Literatura Española del Siglo XVI

1.1.- Renacimiento y sociedad

1.1.2.- Causas políticas, sociales y religiosas de su nacimiento

1.1.2.1.- Caída de Constantinopla

Mehmed II Fatih (1432-1481)(por Bellini)

El éxodo de intelectuales desde Constantinopla a Italia por la amenaza turca, trajo a Occidente buena parte de textos griegos que custodiaban los bizantinos. Pío II (autor en su juventud de una novela sentimental y erótica Historia de duobus amantibus, 1444) era consciente del potencial cultural de la ciudad, a la que acudían buen número de intelectuales occidentales en busca del saber; decía Pío II: “Nadie puede decirse que está verdaderamente cultivado, a menos de haber estudiado en Constantinopla”.

Pío II, Eneas Silvio Piccolomini (1405-1464)

El primer hecho que propicia este éxodo es el Concilio de Florencia de 1439, impulsado por Cosme de Médici, abuelo de Lorenzo el Magnífico, al que acudió el emperador bizantino, Juan Paleólogo, con su corte de intelectuales entre los que destacaba Gemisto Pletón, admirador de Platón y defensor del platonismo.

 

Cósimo de Médicis (1389-1464)

Tenía 50 años durante el Concilio

Juan VIII Paleólogo (1392-1448)

Tenía 45 años

Gemisto Pletón (1360-1452)

Tenía 79 años

 

1.1.2.2.- Invención de la imprenta

Gutenberg (h.1398-1468)

 

Andrea del Sarto: Dama col Petrarchino (h.1528), edición "de bolsillo" del Cancionero de Petrarca hecha por Bembo en 1501

(La dama señala el soneto 152)

CLII
 
Questa umil fera, un cor di tigre o d'orsa,
che 'n vista umana e 'n forma d'angel vene,
in riso e 'n pianto, fra paura e spene
mi rota sí ch' ogni mio stato inforsa.

Se 'n breve non m'accoglie o non mi smorsa,
ma pur, come suol far, tra due mi tene,
per quel ch' io sento al cor gir fra le vene
dolce veneno, Amor, mia vita è corsa.

Non pò piú la vertú fragile e stanca
tante varietati omai soffrire,
che 'n un punto arde, agghiaccia, arrossa e 'nbianca.

Fuggendo, spera i suoi dolor' finire,
come colei che d'ora in ora manca:
ché ben pò nulla chi non pò morire.

 

Esta, ya tigre u osa, humilde fiera,
que en gesto humano y forma de ángel viene,
tanto entre llanto y risa me sostiene
que todo firme estado en mí vulnera.

Si en tenerme o soltarme más se espera
y, como suele, entre los dos me tiene,
del veneno que en mí ya se reviene
siento mi vida al fin de su carrera.

No puede la virtud que el pecho aloja
sufrir más las mudanzas de esta rueda,
que hiela y arde a un tiempo, blanca y roja.

Huyendo, espera que su daño ceda,
y así menguando va entre la congoja;
que nada puede el que morir no pueda.