06.- Testimonios extranjeros
Varios viajeros dejaron manifiesto
en sus escritos su desagrado por la precariedad de la puesta en
escena de nuestro teatro y también su incomprensión
de algunos de sus elementos. Aquí tienes algunos ejemplos
6.1.- LOS VIAJES
POR ESPAÑA FRANCESES DE 1665 y 1670
REPRESENTACIONES EN LOS CORRALES
Los comediantes no representan con luces, sino con la luz
del día, privando así a la escena de cierta
ilusión y lucimiento. Los vestidos
de los actores no son ni suntuosos ni adaptados a los papeles. Una
comedia de argumento romano o griego se representaba con traje español.
Todas las que yo he visto se componen de solo
tres actos, que ellos llaman jornadas. Suelen darles principio
por un prólogo o loa en música, y cantan
tan mal que su armonía se parece a chillidos de niños.
Entre las jornadas intercalan algún entremés, algún
baile o algún sainete, que muchas veces es lo más
entretenido de la comedia. Por lo demás, el pueblo es tan
perdido por esta diversión que apenas puede un hombre hallar
asiento. Los más principales están tomados por temporada,
y esto prueba que la ociosidad reina
con exceso en esta tierra, ya que en el mismo París, donde
no se representa todos los días la comedia, no se nota en
el pueblo tanta ansia por asistir a ella [...]
Voyage d'Espagne (1665)
COMPAÑÍAS, CORRALES
Y ESCENOGRAFÍA
En cuanto a la Comedia, hay compañías
de comediantes en casi todas las ciudades, y mejores a proporción
que las nuestras, pero no hay compañías pagadas por
el Rey. Representan en un corral, adonde caen muchas casas particulares,
de suerte que las ventanas, que llaman rejas, porque las tienen,
no son propias de los comediantes, sino de los dueños de
las casas. Representan con la luz del día,
sin luces artificiales; y sus teatros no tienen
tan buenas decoraciones y mutaciones como los nuestros (exceptuando
el Buen Retiro, donde hay tres o cuatro salas diferentes, donde
se hacen comedias), pero tienen anfiteatros o gradas y patio[. .
. ]
Hay en Madrid dos sitios o salas que llaman Corrales, que nunca
se vacían de mercaderes y artesanos, que, desamparando sus
tiendas, concurren a ellas con su capa, espada y daga, y todos se
llaman caballeros, hasta los zapateros, y éstos son los que
deciden si la comedia es buena o mala; y a causa de que la silban
o aplauden, y de que están a uno y otro lado, en fila, como
en las salvas, son llamados Mosqueteros
de suerte que la fama y opinión de los poetas dependen de
ellos. Contáronme de uno de estos autores que fue a hablar
a uno de estos mosqueteros y le ofreció cien reales para
que celebrasen su comedia, a lo que el mosquetero respondió
con desdén "que allá se vería si era buena
o no"...
Hay algunos que ocupan asientos inmediatos
a las tablas, los cuales se conservan de padres
a hijos, como un mayorazgo, que ni puede venderse ni empeñarse.
Tanta pasión tienen por la comedia... Las mujeres están
todas juntas en el anfiteatro, en un extremo de él, adonde
los hombres no pueden llegar [...]
Journal du voyage d'Espagne
(1670)
LOS AUTOS SACRAMENTALES
Por la tarde, a las cinco, representaron Autos; éstos vienen
a ser unas comedias espirituales interpoladas con diversos entremeses,
harto estrafalarios, para sazonar y
alegrar la seriedad del drama. Las dos compañías de
comedias que hay en Madrid cierran en este día (el Corpus)
los teatros, y en un mes no hacen otra
cosa que representar éstas piezas devotas. Represéntanlos
en público, en unos tablados
que levantan en la calle. Todos los días tienen obligación
de ir a representar delante de la casa del presidente de uno de
los Consejos. Empiezan por Palacio, en cuya plazuela se erige un
tablado con un dosel, debajo del cual se sientan Sus Majestades.
El teatro o foro está al pie de estos catafalcos o tablados,
de modo que los comediantes representan de espaldas al público.
Alrededor del teatro colocan unas casillas pintadas, sobre ruedas,
donde se visten los cómicos, de donde salen y adonde se retiran
al fin de cada escena. Antes de dar principio los Autos, bailan
y saltan los danzantes de la procesión, y los gigantones
divierten al pueblo. En un Auto que vi representar en el Prado,
desde lejos, lo que más me admiró fue que en la calle,
y de día, usasen luces para estas representaciones, y que
en los teatros diarios y cerrados no se represente con luces, sino
con la claridad del sol...
Voyage d'Espagne (1665)
6.2.- LA CONDESA D'AULNOY Y SU VIAJE
POR ESPAÑA (1689-1690)
Marie Catherine Le Jumel de Berneville, condesa
d'Aulnoy
6.2.1.-[Primer contacto
con el teatro: una comedia provinciana en el País Vasco: no le
gustó nada]
CARTA 2ª
[...]Luego me aparté de
aquel extraño combate para entrar en el corral
donde la comedia había de representarse, y escuché
alrededor un gritó confuso de muchas voces que repetían:
«¡Mira, mira!»
El decorado no era muy brillante: el
escenario, formado por unas tablas desunidas y mal seguras, se alzaba
sobre unos toneles, y las ventanas, abiertas de par en par, dejaban
paso a la luz, pues allí no había ni antorchas ni
teas que aumentaran la ilusión del espectáculo. Se
representaba La vida de San Antonio, y cuando los cómicos
declamaban algo agradable para el público, éste repetía:
«¡Vítor, vítor!» Es la costumbre
aquí. El encargado de representar al diablo
iba vestido como los demás, y sólo se distinguía
de todos por llevar medias coloradas y cuernos en la frente. La
comedia tenía tres actos y en los intermedios
representaban bailes y sainetes, acompañados aquellos al
compás de arpas y guitarras, salpicados éstos de chistes,
algunas veces insubstanciales, del gracioso. Las cómicas
danzan con la cabeza cubierta con un
sombrerillo y tocan las castañuelas, y en la zarabanda, corren
velozmente. Su estilo no se parece poco ni mucho al francés.
Las bailadoras agitan los brazos y pasan con frecuencia la mano
por encima del sombrero y delante del rostro, con una gracia muy
singular y atractiva. Tocan las castañuelas primorosamente.
No imaginéis, mi querida prima, a esas cómicas de
que hablo inferiores a las de Madrid. Las que figuran en los espectáculos
que para el Rey se celebran son algo más elegantes, pero
en su mayoría, aun cuando intervienen en comedias famosas,
son algo ridículas. El público
también se muestra inconveniente
con frecuencia [...]
Es difícil dar una idea de la
pobreza de la maquinaria y de los teatros. Los dioses
aparecen a caballo sobre una viga que se tiende de un extremo a
otro del escenario. El sol se figura
por medio de una docena de faroles de papel de color con su luz
correspondiente cada uno. En la escena en que Alcino [el protagonista
de la obra que vio representar] invoca a los demonios,
salen éstos del infierno bajando con toda comodidad por una
escalera.
6.2.2.- [Elogio
español de la Comedia Nueva]
CARTA 8ª
[Opinión de un caballero
español] Después nos hizo entrar
[Pacheco] en una galería cubierta de libros alineados en
estantes de madera. En uno tenía reunidas las
colecciones completas de todas las comedias publicadas.
—Antiguamente —explicó—, las personas virtuosas
no querían asistir al teatro, donde sólo se veían
acciones contrarias a la modestia y sólo se oían discursos
opuestos a la libertad; ensalzaban el vicio y condenaban la virtud;
los cómicos avergonzaban a las personas decentes; los combates
ensangrentaban la escena; el más débil era siempre
oprimido por el más tirano, y con tal tolerancia se autorizaba
el crimen. Pero desde que Lope de Vega
trabajó felizmente para reformar el teatro español,
nada sucede ya en las comedias contrario a las buenas
costumbres. [Utilidad del gracioso:]
El criado, el confidente y el aldeano conservan su sencillez propia,
cuyos atractivos aumentan con su agradable y simple jovialidad,
y hallan manera de enterar a nuestros príncipes y hasta a
nuestros reyes de la ignorancia en que viven acerca de ciertos asuntos,
por no atreverse nadie a decirles verdades y a mostrarles defectos
que ostentan y perjuicios que ocasionan.
»Fue Lope —siguió explicando el caballero Pacheco—
el que prescribió las reglas
y enseñó a escribir comedias en tres
jornadas. Después del Príncipe de los Ingenios
han brillado los Montalbanes, Mendozas, Rojas, Alarcones, Vélez,
Mira de Amescua, Coellos, Villaizanes, hasta que al fin don Pedro
Calderón excedió en lo serio y en lo cómico
a cuantos le precedieran.
[Opinión de la condesa]
No pude contenerme, y dije a don Agustín
que yo había presenciado en Vitoria la representación
de una comedia bastante mala, y que
si me permitiera exponer mi juicio, condenaría en las tragedias
que representan las vidas de los santos, dignas de todo respeto,
ciertas bufonadas inútiles y necias,
poco decorosas en asuntos que merecen ser dignamente tratados. Me
respondió que descubría en cuanto yo le indicaba el
genio de mi país: que ningún francés aprueba
lo que hacen los españoles. Y, como este pensamiento le llevó
a reflexiones tristes y embarazosas, le aseguré que los franceses
no sentimos antipatía por nación alguna. Muy al contrario,
nos enorgullece ser siempre justos, aunque se trate de alabar a
nuestros enemigos, y que lo dicho respecto a la comedia que me había
desagradado no implicaba desdén para
todas, pues las muchas que yo no conocía pudieran
ser muy superiores a la que vi. Con estas razones le satisfice [...]
6.2.3.- [El
teatro cortesano: el Buen Retiro y el palacio del cardenal de Toledo]
CARTA 10ª
La sala donde se representan
las comedias es de una forma muy conveniente, de bastante capacidad
y está hermoseada con estatuas y bellas pinturas. Muy desahogadamente
pueden estar quince personas en cada uno de los aposentos,
todos los cuales tienen celosías.
En el destinado al Rey, éstas son doradas. No hay orquesta
ni anfiteatro, y el público se sienta en largos bancos.
CARTA 12
Ya de regreso en el palacio del cardenal, encontramos
levantado un teatro en una sala espaciosa,
donde había muchas damas a un lado y bastantes caballeros
al otro. Lo que me pareció singular es que un cortinaje de
damasco extendido en toda la longitud de la sala impedía
que los hombres y las mujeres se pudieran ver. Se nos aguardaba
para dar principio a la comedia de Pyramo y Thisbe
[podría referirse a la comedia burlesca Píramo
y Tisbe, los dos amantes más finos (1668), de Pedro
Rosete Niño, dramaturgo poco conocido en la actualidad; pero
no era una comedia "nueva", tenía más de
20 años]. Esta pieza era nueva y peor
que todas cuantas había visto ya en Madrid. Luego,
los comediantes danzaron bien y la
diversión no había concluido aún a las dos
de la madrugada.
Sirvieron un magnífico banquete en un salón donde
había varias mesas, y después de acomodar a las señoras,
el cardenal salió al encuentro de los caballeros, a los que
servían en otra habitación. Hubo música italiana
excelente, porque Su Eminencia había traído músicos
de Roma, a quienes pagaba con largueza. No pudimos retirarnos a
nuestros dormitorios hasta las seis de la mañana [...]
6.2.4.- [Corpus,
Autos sacramentales y fiesta de panaderos]
CARTA 11
En todos los balcones vense las celosías
reemplazadas por hermosas colgaduras y doseles. Toda la carrera
está cubierta con un toldo que libra de las molestias del
sol, y cuya tela se humedece para dar un poco de frescura. Las calles
están enarenadas, muy bien regadas y con tal abundancia de
flores que forman una verdadera e incomparable alfombra. Los altares
construidos en las plazas para poner la custodia en ciertos momentos
aparecen adornados con la más exquisita magnificencia.
Las mujeres no van en la procesión. El Rey [Carlos
II, tenía 19 años] estaba en ella con traje
de tafetán negro y brillante y bordado con sedas de color
azul y blanco. Las mangas eran de seda blanca bordadas de azul y
con azabaches, muy largas y abiertas en su parte inferior. Llevaba
el manto arrollado al brazo, y en el cuello una hermosa cadena de
piedras preciosas, de la cual pendía el Toisón de
Oro, cubierto de diamantes. Llevaba también hebillas de diamantes
en los zapatos y en las ligas; alrededor del sombrero, un grueso
cordón de las mismas piedras, que ofuscaban la luz del sol,
terminado en una escarapela que recogía el ala del sombrero,
con una perla del tamaño de una perita de San Juan, a la
que nombran la Peregrina: se dice ser la más preciada que
existe en Europa, no sólo por su tamaño, sino también
por su finura.
Toda la Corte, sin excepción, acompañaba al Santísimo
Sacramento, Los Consejos, confundidos, formaban filas sin atender
a categorías, y llevaba cada cual su cirio de cera blanca.
También el Rey llevaba un cirio y seguía de cerca
la peana donde iba el Santísimo Sacramento. La procesión
del Corpus en Madrid es, sin duda, la más
bella ceremonia que puede verse. Reparé que todos
los gentilhombres de cámara llevaban al costado una llave
de oro; es la del cuarto del Rey, en el cual pueden entrar cuando
quieren y tiene el tamaño de una llave de bodega. Vi muchos
caballeros de Malta con la cruz bordada sobre sus largos mantos
de tela de Holanda. Y a las dos de la madrugada la procesión
no había regresado aún a la iglesia. Cuando pasa por
delante del Palacio Real se disparan salvas y cohetes.
El Rey había ido a la iglesia de Santa Marín, que
no está lejos de Palacio, para incorporarse allí a
la procesión. Todas las damas, el día del Corpus,
se visten por primera vez con los trajes de verano, y esperan en
sus balcones, muy compuestas, rodeadas de cestillos con flores y
pomos de perfume que arrojan al paso de la procesión. Cuando
el Santísimo Sacramento ha entrado en la iglesia, después
de haber recorrido la villa, se apresuran todos a retirarse para
comer en sus casas y no faltar a las representaciones de los Autos
Sacramentales, que son tragedias escritas con asuntos piadosos,
y cuya ejecución ofrece rasgos muy característicos.
Se representan en el patio o en la calle del Presidente del Consejo
a quien corresponde. Asiste el Rey, y todas las personas de importancia
reciben invitación la víspera. Me sorprendió
extraordinariamente ver encendidas gran número de antorchas
mientras el sol cae a plomo sobre la cabeza de los comediantes y
funde la cera. Representaron el Auto más
insulso que vi en mi vida. He aquí el argumento:
Se han congregado los caballeros de Santiago. Aparece Cristo, y
les ruega que le admitan en su Orden. Varios de aquellos acceden,
pero los de más rancia estirpe manifiestan que no se debe
admitir a una persona de origen plebeyo, que su padre, San José,
fue un pobre carpintero, y su madre, la Virgen Santísima,
trabajó en la costura. Cristo aguarda con suma inquietud
la decisión, que resulta negativa. Pero, inmediatamente,
deciden instituir la Orden del Cristo, y todos quedan satisfechos.
Esta Orden es de Portugal. No es posible suponer un propósito
maléfico a esas representaciones, pues en esta corte preferirían
la muerte a una falta del respeto que se debe a la religión;
pero es así. [¡¡Con razón
no le gustó!!]
Las representaciones de los Autos se repiten durante un
mes. Tan cansada estoy de verlos,
que los evito cuanto puedo.
Se sirven muchos dulces y helados, que buena falta hacen por el
calor excesivo que se siente y por el polvo que ahoga. Me alegró
en extremo encontrar en el palacio del Presidente de Hacienda a
don Agustín Pacheco y a su esposa, de quien ya os he hablado.
Cuando acabó la fiesta fuimos de paseo al Prado a la francesa,
esto es, caballeros y señoras en el mismo carruaje. Don Federico
de Cardona estaba allí; tuvimos echadas las cortinillas mientras
hubo mucha gente, a causa de la joven española; pero como
nos quedamos hasta más tarde, el señor Nuncio y Federico
de Cardona, Embajador de Venecia, hicieron que su coche se acercara
al nuestro.
[Fiesta de los panaderos]
Conversábamos apaciblemente cuando vimos, de pronto, una
iluminación a lo largo del paseo, y aparecieron sesenta
Cardenales montados en mulas, con sus
manteos y birretes rojos. Precedían al Papa,
llevado en un estrado con alfombra bajo un dosel, sentado
en una poltrona, con la tiara y la llave de San Pedro sobre un almohadón.
Con el hisopo rociaba de agua de azahar
a todos los paseantes. Avanzó la cabalgata solemnemente.
Cuando llegaron al extremo del Prado, los Cardenales empezaron a
dar vueltas y a hacer contorsiones para alegrar a Su Santidad; los
unos arrojaban sus birretes por encima de los árboles, con
tal acierto que al caer se los encasquetaban. Otros, de pie sobre
la silla, lanzaban al trote sus mulas. Una muchedumbre popular les
rodeaba. Preguntamos al señor Nuncio la significación
de aquella mascarada, y nos dijo que no lo sabía, pero que
la broma le disgustaba. Averiguamos que celebraban su fiesta
los panaderos y que tenían costumbre de hacer todos
los años la misma ceremonia. Decidido estaba ya el Nuncio
a que sus acompañantes disolvieran a bastonazos aquel sacro
colegio de burlas, pero intervinimos en favor de aquellas pobres
gentes, cuya única intención era celebrar el día
de su Santo Patrón.
Condesa de Aulnoy: Viaje por
España (1679-1680) Ed. Iberia 1962
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