MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA
El cuento europeo y España
01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".
CAP. 28.- SOBRE EL EXECRABLE ENGAÑO DE LAS VIEJAS Había una emperatriz en cuyo
reino vivía un caballero que tenía una esposa noble, casta
y honesta. Sucedió que el caballero marchó de peregrinación,
pero antes había dejado dicho a su esposa:
—No te pongo guardián
alguno sino a ti misma, porque estoy convencido de que no lo necesitas.
Una vez preparada la comitiva, partió.
La esposa, por su parte, permaneció en casa viviendo castamente.
Sucedió en cierta ocasión que, presionada por las súplicas
de una vecina suya, acudió a la casa de ésta para tomar
parte en un banquete, aunque una vez terminado,
regresó de nuevo a casa. Sin embargo, un joven, en cuanto la
vio, quiso amarla con ardiente pasión, y para conseguirlo envió
a su casa numerosos mensajeros con la pretensión de ser amado
por ella en la misma proporción que su pasión anhelaba.
Como fueran rechazados todos los emisarios, él mismo en persona
se presentó en casa de la dama. Al comprobar que era totalmente
rechazado, cayó enfermo a causa del dolor. A menudo iba a casa
de ella, pero de nada le sirvió porque la dama lo rechazaba de
todos los modos posibles. Un día aconteció que acudió
a la iglesia afligido y triste; se encontró
con una vieja reputada de santa por su modo de vida, la cual, al verlo
triste, le preguntó por el motivo de su tristeza.
—¿De qué me sirve
contestarte?, respondió él.
—Es conveniente que pongas
al descubierto tu herida, dijo ella por su parte, si esperas que surta
efecto la obra del médico. Así pues, muéstrame
la causa de tanto dolor y te curaré con la ayuda de Dios.
Al oír esto, el joven le confesó
que amaba a una señora.
—Ve rápidamente a tu
casa y en breve tiempo te curaré, dijo la vieja.
Dicho lo cual, el joven se dirigió
a casa y la vieja regresó a la suya. Esta vieja tenía
una perrilla a la que obligó a ayunar dos días. Al tercero,
cuando estaba hambrienta, le dio de comer pan de mostaza. Al comerlo,
sus ojos derramaban lágrimas sin cesar por causa del amargor.
Entonces la vieja se dirigió con la perrilla a casa de la señora
a la que el joven amaba tanto. Al instante fue recibida por la señora
con todo miramiento, precisamente porque tenía reputación
de santa. Cuando ambas se hubieron sentado, la señora dirigió
su mirada a la perrilla, que no cesaba de llorar, y muy extrañada
preguntó por el motivo.
—¡Oh queridísima
señora!, respondió la vieja, no preguntes por qué
llora, pues tiene tanto dolor que difícilmente podría
decírtelo.
La señora, sin embargo, insistía
más y más para que se lo contase. Entonces la vieja dijo:
—Esta perrilla era mi hija,
muy casta y honesta, de la que un joven se enamoró vehementemente,
pero era tan casta que rechazó totalmente aquel amor. Por ese
amor no correspondido murió el joven, afligido de tanto dolor,
y por esa culpa Dios convirtió a mi hija en una perrilla, como
tú misma puedes ver.
Después de pronunciar estas
palabras, la vieja comenzó a llorar, diciendo:
—Cada vez que mi hija recuerda
que era una joven tan hermosa y ahora es una perrilla, no puede consolarse,
es más, incita a todos a llorar por su gran dolor.
Al escuchar este relato, la señora
pensaba para sí: «¡Ay de mí!, pues de un modo
semejante me ama un joven y está enfermo por culpa de mi amor».
Y contó a la vieja todo lo sucedido. La vieja, al oírlo,
dijo:
—¡Oh queridísima
señora!, no desprecies el amor del joven, no sea que tú
también te conviertas en una perrilla como mi hija, lo que supondría
un daño intolerable.
—¡Oh buena matrona!,
respondió la dama, dame un consejo adecuado para que no me convierta
en una perrilla.
—Envía rápidamente
a por ese joven y haz su voluntad sin dilación, dijo la vieja.
—Ruego a tu santidad que vayas
a su casa y lo traigas contigo, repuso a su vez la señora, pues
podría producirse un escándalo si otra persona fuese a
buscarlo.
—Estoy de acuerdo contigo;
con mucho gusto lo traeré, respondió la anciana.
Marchó y trajo consigo al
joven, el cual se acostó con la señora. Y de este modo,
la señora cometió adulterio por culpa de la vieja.
Moralización Queridísimos, este caballero es Cristo; la casta y bella esposa es el alma, limpia por el bautismo, a quien Dios concedió el libre arbitrio, que dejó a su voluntad cuando ascendió al Padre desde este mundo. Esta mujer, a saber, el alma, es invitada a un banquete cuantas veces se inclina a la concupiscencia carnal, pues vivir siempre en medio de delicias es un banquete para el hombre carnal. Al instante, un joven, esto es, la vanidad del mundo, la solicita con halagos por todos los medios a su alcance para que se una a él y, en caso de no acceder a sus deseos, se acerca a una vieja, es decir, al diablo, el cual la rodea intentando devorar su alma, esto es, le pide solícitamente con todo su poder de persuasión que consienta en el pecado. ¿Y cómo? Ciertamente le muestra una perrilla llorando. La perrilla es la esperanza de una larga vida y una confianza desmedida en la misericordia de Dios, de la que muchos abusan tanto que con frecuencia se cae en el pecado. [...]
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