MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa
 

Cuento XII.- El rey y el fabulista

05.- QUIJOTE de Avellaneda

6ª Parte, cap. XXI.

[...] -Por cierto –dijo un canónigo-, señor Sancho, que vuesa merced tiene bravo ingenio, y que gustaré no poco, y lo mismo creo harán todos estos señores, de oírle contar algún cuento igual a los que nos han referido el señor soldado y reverendo ermitaño, pues siendo tanta su memoria y habilidad, no dejará de ser el que nos contare muy curioso.
-Yo les prometo a vuesas mercedes –dijo Sancho- que tocan tecla a la cual responderán más de dos docenas de flautas; porque sé los más lindos cuentos que se pueden imaginar; y si gustan, les contaré uno diez veces mejor que los referidos, aunque muy más corto y verdadero.
-Quítate allá, animalazo –dijo don Quijote-; ¿qué has de contar que sea de consideración? Saldrásnos a moler con una frialdad a mí y a estos señores, como me moliste en el bosque en que encontré con aquellos seis valerosos gigantes en figura de batanes, con la necia historia de Lope Ruiz, cabrerizo extremeño, y de su pastora Torralba, vagamunda perdida por sus pedazos, hasta seguirle enamorada dellos, después de reconocida y llorosa por los melindrosos desdenes con que le trató (ordinario efecto del amor en las mujeres, que buscadas huyen y huidas buscan), desde Portugal hasta las orillas del Guadiana, en las cuales atollaron sus cabras tu cuento, y mis narices con el mal olor con que atrevido las sahumaste.
-¡Malillo, pues, era el cuento! –dijo Sancho-; y a fe que me huelgo que vuesa merced se le acuerden tan bien sus circunstancias, para que por ellas y las del que agora referiré, si me dan grato silencio todos, conozca la diferencia que hay del uno al otro.
Rogaron todos a Don Quijote le dejase contar su cuento; y dándole él licencia para ello, y entonando Panza su voz, comenzó a decir:
“-Érase que se era, que en hora buena sea, y el mal para la manceba del abad, frío y calentura para la amiga del cura, dolor de costado para la ama del vicario, y gota de coral para el rufo del sacristán, hambre y pestilencia para los contrarios de la Iglesia.
-¿No lo digo yo –dijo Don Quijote-, que este animal es afrentabuenos y no ha de decir sino dislates? ¡Miren la arenga de los diablos que ha tomado para su cuento, tan larga como la Cuaresma!
-¿Pues son malos los arenques para ella, cuerpo de mi sayo? –dijo Sancho-. No me vaya vuesa merced a la mano, y verá si digo bien; ya me iba engolfando en lo mejor de la historia, y agora me la ha hecho desgarrar de la mollera; escuchen, si quieren, con Barrabás, pues yo les he escuchado a ellos.
Érase, como digo, volviendo a mi cuento, señores de mi alma, un Rey y una Reina, y este Rey y esta Reina estaban en su reino, todos al que era macho llamaban el Rey, y a la que era hembra la Reina. Este Rey y esta Reina tenían un aposento tan grande como aquel que en mi lugar tiene mi señor Don Quijote para Rocinante; en el cual tenían el Rey y la Reina muchos reales amarillos y blancos, y tantos, que llegaban hasta el techo. Yendo días y viniendo días, dijo el Rey a la Reina:
“-Ya ves, Reina deste Rey, los muchos dineros que tenemos; ¿en qué, pues, os parece sería bueno emplearlos, para que dentro de poco tiempo ganásemos muchos más y mercásemos nuevos reinos?
“Dijo luego la Reina al Rey:
“-Rey y señor, paréceme que sería bueno que los comprásemos de carneros.
“Dijo el Rey:
“-No, Reina, mejor sería que los comprásemos de bueyes.
“-No, Rey, -dijo la Reina-; mejor será, si bien lo miras, emplearlos en paños y llevarlos a la feria del Toboso.
“Anduvieron en esto haciendo varios arbitrios, diciendo la Reina no a cuanto el Rey decía si; y el Rey sí a cuanto la Reina decía no. A la postre, postre, vinieron ambos en que sería bueno ir con los dineros a Castilla la Vieja o tierra de Campos, do, por haber muchos gansos, los podrían emplear en ellos, mercándolos a dos reales; y añadía la Reina, que dio este consejo:
“-Y luego mercados, los llevaremos a vender a Toledo, do se venden a cuatro reales, y a pocos caminos multiplicaremos así infinitamente el dinero en breve tiempo.
“Al fin el Rey y la Reina llevaron todos sus dineros a Castilla en carros, coches, carrozas, literas, caballos, acémilas, machos, mulas, jumentos y otras personas deste compás.
-Tales como la suya serían todos –dijo Don Quijote-: ¡maldígate Dios a ti y a quien tiene paciencia para oírte!
-Ya es la segunda vez que me desbarata –replicó Sancho-, y creo que es de invidia de ver la gravedad de la historia y elegancia con que la refiero; y si eso es, déla por acabada.
Que no permitiese tal rogaron todos a Don Quijote, y a Sancho pidieron con instancia que prosiguiese. Hízolo, diciendo, porque estaba de buen humor:
“-Consideren, señores, con tanto real qué tantos gansos comprarían el Rey y la Reina; que yo sé de cierto que eran tantos, que tomaban más de veinte leguas: en fin, está España tal de gansos, cual estuvo el mundo de agua en tiempo de Noé.
-Y si fuera cuales estuvieron de fuego Sodoma y Gomorra y las demás ciudades –dijo Bracamonte-, cuáles quedaran los gansos, señor Panza?
-Para la mía buenos y bien asados, señor Bracamonte; pero ni eso fue, ni se me da nada, pues no me hallé en ello: lo que sé es que el Rey y la Reina iban con ellos por los caminos hasta que llegaron a un grandísimo río...
-Que, sin duda –dijo el Jurado- sería Manzanares, pues su grandísima puente segoviana muestra que antiguamente sería caudalosísimo.
-Solo sé –replicó Sancho- que por no haber en él pasadizo, llegados el Rey y la Reina a su orilla, dijo el uno al otro:
“-¿Cómo habemos de pasar agora estos gansos? Porque si los soltamos, se irán nadando por el río abajo, y no los podrá después coger el diablo de Palermo; por otra parte, si los queremos pasar en barcas, no los podremos recoger en un año.
“-Lo que me parece –dijo el Rey- es que hagamos hacer luego en este río una puente de palo, tan angosta, que solo pueda pasar por ella un ganso; y así, yendo uno tras otro, ni se nos descarriarán, ni tendremos trabajo de pasarlos todos juntos.
“Alabó la Reina la traza; y efectuada, comenzaron uno a uno a pasar los gansos.
Calló Sancho en esto; y Don Quijote le dijo:
-Pasa tú con ellos, con todos los diablos, y acabemos ya con su pasaje y con el cuento. ¿Para qué te paras? ¿Hásete olvidado?
No respondió palabra Sancho a su amo, lo cual visto por el ermitaño, le dijo:
-Pase vuesa merced, señor Sancho, adelante con el cuento; que en verdad que es lindísimo.
A esto respondió él, diciendo:
-Aguárdense, ¡cuerpo non de Cristo, y qué súpitos son! Dejen pasar los gansos, y pasará el cuento adelante.
-Dadlos por pasados –replicó uno de los canónigos.
-No, señor –dijo Sancho-: gansos que ocupan veinte leguas de tierra no pasan tan presto; y así resuélvase en que no pasaré adelante con mi cuento, ni lo puedo hacer con buena conciencia, hasta que los gansos no estén de uno en uno desotra parte del río, en que no tardarán más que un par de años, cuando mucho.
Con esto se levantaron del suelo, riendo todos como unos locos, sino Don Quijote, que le quiso dar a todos los diablos... (págs. 179-181)

(Espasa Calpe, 47)