3.2.3.-Desengaños:
Introducción.- Hombres culpables
Mucho se alegró su madre
con la fiesta que quería hacer Lisis. Concedida facultad
para ordenarlo, se dispuso de esta suerte: en primer lugar,
que habían de ser las damas las
que novelasen (y en esto acertó con la
opinión de los hombres, pues siempre tienen a las mujeres
por noveleras); y en segundo, que los que refiriesen
fuesen casos verdaderos, y que
tuviesen nombre de desengaño
(en esto no sé si los satisfizo, porque como ellos procuran
siempre engañarlas, sienten mucho se desengañen).
Fue la pretensión de Lisis en esto volver
por la fama de las mujeres (tan postrada y abatida por su mal
juicio, que apenas hay quien hable bien de ellas). Y
como son los hombres los que lo presiden en todo, jamás
cuentan los malos pagos que dan, sino lo que les dan; y si bien
lo miran, ellos cometen la culpa, y ellas
siguen tras su opinión, pensando que aciertan;
que lo cierto es que no hubiera malas
mujeres si no hubiera malos hombres. No hablo con los
que no lo fueren, de que la misma manera que a la mujer falsa,
inconstante, liviana y sin reputación no se le ha de
dar nombre de mujer, sino de bestia fiera, así el hombre
cuerdo, bien intencionado, y que sabe en los mismos vicios aprovecharse
de la virtud y nobleza a que está obligado, no será
comprehendido en mi reprehensión; mas hablo
de los que, olvidados de sus obligaciones, hacen diferente de
lo que es justo; estos tales no
serán hombres, sino monstruos; y si todos lo son,
con todos hablo, advirtiendo que de las mujeres que hablaré
en este libro no son de las comunes, y que tienen por oficio
y granjería el serlo, que ésas pasan por sabandijas,
sino de las no merecedoras de desdichados sucesos.