2.2.- Otros poetas del primer Renacimiento
2.2.1.- Diego Hurtado de Mendoza (1503-75)
ÉGLOGA I
MELIBEO-DAMON
En la ribera
del dorado Tajo
cuando el sol tiene el cielo más ardiente
y en la tierra sus rayos dan trabajo,
Orilla de una limpia y clara fuente
vi cantar a Melibeo y a Damón, 5
guardados de la siesta y de la gente.
Entrambos aquejados de pasión,
iguales en cantar y responder,
iguales en quejarse y con razón.
Olvidan los ganados el pacer. 10
Los montes inclinaron las alturas
y pararon los ríos el correr.
Yo también me escondí en las espesuras
por oír aquel canto, que esculpido
quedó con hierro duro en peñas duras. 15
Melibeo, que estaba más sentido,
llamando al cielo cruel y matador,
comenzó con un canto dolorido:
MELIBEO
“¿Qué he de hacer? ¿Qué me aconseja
amor?
Tiempo es ya de morir; 20
más tardo que quisiera en estos hados;
muerta es Isea, llevó mi corazón;
el alma se me sale de dolor,
mas héla de seguir.
Conviene que os rompáis, años cansados, 25
pues rompeos a lo menos con razón.
Mi desesperación
es que no la he de ver, y el esperar
acá es mayor pesar,
que mi descanso ha vuelto su partida 30
en llanto y amargura dolorida [...]
[...] Caída es ya tu gloria y no la ves
no eras digno cuando ella
en ti vivía, de haber su conocencia
ni merecías haber tú tal victoria
que fueses tocado de sus santos pies, 75
porque cosa tan bella
debía el cielo alegrar con su presencia
y entristecer a ti con su memoria,
mezquino sin tal gloria.
Ni la vida mortal ni a mismo amo; 80
llorando me la llamo.
Sólo de mi esperanza me queda esto
con que el vivir en ti sostener pueda.
Aquella hermosura en tierra es vuelta
que solía del cielo 85
y de todo el bien de arriba ser dechado.
En paraíso está su no vista beldad,
ya del pasado cuerpo y mundo suelta,
suelta ya de aquel velo
que el mas que humano ser tuvo encerrado 90
haciendo sombra a su florida edad.
De nueva humanidad
vestida y de eterna vestidura
te ver yo, alma pura,
tan hermosa cuanto es más divinal 95
perpetua hermosura que mortal.[...]
[...] Como hubo acabado de cantar
con tan grande agonía suspiró
que hizo a los valles suspirar.
El río con sus lágrimas creció
las ninfas le ayudaron a dolerse 120
y el monte con las sierras se dolió.
Damón comenzó luego a entristecerse
como el que mal sospecha y no lo alcanza
y no puede excusarlo ni valerse.
Bien pudiera mudar él su esperanza 125
y al principio escoger nuevo deseo,
mas no hay amor en parte que hay mudanza.
Pues tomando la flauta a Melibeo,
la flauta mostrada a entonar males
que el pastor Catalán dio a Alfesibeo 130
no de otro arte movió
a los animales,
los montes y los ríos con su canto,
que hizo Alfesibeo y sus iguales.
DAMON
“Oh, cielos, que cubrís con vuestro manto
los ciegos elementos, 135
que dais y quitáis sombra y claridad
con movimientos de eternal firmeza,
moveos a compasión de esto que canto
pues para mis tormentos
no hay lugar en la tierra de piedad 140
no hay en ella consuelo a mi tristeza,
hay harta ligereza,
que esparciste, Marfira, con tus manos
hartos placeres vanos,
y todos van en lloro y en pesar; 145
mas todos a la fin se han de acabar. [...]
[...]vos, noches, que seguís los
días claros,
vos, que la noche oscura
huís en torno claros días,
corriendo; 175
vos, sol, cielo y estrellas, que contino
andáis en una orden sin mudaros,
vos, obras de natura,
vos, árboles y plantas, que viviendo
camináis siempre un eternal camino, 180
pues que con tanto tino
vuestro ser sostenéis y acabáis,
ruegos no consintáis
quebrar a las discretas y hermosas
la orden que guardáis todas las cosas. [...] 185
[...]Como una vestidura 225
ancha y dulce al vestir, y a la salida
estrecha y desabrida,
así es amor, y tú, que
le has seguido,
pues no seas tan dura
que piensas que no hay Dios para el caído.” 230
Esto cantó Damón y lo
aprendí,
Señora, y lo escribí por tu mandado;
tiempo vendrá que cante yo por ti,
y aun fuera razón ya d e haber cantado,
mas no quisiste tú, ni quiso Amor 235
subir mi fantasía a tal estado.
Cuando quisieres, como un pobre pastor
con más subida pluma y d iestra mano,
comenzaré en tu nombre otra labor,
que no la olvide el mundo tan temprano. 240
SONETO
Vuelve el cielo, y el tiempo huye y
calla,
y callando despierta tu tardanza;
crece el deseo y mengua la esperanza
tanto más cuanto más lejos te halla.
Mi alma es hecha campo de batalla,
combaten el recelo y confianza;
asegura la fe toda mudanza,
aunque sospechas andan por trocalla.
Yo sufro y callo y dígote: "Señora,
¿cuándo será aquel día que estaré
libre de esta contienda en tu presencia?"
Respóndeme tu saña matadora:
"Juzga lo que ha de ser por lo que fue,
que menos son tus males en ausencia."
CANCION
El bombodombón,
la bombodombera,
¡quién fuera lanzón!
¡quién lanceta fuera!
Quien lo que quiere no puede,
no quiere lo que podría,
ni se canse, ni se quede,
mas eche por otra vía;
no mude la fantasía
el que muda la manera,
¡quién lanceta fuera!
Procurar empresa vana
es de muy gran majadero.
Yo deseo ser barbero
porque hiere y porque sana
y aun es cosa muy humana,
señora, en esta ocasión,
¡quién fuera lanzón!
Nunca vaya por rodeo
quien desea lo imposible;
procure ser invisible
que es más dulce devaneo;
mas en la ocasión que veo
de entrar en la sangradera
¡quién lanceta fuera!
Aún te vea yo sangrada
y traída al retortero,
pues a tanto caballero
traes la sangre quemada.
¡Oh pena bien empleada
y mejor el que la diera!
La bombodombera.
Sangría sin ocasión,
si es con arrebatamiento,
da muy grande alteración
y poco contentamiento.
Si te sangrares de asiento,
yo barbero y tú barbera,
la bombodombera.
Saca la sangre, traidora,
con que tanto mal hiciste
desde el punto que quisiste
mostrarte mi matadora;
tú animosa, tú señora,
yo siervo sin corazón,
el bombodombón.
Salga la sangre que pudo
tu hermosura alterar
y al mezquino tartamudo
que te comenzó a hablar
acabó con sospirar
la palabra y la ocasión,
el bombodombón.
Quien da general tormento
sángrenla de la elección,
por nuestro quebrantamiento
y su mala condición;
no se pase la ocasión
antes de la primavera,
¡quién lanceta fuera!
En sangría de verdad
con que la salud se cobra
hay tanta necesidad
de instrumento como de obra;
si aprovecha lo que sobra
en semejante razón,
¡quién fuera lanzón!,
y si lanzón no pudiera,
¡quién lanceta fuera!