MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA
El cuento europeo y España
01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo". La disciplina clericalis en Europa Cuento XV.- Los diez cofres 01.- DISCIPLINA CLERICALIS
El discípulo:
—No existe nadie que pueda
esquivar la astucia de la mujer, como no sea aquel a quien el mismo
Dios guarde. Me resulta esta narración una exhortación
demasiado elocuente para que no tome mujer.
El maestro:
—No debes pensar que todas
las mujeres son asi, antes bien se cncuentra en muchas de ellas gran
castidad y bondad. Y has de saber que en la mujer buena puede encontrarse
una excelente compañía, y que la buena mujer es un fiel
guardián y una buena casa. Salomón, en el fin del libro
de los Proverbios, compuso veintidós versos en alabanza y ponderación
de la mujer buena.
El discípulo dijo a esto: —Bien, me has reconfortado.
¿Pero has sabido de alguna mujer que emplease en bien la agudeza
de su inteligencia?
El maestro dijo:
—Sí que lo sé.
El discipulo, entonces, dijo:
—Cuéntamelo, porque
me parece cosa absolutamente nueva, oh maestro.
XV. EJEMPLO DE LOS DIEZ COFRES Dicen que uno d'España fue
a Mecha, e yendo legó a Egipto, e queriendo entrar en la
tierra desierta e pasar por ella, pensó de dejar el dinero
en Egipto, e preguntó si había en aquela tierra algún
homme a quien pudiese dejar su moneda, e mostráronle un homme
viejo que decíen que era verdadero e bueno, al cual dejó
mill marcos, e dende fuése su camino, el cual acabado, tornó
al viejo e demandóle su moneda; el cual, lleno de malicie,
decía que nunca lo viera; e él ansí engañado,
fuése para algunos buenos hommes de aquel lugar, e díjoles
commo aquel a quien dejara su dinero commo gelo negaba, e los vecinos
non gelo quisieron creer, ante decíen que non era verdad.
El cuitado que habíe perdido su moneda, iba cada día
a cas de aquel viejo, e por buenas palabras rogábale que
le diese sus dineros. El engañador deshonrábalo e
maltraíalo, diciendo que non dijiese tales cosas, nin de
alí adelante veniese a él; si non que le faríe
dar de muchos palos. Él, de que oyó estas amenazas
de aquel que le había engañado, tornóse muy
triste, e en tornándose encontró a una vieja vestida
de paños de ermitaña e con un palo de que se ayudaba
a andar, e alabando a Dios por la calle, alimpiábala de las
piedras que estaban en ella. E viendo el homme ir lorando, esta
conosció que era stranjero, e llamólo aparte e preguntóle
que le habíe acaescido, e díjole todo el negocio por
orden [la misma situación que en La
perrilla que lloraba], e ella díjole: El discípulo:
—Ingenioso y útil
fue esto, y creo que ningún filósofo discurriría
más sutilmente la manera de que el hombre recuperase su dinero.
El maestro:
—Bien lo hubiera podido
hacer un filósofo con su natural ingenio, al par que investigando
en los secretos de la naturaleza, mientras que la mujer se valió
únicamente de su ingenio natural.
El discípulo:
—Lo comprendo muy bien.
Pero si en el armario de tu corazón te queda algo de los filósofos
acerca del particular, comunícaselo a tu discípulo para
que yo, reteniéndolo en mi fiel memoria, pueda alguna vez transmitir
este delicadísimo alimento a mis condiscípulos, educados
en la leche de la filosofía.
El maestro:[...]
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