MASTER EN LITERATURA COMPARADA EUROPEA

El cuento europeo y España

01.- Pedro Alfonso, el primer español autor de cuentos "europeo".

La disciplina clericalis en Europa

 

Cuento IX.- El Vendimiador

01.- GESTA ROMANORUM

CAP. 122.- SOBRE LAS MUJERES ADULTERAS Y LA CEGUERA DE ALGUNOS PRELADOS

Un caballero se dirigió a vendimiar su viña. Mientras tanto su esposa, que tenía un amante, pensando que su marido iba a tardar más tiempo en volver, mandó llamar al amante para que viniese rápidamente. En cuanto llegó el amante, se dirigió al dormitorio. Pero cuando ambos estaban en la cama, llegó el caballero, es decir, el marido, que se había herido en un ojo con un rastrojo de la viña y golpeó la puerta. Ella la abrió temblando, pero antes escondió al amante. El caballero, nada más entrar, dolorido como estaba por culpa de la herida del ojo, mandó que le prepararan la cama para acostarse. Entonces la esposa, con el fin de que no pudiera ver al amante, que se hallaba debajo de la cama, preguntó al marido:
—¿Por qué tienes tanta prisa en ir a la cama? Dime, ¿qué te ocurre?.
Después de que se lo hubo contado, ella respondió:
—Permíteme, señor, que asegure tu ojo sano con el arte de la medicina, no siendo que lo pierdas casualmente por la misma enfermedad. Y sosteniendo su cabeza, colocó un apósito sobre el ojo sano del marido como si se tratase de una medicina, al tiempo que hacía señas con la mano al amante para que se marchara. Una vez que se hubo marchado, dijo la esposa al marido:
—Ahora estoy segura de que no ocurrirá ningún mal a tu ojo sano; sube ya a la cama y descansa.

Moralización
Queridísimos, este caballero es el prelado que tiene la responsabilidad de custodiar a la Santa Iglesia y gobernar las ovejas a él confiadas. La esposa adúltera es el alma que a menudo se une al diablo por el pecado. El caballero recibe una herida en el ojo cada vez que un obispo de la Iglesia se ciega, pues está escrito, Sabiduría 6: «Los regalos ciegan los ojos de los jueces». Así pues, es necesario que entre en el dormitorio de la recta vida mediante la penitencia para, de esta manera, expulsar de sí toda avaricia y deseo desordenado. Entonces, debe llamar con decisión a la puerta de su corazón y al instante le abrirá su esposa, esto es, el alma, para que pueda recibir la gloria de Dios. Pero, ¡ay!, muchas veces por culpa de las carnales afecciones y condescendencias con el mundo se ofusca el ojo sano, es decir, el del corazón, con el que deberíamos contemplar a Dios, por las vanidades del mundo y las pasiones de la carne, hasta tal extremo que no podrá advertir el peligro que se cierne sobre sí mismo y sobre sus súbditos ni enmendarse por la penitencia. Procure cada uno, por tanto, dirigir los ojos de su mente a Dios para, de esta manera, poder rechazar la ceguera del pecado.

(AKAL, 04)