3.2.2.- Novela 8ª:
"El imposible vencido".- Menosprecio
de los hombres a las mujeres
¡Ay, hombres
engañosos, y qué desdichada es la que os
cree! Si os despedimos, a la vergüenza
llamáis crueldad, al recato desdén, a la honestidad
ingratitud, y a los pensamientos honrados, desvíos. Pues
si os admitimos, no os fundáis
sino en engaños, no os abroqueláis sino de fingimientos,
ni nos rendís sino con mentiras. Si
nos rendimos y negándonos a nosotras mismas os
ponemos en posesión, luego desestimáis y entibiáis
el gusto, pensáis desabrimientos, y nos tratáis
con despegos. Si estáis celosos, injuriáis; si
cansados, ofendéis; si aborrecidos, dais pesares; y,
finalmente, si os veis queridos, vivís descuidados. Y
cuando ya queréis sacudir la cerviz del yugo, cerrando
los ojos a todas las obligaciones, luego halláis testimonios
con que pagáis cuanto por vosotros habemos hecho. ¡Y
que seamos tan necias que no
tomemos exemplo unas de otras, y nos aventuremos al mismo
peligro que hemos visto padecer a la parienta o amiga! Y luego,
por cubrir vuestras faltas, os quexáis de nuestra inconstancia,
os ofendéis de nuestra firmeza, llamando perseguiros
a lo que es amaros; cansaros a lo que es estimaros; y nuestra
puntualidad, ofensas. ¿Quién pensara, don Rodrigo
ingrato, que en tan tiernos años, en tanta nobleza, y
en tanto recato como vivo, habías de ser tú el
motivo, no sólo de mi tormento, sino del conocimiento
de las falsedades de los hombres? Amantes
olvidáis, maridos aborrecéis, queridos agraviáis,
y en fin, a la menor niñería no sólo hacéis
suerte en la honra, sino en la vida. ¿En qué ofendió
Dafne a Apolo, que en lugar de llamarla honesta y recatada la
llamó ingrata y desconocida? ¿En qué Elisa
Dido a Eneas, que por amante firme la dio nombre de pesada y
enfadosa, dándole motivo con su huída a darse
la muerte?