Capítulo
LXXXII.- Muestra como las mujeres de los reys deben haber también
los bienes del alma como los del cuerpo.
Enjiemplo.
Como un caballero veniese a pobreza
por el grand gasto que facía a loor
del mundo, con vergüenza que había de la su
pobreza fuía ascondidamente de la tierra. Al cual se fizo
encontradizo el diablo en forma de home que venia cabalgando,
e demandóle la razón de tanta tristeza; e el caballero
contóle todo su negocio. E dijo el enemigo del humano linaje:
“Si tú me aseguras de traer a este lugar a tu mujer
un día señalado, yo te acarrearé riquezas
por do tornes al primero estado.” E el caballero prometiógelo.
E esto facía el diablo porque había
grande envidia de la devoción que la noble dueña
había en la Virgen María, e del servicio
que la facía de noche e de día; e trabajábase
por la facer caer en algund error o peligro. El caballero, tornado
a su casa, cavó donde el diablo le dijo, e falló
asaz tesoro; e como se acercase el día en que había
prometido de ir con su mujer al logar señalado, cabalgó
en su caballo, e mandó a la dueña que sobiese en
las ancas, ca había de ir con él lejos a un lugar.
Ella, maravillada e aún temerosa
de aquesta cosa, signóse de la señal
de la cruz, e encomendóse a la Virgen Santa María,
e fizo lo que el marido le mandaba. E ellos siguiendo su camino
llegaron a una eglesia, e la noble
dueña rogó al marido que la dejase descender a facer
oración. E como entrase a la iglesia, quedando el marido
fuera, fincó los hinojos delante de la imagen de la Virgen
María, e faciendo su oración adormióse,
e la bendita Señora, tomando semejanza
de la dueña, salió de la iglesia e subió
encima del caballo, e el caballero pensando que era su mujer,
andodieron su camino. Et como llegasen cerca del lugar señalado,
vido grand hueste de demonios alegrándose
de la su venida, e llegando ya a ellos comenzáronse a conturbar,
e decían: “¡Oh, malo, oh engañador!
Por el bien que te fecimos, ¿cuánto mal galardón
nos das? Tú nos prometiste de traer a tu mujer, e trajístesnos
a la madre de Dios para que nos pene e atormente ante de tiempo.”
E el caballero, espantado de la vista dellos e de sus palabras,
tornó la cabeza a la mujer, e non la vido. E estando con
grand miedo, que non sabía qué de sí fazer,
oyó las palabras de su dulce Señora que decía
a los demonios: “Id, malditos engañadores, al fuego
perdurable del infierno.” E luego ellos, dando grandes aullidos,
desaparescieron, e la Reina de consolación, confortando
al caballero, dijo: “Tórnate
e toma a tu mujer, que fallarás dormiendo en aquella
iglesia donde descendió a facer oración, e tórnate
a tu casa, e las riquezas que el
diablo te procuró lánzalas
de ti, ca son ganadas de mala parte, e Dios
vos proveerá.” El caballero fízilo
así, e tornando a la iglesia falló a su mujer dormiendo,
e despertóla, e contóle lo que le había acaescido,
e amos de un corazón dieron gracias a Dios e a la Virgen
Santa María que los había librado de tan grand peligro.
Biblioteca de Autores Españoles
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