01.- Pedro Alfonso,
el primer español autor de cuentos "europeo".
La disciplina
clericalis en Europa
Cuento XXVIII.- EJEMPLO DE SÓCRATES [DIÓGENES]
Y EL REY
01.- DISCIPLINA CLERICALIS
Nicolás André Monsiau (1754-1837):
Alejandro visitando a Diógenes
Proverbialmente se cuenta que Sócrates,
huyendo del bullicio del siglo y deseando hacer vida agreste, se refugió
en un bosque y escogió por habitación, en lugar de una
choza, la mitad de un tonel, cuyo fondo le servía de resguardo
contra el viento y la lluvia, y la parte descubierta para recibir
los alegres rayos del sol. Los cazadores del rey toparon con él,
y al verlo matándose los piojos, empezaron a reírse
de él y a estorbarle recibir la alegría de los rayos
solares...Díjoles él con rostro placentero:
-No pretendáis quitarme lo que no me dais.
Indignados con esto, quisieron arrojarlo de su casa y llevarlo fuera
del camino para que la mirada de su señor, que había
de pasar por allí, no tropezase con tan vil persona. No lo
consiguieron, y le amenazaron diciéndole:
-Vete, no sea que te suceda algo desagradable a causa de tu protervidad,
porque nuestro rey y señor ha de pasar por aquí con
sus primates y cortejo.
Mirándolos el filósofo a los que contra él ladraban,
les dijo:
-Vuestro señor no es el mío, sino más bien mi
criado.
Al escuchar esto, mirándolo con ojos enfurecidos, propusieron
algunos degollarlo; los menos severos decretaron perdonarlo hasta
que el rey pronunciase sentencia. A tiempo que discutían de
esta manera, llegó el rey preguntando la causa de la discusión,
y por referencias de sus criados se enteró de lo sucedido.
Deseando el rey saber por sí mismo si era verdad o mentira
lo sucedido, se acercó al filósofo, preguntándole
qué era lo que había dicho acerca de él. El filósofo,
lo mismo que antes a los del cortejo, dijo al rey que más que
su señor, era su criado. Con rostro sonriente el rey le suplicó
le explicase diligentemente el sentido de aquellas palabras. A lo
cual respondió afablemente el filósofo sin perder la
dignidad de su semblante:
-La voluntad está sujeta a mí y me sirve, no yo a ella.
Tú, por el contrario, estás sujeto a la voluntad y la
sirves, no ella a ti. Eres, por tanto, siervo de quien a mí
me sirve.
El rey entonces, fijando un poco la vista, empezó a decir:
-Según se desprende de tus palabras, ¿no temes nada
la potencia de mi gloria?
Recogiéndose en la intimidad de su pensamiento, respondióle
el filósofo:
Demasiado sabes que te ha dominado la ambición de las cosas
mortales, y que deseaste tener ocasión de gobernar, para que
tu virtud –como tú mismo confiesas- no envejeciera en
el silencio. Así considera cuán tenue y falta de peso
es esta gloria. El poder de tu pasada gloria, supuesto que ya es nulo,
no es de temer; pero tampoco el de tu gloria futura, cuyo resultado
es dudoso e incierto; el de la presente consta que es tan pequeño,
que en un momento como en un abrir y cerrar de ojos puede ser anulado.
Por lo tanto, no es temible el poder de tu gloria por ningún
lado.
Oídas las palabras del filósofo, dijo el rey a sus acompañantes:
-¡Es un siervo de Dios! Cuidad de no hacerle nada molesto o
deshonroso.
(Ed. y traducción: Ángel González Palencia. C.S.I.C.
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