In territorio civitatis qui
dicitur Pisa erat quidam clericus
eclesie sancti Cassiani canonicus.
Hic sicut de pluribus retulimus sancte Virgini Marie, angelorum
et mundi regine, servicium devota mente reddebat horasque
diei que tunc temporis a paucissimis
dicebantur in eius honore sedule decantabat. Cuius
genitores, cum morte interveniente ex hac luce migrassent,
qui valde nobiles et divites fuerant, dimiserunt ei magnam
hereditatem quia preter eum alium non habebant heredem. Venientes
autem amici eius ad eum insistebant
ut rediret ad domum quam parentes ei reliquerant et ducens
uxorem gubernaret suam hereditatem. Qui prebens assensum eis
cum illis habiit et veniens ad possessionem parentum suorum
uxorem ducere constituit. Inter hec vero cepit segnior esse
in servicio quod solebat reddere sancte Marie. Quadam vero
die cum ad celebrandas nupcias coniugis quam sibi elegerat
tenderet, in itinere devenit ad quandam eclesiam et recordatus
servicii soliti sancte Marie, rogavit suos socios ut eum paululum
expectarent, dicens se velle ad ecclesiam illam orandi gracia
pergere. Ingressus itaque eclesiam cepit
horas sancte Marie devota mente cantare. Cumque socii eius
monerent eum ut acceleraret, inde gressum movere noluit, donec
totas horas expleret. Adhuc autem in eclesia eo persistente
apparuit ei sancta Dei genitrix María et ei severa
voce dixit. “O inique et stultissime
hominum. Cur me dereliquisti cum tua amica essem, illaqueatus
in alterius amorem? Nunquid alteram
invenisti meliorem? Moneo te ne me delinquas ne me
contempta alteram uxorem ducas.”
Et his verbis nimis territus ad socios rediit simulans se
veraciter uxorem ducere. Itaque ex more nupcias celebraverunt
cum grandi leticia. Nocte vero
sequenti ingressus cubiculum quasi cum uxore pausaturus, ignorantibus
cunetis clam domum egressus, tam uxorem quam omnia que habere
potuit reliquit et, ut creditur,
locum Dei servicio et sancte genitricis eius aptum querens,
quo abierit vel quo fine discesserit hactenus sciri non potuit.
Nemo tamen ambigere debet quod ipsius sancte celi Regine sit
protectus usque in finem munimine, pro qua se hortante totum
mundum statuit relinquere Deo opitulante, cui est honor el
gloria in secula seculorum. Amen.
Berceo: Los milagros de Nuestra Señora.
Estudio y ed. crítica de Brian Dutton
Tamesis books London 71
TRADUCCIÓN DEL MS.
THOTT DE COPENHAGUE (por las profesoras Carrera de la Red)
15
El clérigo que dejó a su esposa y lo
dejó todo por Santa María
1 En la comarca de la ciudad de Pisa había un clérigo,
canónigo de la iglesia de San Casiano. Como hemos contado
de otros muchos, éste rendía devotamente culto
a Santa María Virgen, reina de los ángeles y
reina del mundo, y cantaba solícito en su honor las
horas del día, que entonces eran rezadas por muy pocos.
Sus padres, llegada la muerte, emigraron de esta vida y, como
habían sido muy nobles y ricos, le dejaron una gran
fortuna, ya que no tenían más herederos que
él. Sus amigos venían a verlo y le insistían
en que se volviese a la casa que sus padres le habían
dejado y, tomando una esposa, administrase la herencia. Les
hizo caso, se fue con ellos, se instaló en las posesiones
de sus padres y decidió casarse. Mientras tanto empezó
a descuidarse en los rezos que solía hacer a Santa
María.
El día en que iba a celebrar la boda con la mujer que
había elegido, en el trayecto llegó ante una
iglesia, y acordándose de que tenía por costumbre
prestar su servicio a Santa María, pidió a los
acompañantes que le esperaran un ratito, diciéndoles
que quería entrar en aquella iglesia a hacer oración.
Entrando, pues, en la iglesia se puso a cantar devotamente
las horas de Santa María. Los acompañantes le
mandaban avisos para que abreviara, pero él no quiso
moverse del sitio hasta que acabó las horas cumplidamente.
10Y, permaneciendo él todavía en la iglesia,
se le apareció Santa María, Madre de Dios, y
con tono severo le dijo: iOh ingrato y el más tonto
de los hombres! ¿ Por qué me has dejado a mí,
que era tu amo!; prendido en las redes del amor a otra? ¿Acaso
has encontrado otra mejor? Hazme caso, no me dejes, no tomes
otra mujer despreciándome a mí.
Y, lleno de temor por estas palabras, volvió de nuevo
con sus compañeros, fingiendo que de verdad se iba
a casar. Así pues, se celebró la boda, como
es costumbre, con gran alegría. Pero al llegar la noche,
entró en la alcoba, como si fuera a acostarse con su
esposa, y sin que nadie se diera cuenta, a escondidas, salió
de casa, abandonó a su mujer y todo lo que pudiera
tener y, según se cree, buscó un lugar apropiado
para servir a Dios y a su Santa Madre, sin que se haya podido
saber hasta hoy adónde fue o con qué muerte
murió.
Sin embargo, nadie debe dudar de que hasta el fin de su vida
gozaría de la protección de la Santa Reina del
cielo, por la cual y a petición suya decidió
dejar todo el mundo, con la ayuda de Dios, a quien se debe
dar honor y gloria por los siglos de los siglos. 20 Amén.