MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa

 

Cuento XXIV.-El ladrón y rayo de luna

05.- GESTA ROMANORUM

Cap. 136.- SOBRE CÓMO DEBE VIGILAR EL PASTOR DE LAS ALMAS

Un ladrón llegó de noche a la casa de un rico y, después de subirse al tejado, comenzó a observar a través de una abertura si aún permanecía despierto alguien de la familia del rico. Al darse cuenta de esto el dueño, dijo a su mujer en voz baja: «Pregúntame en voz alta de qué modo hemos conseguido los bienes que tenemos y no desistas de preguntar hasta que finalmente te lo indique». «Oh buen señor», dijo entonces la mujer, «puesto que nunca fuiste mercader, dime cómo reuniste tanto dinero como el que ahora tienes». «No me preguntes esto, necia», contestó él. Ella, sin embargo, insistía más y más, sin cesar de preguntar. Por fin el marido, forzado por sus súplicas, dijo: «Si guardas el secreto que te voy a contar, te diré la verdad». «¡Lejos de mí tal intención!», replicó ella. «Era ladrón y reuní todo lo que ahora tengo robando por la noche», confesó el marido. «Me admira, entonces», respondió la mujer, «que nunca fueras detenido». «El que era mi maestro», añadió él, «me enseñó una palabra que tenía que repetir siete veces cada vez que subía al tejado de una casa y a continuación descendía deslizándome por los rayos de la luna. De esta manera robaba lo que quería; después, sin peligro, ascendía de nuevo por los mismos rayos y salía de la casa». «Te ruego que me digas aquella palabra», insistió la mujer, «en virtud de la cual cometías los robos sin peligro». «Te la diré», accedió el esposo, pero no se la digas a nadie por nada del mundo, no sea que puedan llevarse nuestros bienes». «De ningún modo lo haré», aseguró ella. «Ésta es la palabra», dijo él: «Saxlem, saxlem». Después de esta conversación, la mujer se durmió mientras que el marido fingía dormir y roncaba. Al oírlo el ladrón, se alegró y, agarrándose con las manos abiertas y con los pies al rayo de la luna, cayó a la casa después de haber repetido siete veces la mencionada palabra. Hizo un gran ruido y quedó tendido en tierra medio muerto con una pierna y un brazo fracturados. El dueño de la casa, al oír el ruido, preguntó qué había ocurrido, como si lo desconociese. «Las palabras de la fábula me engañaron", respondió el ladrón. El dueño lo detuvo y a la mañana siguiente lo hizo colgar de lo alto del patíbulo.
Moralización
Queridísimos, este ladrón es el diablo, que asciende al techo de tu corazón a través de los malos pensamientos y hace un agujero sirviéndose del consentimiento en el mal. El hombre acompañado de su esposa es el buen prelado, desposado con la Iglesia, a quien el diablo intenta con todo su empeño arrebatar mediante el pecado sus bienes, es decir, las virtudes que recibió en el bautismo; pero el buen prelado debe vigilar sin cesar para impedir que el ladrón penetre en la mansión de su alma, de acuerdo con aquellas palabras del Salvador: «Vigilad, pues desconocéis la hora en que va a venir el ladrón»; y debe tomar medidas contra sus malas intenciones, tanto las dirigidas contra él como hacia su esposa, a saber, la Iglesia, sobre la manera de resistir al diablo, para que caiga de su corazón sin causarle ningún perjuicio.
O puede interpretarse de otro modo. Este ladrón era Lucifer que con todo empeño quiso ascender para ser otro Dios y así arrebatarle su dignidad, como decía Isaías: «Ascenderé al cielo y seré semejante al Altísimo». Cuando después subió al cielo trepando por un rayo, esto es, a través su hermosura, cayó en los infiernos y se rompió los huesos, esto es, perdió la hermosura y el honor que Dios le había concedido por su propia bondad y fue suspendido en el patíbulo del infierno, del que...

(AKAL, 04)