,
y alguna vez con ella
también sería notada
el aspereza de que estás armada,
y cómo por ti sola
y por tu gran valor y hermosura,
convertido en vïola,
llora su desventura
el miserable amante en tu figura.
Hablo d’aquel cativo
de quien tener se debe más cuidado,
que ’stá muriendo vivo,
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado. [...]
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