01.- GESTA ROMANORUM
CAP. 106.- SOBRE CÓMO
DEBEMOS ESTAR VIGILANTES CONTRA LOS FRAUDES DEL DIABLO PARA QUE
NO NOS ENGAÑE
Había en otro tiempo tres
compañeros que se disponían a ir de peregrinación.
Sucedió que no pudieron encontrar alimentos, excepto un
pan. Como estaban muy hambrientos, dijeron entre sí: «Si
se divide este pan en tres partes, la parte de cada uno no será
suficiente para saturarnos; tomemos, por tanto, una sana decisión
sobre cómo debemos repartir el pan». «Dormiremos
aquí, en el camino», dijo uno de ellos, «y
el que tenga un sueño y vea la mayor maravilla, ése
recibirá todo el pan». «Nos parece bien la
propuesta», respondieron los otros dos. Y comenzaron a dormir.
Aquel que había propuesto el plan, se levantó mientras
los demás dormían y se comió completamente
el pan sin dejar ni una migaja a sus compañeros. Hecho
lo cual, despertó a sus compañeros diciendo: «Levantaos
rápidamente; es hora de que cada uno exponga su sueño».
«Queridísimos», dijo el primero, «he
tenido un sueño admirable, esto es, he visto una escalera
de oro que descendía del cielo; por ella sabían
y bajaban ángeles que transportaban mi alma desde el cuerpo
hasta el cielo. Una vez allí, vi al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, y había tanta alegría alrededor
de mi alma que ni el ojo vio, ni el oído oyó lo
que allí contemplé. Y este ha sido mi sueño».
Prosiguió el segundo diciendo: «Yo también
vi que los demonios arrebataban mi alma del cuerpo con instrumentos
de hierro candente y allí, en el infierno, me maltrataban
y dijeron: "Mientras Dios reine en el cielo, permanecerás
en este lugar"». «Escuchad mi sueño»,
concluyó el tercero. «Me parecía que un ángel
vino a mí y dijo: "Queridísimo, ¿deseas
ver dónde están tus compañeros?". Respondí:
"Sin duda, señor. Tenemos que repartir un pan entre
los tres y temo que se hayan marchado con el pan". Pero el
ángel replicó: "No es así, pues el pan
está junto a nosotros; sígueme". Me condujo
a la puerta del cielo y, asomando mi cabeza por debajo de la puerta
tal como me había ordenado, te vi y me parecía que
habías sido raptado al cielo y que estabas sentado en un
trono de oro rodeado de muchos manjares y vinos exquisitos. A
continuación, el ángel prosiguió diciendo:
"Mira, tu compañero disfruta alegre y abundantemente
de toda clase de manjares y allí permanecerá eternamente
porque el que entra una vez en el reino celestial ya no podrá
salir nunca". Ahora ven conmigo y observa dónde se
encuentra tu otro compañero. Yendo tras él, me condujo
a las puertas del infierno y allí vi, como dijiste, en
medio de penas gravísimas, cómo se te servia diariamente
pan y vino en gran abundancia. Entonces te dije, ¡oh queridísimo
compañero!, que me desagradaba que estuvieras padeciendo
aquellas penas; a lo que tú me respondiste que mientras
Dios reinase en el cielo, permanecerías allí, pues
lo habías merecido. Me recordaste, por tanto, que me levantara
rápidamente y me comiera todo el pan puesto que no volvería
a verte, ni a ti, ni a nuestro compañero.
Yo, al ver esto, me levanté y, como me indicaste, me comí
el pan».
Moralización
Queridísimos, por estos tres compañeros debemos
entender tres clases de hombres. Por la primera, los sarracenos
y los judíos; por la segunda, los ricos y poderosos de
este mundo; por la tercera, los hombres perfectos, como son los
religiosos y restantes hombres que tienen temor de Dios; por el
pan redondo debemos entender el reino celestial. Este pan, a saber,
el reino de los cielos, es repartido entre las tres clases de
hombres según sus méritos, una ración más
grande para algunos, más pequeña para otros. Los
primeros, esto es, los sarracenos y judíos duermen en sus
pecados y creen poseer el cielo. Los sarracenos de acuerdo con
la promesa de Mahoma, cuya ley observan, que les prometió
reinar en el cielo; los judíos también creen que
lo obtendrán de acuerdo con la ley mosaica. Esta creencia
es casi un sueño. El segundo compañero, el que soñó
que estaba en el infierno, representa a los ricos y poderosos
de este mundo que, a pesar de que saben sin lugar a ninguna duda
por los predicadores y confesores que, si mueren en pecado sin
arrepentimiento, irán al infierno y allí serán
castigados eternamente, no obstante esto, acumulan pecados sobre
pecados; y por eso está escrito acerca de los ricos: «¿Dónde
están los poderosos de este mundo que jugaban con los perros
y las aves?». Están muertos y descendieron al infierno.
El tercer compañero, es decir, el cristiano, que no duerme
ni en el pecado ni en la mala fe, sino que permanece vigilante
en las buenas obras, dirigirá su vida siguiendo el consejo
del ángel, esto es, de acuerdo con los dones del Espíritu
Santo, y así podrá tener el pan, es decir, el reino
de los cielos. Al que, etc.
(AKAL, 04)