MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa
 

Cuento XXII.- El rústico y la avecilla

04.- GESTA ROMANORUM

CAP. 167.- SOBRE LA OBLIGACIÓN DE ESCUCHAR EL BUEN CONSEJO

Un cazador capturó una avecilla de nombre ruiseñor y, cuando se disponía a matarla, el ruiseñor obtuvo la facultad de hablar y le dijo: «¿Qué vas a ganar, hombre, con matarme?, pues no conseguirás llenar tu barriga conmigo; en cambio, si me sueltas, te daré tres consejos y, si los cumples, podrás sacar gran provecho de ello». El cazador, asombrado del parlamento del ruiseñor, prometió que lo dejaría libre si le descubría esos tres consejos tan ventajosos. «Escucha, pues», dijo el ruiseñor. «El primero es: "Nunca te empeñes en conseguir lo que no puede ser alcanzado". Escucha el segundo: "Nunca sientas pena por una cosa perdida e irrecuperable". Escucha el tercero: "Nunca des crédito a una palabra no creíble". Observa estos tres consejos y te irá bien». El cazador, en efecto, le dejó libre como había prometido. El ruiseñor, pues, voló libre por el cielo cantando dulcemente, pero terminado el canto, le dijo: «¡Ay de ti, hombre!, eres un desgraciado, pues has tenido una mala idea que te ha hecho perder un gran tesoro, porque hay en mi vientre una margarita, que supera el tamaño de un huevo». El cazador, al oírlo, se entristeció mucho porque lo había dejado marchar. Tendió su red e intentó cazarlo de nuevo, diciéndole: «Ven a mi casa y te cuidaré con sumo esmero y te alimentaré con mis propias manos y te dejaré volar a tu voluntad». «Ahora veo con certeza que eres un necio», contestó el ruiseñor, «pues de los tres consejos que te confié no has cumplido ninguno; sientes pena por una cosa perdida e irrecuperable, puesto que no eres capaz de cazarme a pesar de que lo has intentado con tu red; creíste que había una gema en mis entrañas cuando yo, toda entera, no soy capaz de alcanzar las dimensiones de un huevo. Eres un necio y vivirás siempre en tu necedad». Entonces se alejó volando. El hombre, sin embargo, dolorido y triste regresó a su casa y no volvió a ver al ruiseñor.
Moralización
Queridísimos, éste puede ser considerado cualquier buen cristiano que fue lavado en el bautismo de la mancha del pecado original; en el bautismo recibió flechas puntiagudas, es decir, las virtudes contra el diablo, el mundo y la carne. Recibió un ruiseñor, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo, cuando renunció al diablo y a todas sus pompas. Y Nuestro Señor cantó dulcemente cuando dirigió su oración al Padre Celestial en favor del género humano; sin embargo, el miserable pecador pensó matar a este ruiseñor, es decir a Nuestro Señor Jesucristo, cada vez que pensó cometer un pecado mortal, como dice el apóstol: «De nuevo ponen todo su empeño en crucificar al Hijo de Dios». Pero prestad atención con toda diligencia, pues Dios te dio tres mandatos y, si el hombre los guarda con atención, podrá alcanzar un gran provecho, etc. Este rey es la Trinidad, en la que hay tres personas y un solo Dios, cosa que nunca podremos entender mientras estemos en este cuerpo mortal, según lo que dice el apóstol: «Ahora vemos en enigma, después veremos según es». Y la fe no tiene mérito si la razón humana se apoya en la experiencia. Del mismo modo, el Salvador respondió en el evangelio a una mujer que preguntaba: «Di que estos dos hijos míos se sienten, etc.». Respondió el Salvador: «No sabes lo que pides». Algo por el estilo decía Pedro, a quien le preguntaba sobre la consumación de los siglos, etc. Dijo: «No es competencia vuestra conocer los tiempos o el momento, etc.». Mirad, éstos se quedaban admirados de entender aquello que no pudieron conseguir.
Otra interpretación
De otro modo, este ejemplo puede ser aplicado a todos aquellos que sienten inclinación por los honores y las riquezas. Ejemplo de Lucifer, que apeteció una cosa que le era imposible conseguir, cuando decía: «Ascenderé hasta el tercer cielo». ¿Qué sigue, por tanto, después? Cayó en el infierno. Lo mismo puede decirse de nuestro primer padre, que quiso ser Dios comiendo una manzana; por ello fue expulsado del paraíso y encontró la muerte para él y para todos nosotros. Os aconsejo, por tanto, que vosotros, ricos y poderosos del mundo, no intentéis conseguir lo que no debe ser conseguido, como son los bienes temporales y los honores del siglo, pues nunca podrán ser alcanzados de verdad sin daño para el alma, según dice el apóstol: «El que quiera hacerse rico, caerá en los lazos del diablo». Y, aunque obtuvieses cosas buenas, serás defraudado cuando más esperanzado estés por disfrutar de ellas. Ejemplo de aquel rico que decía: «Destruiré mis graneros». Y la misma noche cayó muerto. El segundo mandato es: «No sentirás dolor por una cosa perdida e irrecuperable». Queridísimos, debéis saber que por cosa perdida debemos entender la salud, del cuerpo o las riquezas que Dios quita a quien ama, de acuerdo con aquello: «Flagela a todo hijo a quien quiere». Pero cuando algunos se vuelven ciegos, cojos o privados de algún otro miembro o les son robadas sus riquezas, sienten un dolor superior a lo que es posible creer y no dan gracias a Dios, como Esaú, que sentía gran dolor por haber perdido la bendición del padre y, sin embargo, no pudo conseguirla. El tercer mandato es: «No deposites tu confianza en una palabra falta de crédito». Muchos han sido engañados, queridísimos, con esta palabra por el diablo, el mundo y la carne. El diablo sugiere muchas cosas y promete cosas falsas que son increíbles, como ocurrió con nuestro primer padre, que dio crédito al diablo, cuando dijo: «Si coméis del árbol, seréis como dioses». Creyó y fue engañado, y por eso fue expulsado del paraíso. La promesa del diablo era increíble por dos razones; en primer lugar, porque era mentira; en segundo, porque Dios le avisó con antelación: «En cualquier hora en que comáis del árbol, moriréis». Sin embargo, todavía ahora algunos creen en el diablo, en el mundo y en la carne, pues al punto los siguen y consienten en el pecado y dicen: «El huevo es tan precioso, etc.». Por el huevo se entiende el mundo, que es redondo. El mundo dice al hombre: «Es bueno disfrutar del mundo en la juventud, pues, aunque lo hagamos y caigamos en el pecado, todavía es mayor la disposición de Dios, es decir, la misericordia divina, que nuestra miseria». Contra tales dice el Salmista: «No te apiades de todos los que obran iniquidad». Esforcémonos, pues...

(AKAL, 04)