01.- Pedro Alfonso,
el primer español autor de cuentos "europeo".
La disciplina
clericalis en Europa
Cuento XXIV.-El ladrón y rayo de luna
03.- FABLIAU: EL LADRÓN QUE ABRAZÓ
UN RAYO DE LUNA
J'ai ouï conter qu'un larron vint rôder prés d'une
maison où habitait un homme riche. IÍ cherchait moyen
de voler. II grimpa vite sur le toit et prétant l'oreille écouta
sí quelqu'un au logis veillait, ce qui l'eüt alors obligé
à renoncer a son projet. Mais le maítre de la maison
aperçut fort bien le larron et se promit de l'engeigner. II
parla tout bas à sa femme:
-Demande, dit-il, à voix haute — peu m'importe si l'on
entend — d'où m'est venue cette richesse qui me fait
mener si grand train.
Elle fit comme il le voulait, à haute voix luí demanda:
-Sire, pour Dieu, contez-moi donc comment vous avez amassé
votre richesse, votre avoir, jamáis je n'ai pu le savoir, et
jamais je n'ai vu marchand ni prêtre ayant pu gagner tant.
II répondit:
-Vous avez tort de me poser cette question; usez à votre volonté
de ce que Díeu nous a prêté.
Mais elle le pressa plus fort pour obtenir une réponse. II
se faísaít prier encore; il fit mine enfin de ceder
et se mit à lui raconter comme il s'était enrichi.
-Je fus jadis, dit-il, larron: c'est de là que vient ma fortune.
-Comment! vous avez pu voler sans jamais être incriminé?
-Je tenais, dit-il, de mon maître un charme qu'il prisait beaucoup.
Je disais ce charme sept fois, j'embrassais un rayon de lune et descendais
dans la maison où je dérobais à mon gré.
Et quand je voulais déguerpir, je répétais sept
fois le charme, j'embrassaís le rayón de lune, j'y montais
comme à une échelle.
-Enseígnez-moi, répliqua-t-elle, comment vous usiez
de ce charme.
-Quand j'avais dit sept fois Saül, je pouvais alors
à mon aise, porté par un rayon de lune, pénétrer
dans une maíson sans éveiller grands ni petits.
Sa femme ajouta:
-Par saint Maur, ce charme vaut un vraí trésor. Si quelque
ami, quelque parent, ne peut prospérer autrement, je lui enseignerai
ce charme et le ferai fiche et puissant.
Le prudhomme alors la pria de se taire et de s'endormir: ayant, dit-il,
longtemps veillé, il avait besoin de sommeil; elle le laissa
en repos, et il commenca à ronfler.
Le larron, l'ayant entendu, pensa qu'il était endormi. II gardait
mémoire du charme. II le répéta bien sept fois,
embrassa un rayon de lune, y noua ses bras et ses jambes, et dégringola
sur le sol: il se brisa cuisse et bras droits; le rayon l'avait mal
porté. L'homme, feígnant de s'éveiller et d'être
effrayé par le bruit, demanda, en criant bien fort, qui pouvait
faire un tel tapage.
-Je suis, lui dit l'autre, un larron; j'eus tort d'écouter
vos propos. Le charme m'a si bien porté que je suis meurtri
et brisé.
On appréhende le larron; vite on le livre à la justice
: il est promis à la potence.
(Le Castoiement du père à son fils.)
[adaptación en verso de la Disciplina
Clericalis]
en Fabliaux. Ed. de Gilbert Roger. Gallimard, 78)
He oído contar que un ladrón
vino a rondar cerca de una casa donde vivía un hombre rico.
Buscaba el medio de robar. Trepó en seguida sobre el techo
y prestando atención oyó si alguien en la vivienda velaba,
lo cual le hubiera obligado a renunciar a su proyecto. Pero el dueño
de la casa notó muy bien al ladrón y se propuso engañarlo.
Le dijo muy bajo a su mujer:
-Pregúntame –dijo él- en voz alta (importa poco
si se oye) de dónde me ha venido esta riqueza que me permite
llevar un gran tren de vida.
Ella hizo como quería, en voz alta le preguntó:
-Señor, por Dios, contadme cómo habéis amasado
vuestra riqueza, vuestro capital, nunca he podido saberlo, y nunca
he visto comerciante y clérigo que hayan podido ganar tanto.
El respondió:
-Os equivocáis al hacer esta pregunta; usad a vuestro gusto
de lo que Dios nos ha dado.
Pero ella lo presionó más para tener la respuesta. Él
se hacía de rogar todavía; fingió ceder al fin
y se puso a contarle cómo se había enriquecido.
-Hace tiempo –dijo- fui ladrón: de ahí viene mi
fortuna.
-¡Cómo! ¿Habéis podido robar sin ser acusado
jamás?
-Tenía –dijo él- de mi maestro un hechizo que
usaba mucho. Decía el hechizo siete veces, me abrazaba a un
rayo de luna y descendía a la casa donde robaba a mis anchas.
Y cuando quería huir, repetía siete veces el hechizo,
abrazaba el rayo de luna y subía como por una escalera.
-Enseñadme –replicó ella- cómo usabais
el hechizo.
-Cuando había dicho siete veces Saúl, podía
a mis anchas, llevado por un rayo de luna, penetrar en una casa sin
despertar a grandes ni pequeños.
Su mujer añadió:
-Por san Mauro, este hechizo vale un tesoro. Si algún amigo,
algún pariente no puede prosperar de otra manera, le enseñaré
ese hechizo y lo haré rico y poderoso.
El señor entonces le rogó que se callara y se durmiera:
habiendo –dijo- velado mucho tiempo, tenía sueño;
ella le dejó reposar y él comenzó a roncar.
El ladrón, habiéndolo oído, pensó que
se había dormido. Recordaba el hechizo. Lo repitió siete
veces, abrazó un rayo de luna, anudo en él brazos y
piernas, y se precipitó al suelo: se rompió el muslo
y el brazo derecho; el rayo lo había llevado mal. El hombre,
fingiendo despertarse y estar asustado por el ruido, preguntó,
gritando muy fuerte, quién podía hacer tal alboroto.
-Soy yo –le dijo el otro-, un ladrón; he errado al escuchar
vuestro propósito. El hechizo me ha llevado tan bien que estoy
magullado y quebrado.
Se apresa al ladrón, en seguida se le entrega a la justicia:
es destinado a la horca.
[Traducción: C. Hernández Valcárcel]