01.- BARLAAM Y JOSAFAT, CAP. X

[...]Pero si
después de haber sido llamado no atiendes o remoloneas,
con razón serás desheredado en el juicio de Dios,
por no querer dejarás de ser querido. [79] Pues así
también se lo sugirió el apóstol Pedro a
uno de sus discípulos. Mas creo que has oído la
llamada y una vez que la hayas escuchado con más claridad
tomarás tu cruz y seguirás al Dios y Señor
que te ha llamado, el que te llama de la muerte a la vida y de
las tinieblas a la luz. Porque en realidad la ignorancia de Dios
es tiniebla y muerte del alma y servir a ídolos que van
contra toda naturaleza me parece el colmo de la inconsciencia
y de la locura. ¿Con quién podría yo parangonar
a estos idólatras y a quién podría referirme
para representar su estupidez...? Pues bien, te voy a poner un
ejemplo que me contó un hombre muy sabio. Me dijo: Los
que adoran a los ídolos se asemejan a un pajarero que apresó
un pajarito diminuto, uno de esos que llaman ruiseñores.
Empuñó un cuchillo para degollarlo y comérselo,
cuando salió del ruiseñor una voz articulada que
dijo al pajarero:
[80] »—¿De qué te sirve matarme, hombre?
Porque conmigo no vas a poder llenarte la barriga. Pero si me
libras de estas ataduras te daré tres consejos que te serán
utilísimos para toda la vida.
»E1 pajarero se quedó atónito con aquella
vocecita y le prometió que si le oía algo insólito
lo liberaría al instante. El ruiseñor se volvió
al hombre y le dijo:
»—Nunca intentes alcanzar lo inalcanzable, no te lamentes
por algo pasado y no te fíes jamás de lo inverosímil.
Guarda estos tres consejos y buena suerte.
»E1 hombre admiró tan agudas e inteligentes palabras
y soltándole las ataduras lo dejó volar. El ruiseñor
entonces quiso saber si el hombre había comprendido sus
palabras y sacado algún provecho. Revoloteando sobre él
le dijo:
»—¡Ay, qué insensatez la tuya, hombre!
¡Qué tesoro acabas de perder hoy! Porque en mis entrañas
hay una perla más grande que un huevo de avestruz.
»Cuando el pajarero oyó esto se revolvió enojado
arrepintiéndose de haber dejado escapar de sus manos al
ruiseñor aquel. Intentó entonces echarle mano y
dijo:
» —Ven a mi casa te haré un buen recibimiento
y después te dejaré ir muy honrado.
»Pero el ruiseñor le respondió:
[81] » —Ahora comprendo que eres tonto de verdad,
porque escuchaste con interés y gusto mis palabras pero
no sacaste el más mínimo provecho. Te dije que no
te arrepintieras de lo pasado y hete aquí que te revuelves
airado porque me he escapado de tus manos, arrepintiéndote
así de una cosa pasada. Te aconsejé que no intentaras
alcanzar lo inalcanzable y tú tratas de capturarme cuando
no puedes alcanzarme en el aire. Además te dije que no
creyeras lo increíble y te has creído que podía
haber en mis entrañas una perla más grande que yo,
sin que se te ocurriera pensar que yo todo entero no llego al
tamaño de un huevo de avestruz; ¿cómo iba
a tener dentro una perla semejante?
»Pues bien —continuó Barlaam—, así
de estúpidos son los que creen en los ídolos, porque
los fabrican con sus propias manos y luego adoran lo que sus dedos
han hecho diciendo: Éstos son nuestros creadores. ¿Pero
cómo pueden considerar «creadores» a los que
ellos mismos han hecho y creado? Además los guardan en
lugares seguros para que no los expolien los ladrones y encima
los llaman custodios de su seguridad. Verdaderamente, cuánta
insensatez supone esto, no darse cuenta de que, al ser incapaces
de guardarse y ayudarse a sí mismos, cómo iban a
ser custodios y salvadores de los demás. [82] Porque dicen:
¿no preguntan a los muertos por los vivos? . Gastan su
dinero para erigir estelas y estatuas a los demonios y propalan
que aquéllos son los que dispensan la riqueza [...]
(Siruela, 93)