Cicerón (106-43 a.C): De la amistad
(De amicitia) [fragmentos]
Cap. VII.-Ventajas que
trae consigo la amistad
De cierto hombre docto agrigentino [Empédocles] se
cuenta haber dejado escrito en versos griegos, que todas
cuantas cosas existen y se mueven en la máquina del
universo las une y contrae la amistad, y las disipa
o las deshace la discordia; y
ésta es una verdad generalmente reconocida y acreditada
por la experiencia. Y así, si alguna vez interpuso
un amigo sus oficios ofreciéndose al peligro, o a acompañar
a otro en el que se halla, ninguno deja de aplaudirlo con
las mayores alabanzas. ¿Qué gritos de aclamación
no se movieron en todo el teatro con la nueva fábula
de mi huésped y amigo M. Pacuvio, cuando ignorando
el rey quién de los dos era Orestes,
Pílades decía que él era, para
morir en su lugar, y Orestes aseguraba muy de veras que era
él, como así era cierto? Aplaudíanlo
los espectadores siendo fingido;
¿pues qué imaginaremos que harían si
fuese cierto? Bien mostraba su inclinación la naturaleza,
pues hacía parecer bien en otros lo que quizá
no podrían ellos hacer en caso semejante.
Cap. XV.-No hay bien
más apreciable que la amistad: la fortuna de muchos
la excluye a veces
No deben, pues, ser oídos los que están entregados
a los deleites, si alguna vez hablan de la amistad, de la
cual ni por reglas ni por experiencia tienen conocimiento.
Porque a buena fe, ¿quién hay que desee vivir
en una suma abundancia de riquezas y de todas las demás
cosas para no amar a nadie ni ser amado de ninguno? Tal es
la vida de los tiranos, en la
cual no hay fe alguna ni amor,
ni puede ser constante ninguna confianza de cariño:
todo es sospechoso, todo solícito; no hay lugar a la
amistad. Porque ¿quién ha de amar a quien tiene
miedo, o de quien juzga que él será temido?
A éstos, sin embargo se les trata con obsequios fingidos
hasta cierto tiempo; y si caen de su fortuna (como es regular),
entonces se manifiesta qué pobres estaban de amigos:
como dicen que dijo Tarquino
estando desterrado, que había
conocido a sus amigos fieles y falsos cuando ya no podía
dar iguales agradecimientos a ninguno: aunque me
admiro que un hombre tan soberbio y tan bárbaro pudiese
jamás tener algún amigo.
Cap. XVII.- Señales
para conocer los que son buenos para amigos.
Escipión, que siempre
hablaba de la amistad, se quejaba de que en todas las otras
cosas eran más diligentes los hombres que en ésta:
que cada uno podía contar las
cabras y las ovejas que tenía, y no los amigos:
que se pone cuidado en escoger aquellas cosas, y en elegir
los amigos hay mucho descuido; y que no
se tienen ciertas señales para conocer los que son
buenos para amigos.
Cap. XXIII.- Todo el
mundo conviene en las ventajas de la amistad
Porque se extiende la amistad (no sé cómo) por
la vida de todos, y ninguna manera de vivir permite que esté
exenta de ella. Antes bien, aunque haya alguno de genio tan
insociable y desabrido que huya
del congreso y compañía de los otros hombres,
y los aborrezca (como he oído que hubo en Atenas un
tal Timón); aun éste no podrá
sacar sin buscar alguno con quien vomitar
la ponzoña de su aspereza.
Porrúa, 1975
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