MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa
 

Cuento XI.- La espada

03.- Sancho de Muñón: LA TERCERA CELESTINA (TRAGICOMEDIA DE LISANDRO Y ROSELIA)


ACTO TERCERO, Quinta “cena”


[1] OLIGIDES.- Si me quisieses tú dar a entender lo que a un truhán sus amigos, según cuenta Poggio, persuadieron: que estaba muerto; el cual fue llevado a enterrar, aunque en las andas no dejó de responder a los que daban gracias a Dios por su muerte que juraba a Dios que si vivo estuviera, como iba muerto, que ellos se las pagaran.

[2] OLIGIDES.- ...fuime derecho a Carmisa, y estando ella y yo en muchos placeres y regocijos, heos aquí llama a la puerta el bachiller su amigo. Yo en esto estaba sin sayo, bajas las calzas, y quiso más nuestra desventura, que al tiempo que él llegó daba yo una gran carcajada de risa, contando de allí de el tu capellán metido en el arca, de suerte que sintió hombre en casa, y mientras más nos oía reír y las voces que teníamos, él más priesa se daba a llamar. Entonces Carmisa, cortada de la muerte, no supo qué se hacer más de esconderme en bajo de una cesta de colar, que como soy de esta marca cagada, cupe en ella. El bachiller, como no le abrieron tan presto como quería, vase y trae consigo sus popilos armados para derrocar la puerta y matar a Carmisa y a mí. En este medio la vieja, su madre, como más sabia y astuta, sospechó a lo que iría, y mata de presto un pato, y hinche con la sangre el gaznate, y rebózamelo por este cuello; y da una tijerada en la morcilla, y brota la sangre, y párame cual veis. En esto llega el bachiller a quebrar las puertas; la vieja comienza a dar gritos de arriba: “¡Escóndete, señor, escóndete! que viene la justicia”; torna luego a replicar: “¡Ay! que no es, está quedo y curarémoste. Corre, baja tú, Carmisa, abre al señor bachiller, que bien puede entrar él solo”. Viene Carmisa y abre disimulando otra turbación de la que tenía con estas palabras:
-¡Ay! mi señor, que tenemos acá un herido, el cual deja por muerto a un lacayo del conde, y pensamos que eras tú la justicia que venía tras él, y por eso nos tardamos en abrir mientras le escondíamos.
El bachiller, puesta la punta de la espada en sus pechos, díjole que mentía, que aquellas risadas no eran de hombre herido. Carmisa responde:
- ¡Desdichada yo! sube, verlo has, que como se le iba la sangre por la garganta, donde le hirieron, por quejarse, de dolor graznaba como pato, y tu pensarías que se reía.
Entonces el bachiller sube a ver si era verdad, y como me vio lleno de sangre, creyólo, y díceme:
- Hermano, ¿quieres algo?
Yo tapado siempre porque no me conociese, grazno como que no podía hablar, y hacía señas con los ojos al cielo. El bachiller, no me entendiendo, pregunta lo que diría yo. Ella dice “que llames al zurujano”, para que con este achaque él fuese, hecho necio, a llamarlo, y yo tuviese lugar de me ir sin saber él quién yo era; y así me vine corriendo cual me veis.


La tercera Celestina (tragicomedia de Lisandro y Roselia)

Obra de pasatiempo y recreación la cual trata de amores

(propia materia de mancebos) y de la malicia de las alcahuetas.

Ed. Joaquín López Barbadillo. Akal, 1977

(Facsímil de la edición de 1921). (III, V, páginas 198-200)