MASTER
EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA
El cuento europeo y España
01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".
Cap. 136.- SOBRE CÓMO DEBE VIGILAR EL PASTOR DE LAS ALMAS Un ladrón llegó de
noche a la casa de un rico y, después de subirse al tejado,
comenzó a observar a través de una abertura si aún
permanecía despierto alguien de la familia del rico. Al darse
cuenta de esto el dueño, dijo a su mujer en voz baja: «Pregúntame
en voz alta de qué modo hemos conseguido los bienes que tenemos
y no desistas de preguntar hasta que finalmente te lo indique».
«Oh buen señor», dijo entonces la mujer, «puesto
que nunca fuiste mercader, dime cómo reuniste tanto dinero
como el que ahora tienes». «No me preguntes esto, necia»,
contestó él. Ella, sin embargo, insistía más
y más, sin cesar de preguntar. Por fin el marido, forzado por
sus súplicas, dijo: «Si guardas el secreto que te voy
a contar, te diré la verdad». «¡Lejos de
mí tal intención!», replicó ella. «Era
ladrón y reuní todo lo que ahora tengo robando por la
noche», confesó el marido. «Me admira, entonces»,
respondió la mujer, «que nunca fueras detenido».
«El que era mi maestro», añadió él,
«me enseñó una palabra que tenía que repetir
siete veces cada vez que subía al tejado de una casa y a continuación
descendía deslizándome por los rayos de la luna. De
esta manera robaba lo que quería; después, sin peligro,
ascendía de nuevo por los mismos rayos y salía de la
casa». «Te ruego que me digas aquella palabra»,
insistió la mujer, «en virtud de la cual cometías
los robos sin peligro». «Te la diré», accedió
el esposo, pero no se la digas a nadie por nada del mundo, no sea
que puedan llevarse nuestros bienes». «De ningún
modo lo haré», aseguró ella. «Ésta
es la palabra», dijo él: «Saxlem, saxlem».
Después de esta conversación, la mujer se durmió
mientras que el marido fingía dormir y roncaba. Al oírlo
el ladrón, se alegró y, agarrándose con las manos
abiertas y con los pies al rayo de la luna, cayó a la casa
después de haber repetido siete veces la mencionada palabra.
Hizo un gran ruido y quedó tendido en tierra medio muerto con
una pierna y un brazo fracturados. El dueño de la casa, al
oír el ruido, preguntó qué había ocurrido,
como si lo desconociese. «Las palabras de la fábula me
engañaron", respondió el ladrón. El dueño
lo detuvo y a la mañana siguiente lo hizo colgar de lo alto
del patíbulo. (AKAL, 04) |