MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa
 

Cuento XXII.- El rústico y la avecilla

03.- LIBRO DEL YSOPET.- FÁBULAS COLLECTAS DE ALFONSO E DE POGIO E DE OTROS. (Traducción de La Disciplina)

La VI.- De la auezilla e del rústico

Tenía vn aldeano vna huerta con sus fuentes corrientes limpias e muy ordenada de yeruas e flores, por que muchas vezes venían allí las aues, e él se fue como avía de costumbre a folgar a la huerta sentiéndose cansado por recrearse ende e se asentó debaxo de vn árbol, sobre el qual cantaua vna auezilla muy suauemente, cuyo canto tan deletable oyendo el rústico, armóle vn lazo en el qual la tomó. La auezilla viéndose assi presa, dízele: “¿Por qué tanto trabajaste por tomar a mí, pues que non puedes conseguir de mí prouecho alguno?” Responde el rústico: “Yo te he prendido porque tu canto dulçe alegre mi coraçón”. Dize la auezilla: “En vano has trabajado ca non te cantaré por precio nin por ruego”. El aldeano le dize: “Si no me cantas yo te mataré e comeré”. Respondió la aue: “¿En qué manera me comerás? si cozida en agua, el bocado será bien pequeño de forma que non me sentirás en tu boca; si me assas mucho menor seré; mas déxame volar e seguirás grand prouecho de mí, porque te daré tres dotrinas de sabiduría, las quales amarás más que tres vecerros para comer”. E como la auezilla estas cosas le prometiesse, él la dexó volar, e puesta ella en su libertad, dízele: “Esta sea la primera enseñança, que non creas a todas palabras que oyeres, señaladamente aquellas que non parescen verdaderas. La segunda dotrina, que guardes lo que es tuyo. La tercera e final, que non te duela de las cosas perdidas, las quales non puedes recobrar”. Acabadas estas palabras la aue subió en el árbol e cantó muy dulcemente aquella oración: “Bendito sea el Señor Dios que el sentido deste caçador encubrió e cegó, e le quitó su prudencia por que non me tocasse ni me mirasse con los ojos ni entendiesse con su entendimiento la piedra preciosa llamada jacinto, del peso de vna honça que trayo en mis entrañas, porque si él supiera que yo trayo tal cosa, yo muriera en sus manos e él fuera muy rico”. El rústico como oyó esto, turbado en sí, pesándole muy fuertemente porque avía dexado la auezilla, con grand dolor llorando dize assí: “O desauenturado de mí, ¿por qué crey a las palabras de la auezilla engañosa, e non fui para guardar lo que tenía?” Al qual responde ella: “A, loco, ¿por qué te atormentas?; ¿tan ayna has oluidado la dotrina que te di?; ¿piensas que vna ave tan pequeña como yo, que toda entera non peso vna dragma, que es tanto como un dinero, pueda traer en mis entrañas vna honça de jacinto?; ¿non te acuerdas que te dixe que non creyesses a todas las palabras?; e si tuya era ¿por qué non me guardaste?; e si tú perdiste la tal piedra, pues non la puedes cobrar ¿por qué te dueles contra las tres doctrinas que te di?” Estas cosas dichas escarneciendo del rústico, se fue su vía la auezilla.

Fábulas de Esopo. Facsímil de la 1ª edición de 1489. R.A.E. 1929