MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa
 

Cuento I.- El medio amigo

01.-BARLAAM Y JOSAFAT

CAPÍTULO XIII

Josafat acogió esta parábola con gran satisfacción y dijo:
— ¡Qué cierta y adecuada es esa historia! No dudes en ponerme siempre ejemplos semejantes para conocer exactamente cómo es nuestra vida y qué ofrece a sus amigos.
El anciano respondió:
— Pues además, los amantes de los placeres de la vida y los empalagados con su dulzor, que prefieren las cosas fugaces e inconsistentes a los valores futuros e inconmovibles, se asemejan a un hombre que tenía tres amigos, de los cuales honraba a dos con todo su corazón y se mantenía muy ligado a su cariño, de manera que por ellos estaba dispuesto a luchar hasta la muerte y arriesgar deliberadamente la vida; mientras que por el tercero sentía un gran desprecio y ni lo consideraba digno de honor ni mucho menos de su amor, pero fingía ante él una insignificante amistad sin valor. Un día lo prendieron unos temibles y violentos soldados que lo apremiaron para que de inmediato se presentara ante el rey y rindiera cuentas de una deuda de diez mil talentos. Viéndose agobiado pidió ayuda para que, junto con él, alguien pudiera hacerse cargo de la terrible deuda con el rey. Corrió entonces a su primer amigo, al que más quería de todos y le dijo: «
—Sabes, amigo, cómo he empeñado siempre mi vida por ti, pero ahora necesito ayuda en este día en que me acosa la necesidad, ¿De cuántos talentos dispones para venir ahora en mi ayuda? ¿En qué medida puedo confiar en ti, queridísimo?.
Pero aquél respondiéndole dijo:
No soy tu amigo, no sé quién eres. Tengo otras amistades con las que hoy debo regalarme y ganar amigos para el futuro. Aquí te ofrezco un par de andrajos; puedes llevártelos por el camino que llevas, pero no te servirán para nada. No esperes nada de mí.
Al oír tales palabras el hombre renunció a la ayuda que de aquél esperaba y se fue al otro amigo y le dijo:
—¿Recuerdas, compañero, de cuánto respeto y generosidad gozaste por mi parte? Pues hoy estoy sumido en la mayor angustia y tribulación. Necesito ayuda. Dime, ¿en cuánto puedes socorrer mi apuro?.
Y aquél le dijo:
—Hoy no tengo tiempo de compartir tus cuitas, porque yo también he caído en desgracias y adversidades y estoy atribulado. Sin embargo, te acompañaré un poco, aunque de nada te servirá, y luego volveré enseguida a casa para ocuparme de mis propias preocupaciones.
También se volvió de aquí nuestro hombre con las manos vacías y, enteramente confuso, se compadecía de sí mismo por la esperanza frustrada que había puesto en sus ingratos amigos y por las inútiles fatigas que había soportado por su amor hacia aquéllos. Se dirigió por fin a su tercer amigo, aquel del que nunca se había preocupado, ni al que nunca le había invitado a participar de su prosperidad. Y todo avergonzado y confuso le dijo:
—No puedo abrir la boca delante de ti, sé bien que recuerdas que jamás te he hecho ningún favor o que no te he tratado con afecto. Pero como me ha sucedido una desgracia muy fuerte y en ninguno de mis demás amigos he hallado la menor esperanza de salvación, acudo a ti para molestarte por si tienes la posibilidad de ofrecerme una pequeña ayuda. No me rechaces por resentimiento contra mi ingratitud.
El amigo le respondió con rostro sonriente y amable:
—¡Claro que sí, te reconozco como mi verdadero amigo! Recuerdo aquel pequeño favor que me hiciste; hoy te pagaré con intereses. Conque no tengas miedo ni estés asustado, porque yo iré por delante e intercederé por ti ante el rey y no te dejaré en manos de tus enemigos. ¡Ánimo pues, queridísimo amigo, no estés triste!.
Entonces éste, conmovido, le dijo llorando:
—¡Ay de mí!, ¿qué tendré que lamentar primero, por qué voy a llorar primero? ¿Condenaré mi vana preferencia por aquellos amigos desmemoriados, ingratos y falsos?, ¿o deploraré la insensata ingratitud que he demostrado con este auténtico y sincero amigo?.

Josafat acogió con asombro este apólogo y preguntó por su significado.
Y le dijo Barlaam:
—El primer amigo podría ser el exceso de riqueza y el amor desmedido por el dinero, por lo cual el hombre cae en mil peligros y sufre muchas desgracias. Y cuando llega la fijada postrimería de la muerte nada de aquello recibe, a no ser los inútiles andrajos del funeral. El segundo amigo evoca a la mujer y los hijos, así como a los demás familiares y conocidos a los que estamos ligados por el afecto de manera inseparable, desdeñando nuestra propia alma y nuestro cuerpo por causa de ellos; pero ninguna ayuda nos vendrá de ellos en la hora de nuestra muerte, sino que sólo nos acompañarán hasta el sepulcro y luego, tras volverse enseguida para preocuparse por sus cosas, enterrarán el recuerdo en el olvido con la misma facilidad con que enterraron en la tumba el cuerpo del que un día fue tan querido. Pero el tercer amigo, aquel que era despreciado y tenido por molesto, al que nunca se acudía sino que más bien se rehuía y rechazaba, representa el cortejo de las buenas obras, como son fe, esperanza, caridad, misericordia, [...]

(Siruela, 93)