2.1.4.1.-POESÍA AMOROSA Y PERSONAL
1.-Suelta mi manso, mayoral
extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro;
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.
Ponle su esquila de labrado estaño,
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro,
que a las primeras yerbas cumple un año.
Si pides señas, tiene el vellocino
pardo encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.
Si piensas que no soy su dueño,
Alcino,
suelta, y verásle si a mi choza viene:
que aun tienen sal las manos de su dueño.
Rimas (1602), CLXXXIX
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Suelta mi manso, pastorcillo
estraño
pues otro tienes de tu ygual decoro.
Buelve la prenda que en el alma
adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.
Ponle la esquila
y su grosero paño,
no me la engañen tus collares
de oro.
Toma(r) en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas hace un año.
Si pides señas, tiene el vellocino
negro, encrespado y los oyuelos
tiene
como durmiendo en regalado sueño.
Si dudas que
yo soy su dueño indino,
suelta y verásle que a mi choça viene,
que aún tienen sal las manos de su dueño.
(Ms. 17556 Bibl. Nal., Poesías Barias y Recreaciones
de Buenos Ingenios, nº CLIII)
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2.- Querido manso mío,
que venistes
por sal mil veces junto aquella roca,
y en mi grosera mano vuestra boca
y vuestra lengua de clavel pusistes,
¿por qué montañas
ásperas subistes
que tal selvatiquez al alma os toca?
¿Qué furia os hizo condición tan loca
que la memoria y la razón perdistes?
Paced la anacardina, porque
os vuelva
de ese cruel y interesable sueño,
y no bebáis del agua del olvido.
Aquí está vuestra
vega, monte y selva;
yo soy vuestro pastor, y vos mi dueño;
vos mi ganado, y yo vuestro perdido.
Belardo el Furioso (1588) / Rimas
CLXXXVIII
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La Circe (1624)
. Canto II
Polifemo:
Querido manso mío, que criado
fuiste a blanca sal de vuestro dueño,
¿cómo el postrero sois de mi ganado,
cual suele el que es más débil y pequeño?
¿ Sentís, por dicha, el miserable estado
en que el griego furor, rendido al sueño,
puso quien os crió y amaba tanto?
Troquemos mi razón a vuestro llanto.
Agua me falta, ya lo veis, pues vierto,
en vez de tiernas lágrimas, un río
de humor sangriento, y que abrazar no acierto
vuestro cuerpo, que fue regalo mío.
Paréceme que estáis más crespo y yerto,
y que al campo salís con menos brío:
la esquila y el collar os han quitado
de piel de tigre y de metal dorado.
¡Qué lozano os vi yo por esta puerta,
de mi ganado capitán famoso,
el alba apenas cándida despierta,
barriendo flores por el valle umbroso!
Agora con el sol purpúreo abierta,
desmayado salís y perezoso;
que como no escucháis mi voz sonora,
en la noche que estoy no veis aurora.
¿Quién primero que vos por las orillas
destos arroyos los dejó afeitados
de blancas y doradas manzanillas
con el hocico y dientes afilados?
¿ Quién primero que vos las campanillas
rojas y azules de los verdes prados?
¿Quién los tomillos, retozando a saltos,
por los repechos de los montes altos?
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Odisea, IX, 447-58
«Carnero mío,
¿por qué me sales de la cueva el último
del rebaño? Antes jamás marchabas detrás
de las ovejas, sino que, a grandes pasos, llegabas el primero
a pastar las tiernas flores del prado y llegabas el primero
a las corrientes de los ríos y el primero deseabas
llegar al establo por la tarde. Sin duda echas de menos el
ojo de tu soberano, el que me ha cegado un hombre villano
con la ayuda de sus miserables compañeros»
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Pero Lope es un
hombre de fuertes contradicciones, y junto a estos exquisitos poemas
fue capaz de escribir, loco de celos, libelos muy duros contra Elena
Osorio y su familia, que le depararon un proceso por difamanción
y a consecuencia de él, dos años de destierro de Castilla
y ocho años de destierro de Madrid. Aquí tienes alguno
de ellos:
Los que algún
tiempo tuvistes
noticia del Lavapiés,
de hoy más sabed que su calle
no lava, que sucia es;
que en ella hay tres damas [Ana Velázquez
y Juana de Ribera]
que, a ser cuatro como tres,
pudieran tales columnas
hacer un burdel francés.[…]
Es puta
de dos y cuatro,
y a mí me dijo un inglés
que la vio sus blancas piernas
por dos varas delantés…
A cuantos piden su cuerpo
se lo da por interés:
hizo profesión de puta;
¡ved qué convento de Uclés!
Una dama se vende a quien la quiera.
En almoneda está. ¿Quieren compralla?
Su padre es quien la vende, que aunque
calla,
su madre la sirvió de pregonera.
Treinta ducados pide y saya entera [Unos
800 €]
de tafetán, piñuela o anafalla,
y la mitad del precio no se halla
por ser el tiempo estéril en manera.
Mas un galán
llegó con diez canciones, [Lope]
cinco sonetos y un gentil cabrito,
y aqueste respondió que es buena paga.
Mas un fraile la dio treinta doblones, [Granvela]
y aqueste la llevó. Sea Dios bendito;
muy buen provecho y buena pro-le haga.
Puedes leer la historia tormentosa
de estos amores en el estudio de Entrambasaguas: "Los Famosos
Libelos contra unos cómicos de Lope de Vega" en el siguiente
enlace
http://www.cervantesvirtual.com/obra/estudios-sobre-lope-de-vega-tomo-tercero--0/
Casi 40 años después,
sin embargo, recordaba Lope obsesivamente un bofetón que
dio a Elena Osorio
Rimas humanas y divinas del licenciado
Tomé de Burguillos (1624)
67.- Quejósele una dama de un bofetón
que le había dado su galán
Para que no compréis artificiales
rosas, señora Filis, Fabio os puso
las naturales, si el calor infuso
las puede conservar por naturales.
Ya que no os da regalos, da señales
de que os los ha de dar, galán al uso,
puesto que en la venganza estoy confuso,
viendo perlas en vos sobre corales.
Herir al sol en medio de su esfera,
cruel temeridad; matad a Fabio,
¡mas ay que vuestros brazos Fabio espera!
Y si amistades son el desagravio,
tantos celos me dais, que más quisiera
vengar las amistades que el agravio.
[El poema recuerda un poema de
Ovidio: Amores (canto I, VII). Puedes ver un estudio sobre
el tema en el siguiente enlace:
https://cvc.cervantes.es/literatura/criticon/PDF/065/065_057.pdf
OTRO SONETO PASTORIL DE LOPE, PERO A LO DIVINO
Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
Tú que hiciste cayado de ese leño,
en que tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir te empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, pastor, pues por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres.
Espera, pues, y escucha mis cuidados;
pero ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?