Literatura Española del Siglo XVII

06.- NOVELA CORTA

Cornelis de Vos (1585-1651)

3.- María de Zayas

3.2.- Un feminismo conservador:
3.2.1.- Novela 5ª: "La fuerza del amor".- Igualdad de la mujer y el hombre

[...] Con esos pensamientos, no hacía sino llorar, y, hablando consigo misma, decía, asidas sus manos una con otra:
-¡Desdichada de ti, Laura, y cómo fueras más venturosa, si como le costó tu nacimiento la vida a tu madre, fuera también la tuya sacrificio de la muerte! ¡Oh amor enemigo mortal de las gentes, y qué de males han venido por ti al mundo, y más a las mujeres, que como en todo somos las más perdidosas y las más fáciles de engañar, parece que solo contra ellas tienes el poder, o por mejor decir, el enojo! No sé para qué el cielo me crió hermosa, noble y rica, si todo había de tener tan poco valor contra la desdicha, sin que tantos dotes de naturaleza y fortuna me quitasen la mala estrella en que nací. O, ya que lo soy, ¿para qué me guarda la vida? pues tenerla un desdichado más es agravio que ventura. ¿A quién contaré mis penas que me las remedie? ¿Quién oirá mis quejas que se enternezca?¿Quién verá mis lágrimas que me las enjugue? Nadie por cierto, pues mi padre y hermanos, por no oírlas me han desamparado, y hasta el cielo, consuelo de los afligidos, se hace sordo por no dármele. ¡Ay don Diego, y quién pensara...! mas sí debiera pensar, si mirara que eres hombre, cuyos engaños quitan el poder a los mismos demonios, y hacen ellos lo que los ministros de maldades dejan de hacer. ¿Dónde se hallará un hombre verdadero?¿En cual dura la voluntad un día, y más si se ven queridos? que parece que al paso que conocen el amor, crece su libertad y aborrecimiento. ¡Mal haya la mujer que en ellos cree, pues al cabo hallará el pago de su amor, como yo le hallo! ¿Quién es la necia que desea casarse, viendo tantos y tan lastimosos ejemplos?, pues la que más piensa que acierta, más yerra. ¿Cómo es mi ánimo tan poco, mi valor tan afeminado, y mi cobardía tanta, que no quitó la vida, no solo a la enemiga de mi sosiego, sino al ingrato que me trata con tanto rigor? ¡Mas, ay, que tengo amor, y en lo uno temo perderle, y en lo otro enojarle! ¿Por qué, vanos legisladores del mundo, atáis nuestras manos para las venganzas, imposibilitando nuestras fuerzas con vuestras falsas opiniones, pues nos negáis letras y armas?¿El alma no es la misma que la de los hombres? Pues si ella es la que da valor al cuerpo, ¿quién obliga a los nuestros a tanta cobardía? Yo aseguro que si entendierais que también había en nosotras valor y fortaleza, no os burlarais como os burláis; y así, por tenernos sujetas desde que nacemos vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con los temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas, y por libros almohadillas. ¡Mas triste de mí! ¿de qué me sirven estos pensamientos, pues ya no sirven para remediar cosas tan sin remedio?