Aristóteles: Ética
a Nicómaco
Libro 8
Capítulo IV.-
Cómo solos los buenos son por sí mismos y absolutamente
amigos, y los demás accidentariamente
[...] los malos serán
amigos por deleite, o por provecho,
pues son en esto semejantes, pero los buenos serán amigos
por sí mismos, porque éstos en cuanto son buenos
son absolutamente amigos, pero los otros accidentariamente,
y en cuanto quieren remedar a los buenos en alguna cosa.
Libro 9
Capítulo III.-
En que se disputa si se han de deshacer las amistades
Llana cosa es lo que en este
capítulo se trata. Prueba cómo las
amistades fundadas en utilidad o en deleite, en faltar
la causa dellas luego se deshacen, pero en las fundadas en virtud,
si alguno siendo malo pretendió que le amaban como a
bueno, y después le salió al revés, él
mismo tuvo la culpa, pues fió de sí lo que no
debía. Pero si alguno se fingió bueno, por ser
tenido y amado por tal, y después faltó a lo que
se mostraba, este tal dice Aristóteles ser más
digno de castigo que el que hace moneda falsa, tanto cuanto
es de mayor valor la virtud que no el dinero.
Hay también alguna duda acerca del deshacer las amistades
o no para con los que no perseveran. Aunque entre los que son
amigos por utilidad o por deleite, cuando ya dellas lo tal no
les procede, no es maravilla que las tales
amistades se deshagan, porque eran amigos de aquellas cosas,
las cuales faltando, estaba claro que no se habían de
querer bien. Pero entonces se podría quejar uno
con razón, cuando amándole uno por su utilidad
o por deleite, fingiese amarle por sus costumbres y bondad.
Porque, como ya dijimos al principio, hay muchas maneras de
amistades y de amigos, cuando no son amigos de la misma manera
que pensaban.[...]
Capítulo IX.-
En el cual se muestra cómo el próspero tiene también
necesidad de amigos virtuosos
[...] también se disputa
en cuál de los dos tiempos hay
más necesidad de amigos: ¿en la adversidad o en
la prosperidad?, casi dando a entender que el que está
puesto en adversidad tiene necesidad de amigos que le hagan
bien, y los puestos en próspera fortuna han menester
también amigos a quien hagan buenas obras.[...]
Capítulo X.-
Del número de los amigos
Habemos, pues, de tener los
más amigos que pudiéremos. ¿O diremos
que aquello que se dice muy discretamente de los huéspedes,
que ni tengamos muchos, ni estemos sin ellos, cuadra también
a lo de la amistad, que ni estemos sin amigos, ni procuremos
muchos por extremo? A los amigos útiles
muy bien cierto parece que les cuadra esto que decimos, porque
favorecer y valer a muchos es cosa trabajosa, ni hay hacienda
que baste para ello. Cuando son, pues, más en
número de los que pueden sufrir las fuerzas de la hacienda,
son superfluos y hacen estorbo para el pasar la vida bien y
con contento. De manera que no son menester. De los amigos también
que se procuran por deleite, bastan pocos, como en la comida
las salsas. Pero de los virtuosos ¿hanse por ventura
de procurar muchos en número?[...]
Capítulo XI.-
En que se disputa cuándo son menester más los
amigos, en la prosperidad o en la adversidad
Pero ¿en qué
tiempo son más necesarios los amigos, en la próspera
fortuna o en la adversa? Porque en ambas se procuran, y los
que están puestos en trabajos tienen necesidad de socorro,
y también los bien afortunados han menester amigos con
quien conversen, y a los cuales hagan buenas obras, porque desean
estos tales bien hacer. En la adversidad, pues, es cosa más
necesaria el tener amigos, y así allí son menester
amigos útiles, pero en la prosperidad es más honesta
cosa, y así, en ésta, se procura tener amigos
buenos. Porque el hacer bien a tales y vivir con tales es cosa
más de desear, pues la misma presencia de los amigos,
así en la prosperidad como en la adversidad, es aplacible,
porque los afligidos parece que quedan aliviados cuando se duelen
juntamente los amigos de su pena. Por esto, ¿dudaría
alguno si los amigos toman parte de la pena, como quien toma
parte de una carga? ¿O no es la causa esto, sino que
la presencia dellos, como es aplacible, y el entender que aquéllos
se conduelen, les alivia la tristeza? Pero si por esta causa,
o por otra, se alivian, no lo disputamos. Parece, pues, que
sucede lo que habemos dicho, y la presencia de los tales parece
ser una como mezcla, porque el ver los amigos cosa aplacible
es, y señaladamente a los que están puestos en
trabajos, y siempre hay algún socorro para no entristecerse;
porque el amigo es cosa que acarrea consuelo, así con
su vista como con sus palabras, si es en ello diestro, porque
le conoce la condición, y sabe qué cosas le dan
gusto y cuáles también pena. Pero el sentir que
el amigo se entristece por sus infortunios, le da pena, porque
todos rehúsan de ser a los amigos causa de tristeza,
y así, los hombres que son naturalmente valerosos, recátanse
de que sus amigos reciban pena de su pena; y si con su esfuerzo
no vencen la tristeza que en ellos veen, no pueden sufrirlo,
y a los que lamentan con él del todo los despide, porque
ni aun él no es amigo de hacer llantos semejantes. Pero
las mujercillas, y los hombres de afeminadas condiciones, huélganse
con los que lloran, y suspiran con ellos, y ámanlos como
a amigos y personas que se duelen dellos. Pero en todas las
cosas habemos de imitar siempre a lo mejor. Pero la presencia
de los amigos en la próspera fortuna tiene aplacible
así la conversación como también el pensamiento
y consideración, porque se alegran con los mismos bienes.
Y por esto parece que conviene que a las cosas prósperas
llamemos prontamente a los amigos (porque el ser amigo de hacer
bien es honesta cosa), pero a los trabajos y adversidades recatadamente;
porque lo menos que posible fuere habemos de dar a nadie parte
de los males, de donde se dijo aquello:
Baste que yo esté
puesto en desventura;
pero cuando, a costa de poco
trabajo suyo, pueden hacerle mucho bien, en tal caso conviene
darles parte. En el convidarse parece que se ha de hacer al
revés, que a los que están puestos en trabajos
se ha de ir sin ser llamado y prontamente (porque el oficio
del amigo es hacer bien, y particularmente al que lo ha menester,
y al que parece que no se osa desvergonzar a pedirlo, porque
a ambos es más honesto y más aplacible el hacer
bien); pero en las prosperidades, para hecho de servir en algo,
hase de ir prontamente (porque también son menester para
esto los amigos), pero para recebir bien base de ir perezosamente,
porque no es honesta cosa ser uno pronto en el recebir las buenas
obras. Aunque habemos de procurar que no nos tengan, por ventura,
en opinión de, hombres rústicos y mal criados
en el rehusarlas, porque esto también acontece algunas
veces. Pero la presencia de los amigos en todos parece ser de
desear.