Literatura Española del Siglo XVII

06.- NOVELA CORTA

1.- Preceptiva:

Francisco de Lugo y Dávila: Teatro popular (1622)

Proemio al lector.

Declárase el intento con que se ha escrito este libro.

Según están depravados los ánimos de los hombres, inclinados a las cosas terrenas, vemos cumplida la profecía de S. Pablo, en la segunda Epístola escrita á Timoteo, capítulo cuarto: «porque ya apartan los oídos de la verdad y se convierten a las fábulas», y Santo Tomás: «No quieren oír lo útil, sino lo curioso». Antiguamente, la rudeza de los ingenios de aquellos primitivos hombres que habitaron la tierra después del diluvio, obligó á los sabios á dar principio á las fábulas y á esta causa, dice Gelio, en su libro segundo, era costumbre de los filósofos, para atraer á sí los ánimos rebeldes, usar de blanduras artificiosas; y, como enseña Anonimio, en sus Semejanzas, de la manera que Demócrates médico, para curar una mujer, que rehusaba cualquier medicamento, áspero al gusto, la dio a beber leche de cabras que habían pacido lantiscos, así a aquellos que huyen y aborrecen los preceptos de la filosofía se les proponen fábulas_amenas; pero lo que en la antigüedad enseñó la rudeza, enseña hoy la milicia, que, según Cornelio (sobre el lugar citado de San Pablo), no buscan para sí los hombres Maestros que muerdan con las palabras y corten a raíz los vicios, sino que los halaguen.
Maña y blandura es menester para que se apetezcan hoy los preceptos de la filosofía moral, tan provechosa medicina, para curarse los afectos y pasiones del ánimo desengañando al pueblo y representándole sus errores; que no es otra cosa una república, que un teatro donde siempre están representaudo admirables sucesos, útiles los unos para seguirlos, útiles los otros para huirlos y aborrecerlos. Esta causa (lector) me dio ánimo de poner a tus ojos la representación popular de este teatro, valiéndome para acertar de las reglas y doctrina de Santo Tomás (Epist. I, ad Timo., capítulo 4, lib. 2), cuyas palabras incluyen, a mi juicio, todo lo esencial y curioso de esta materia. «La fábula (dice) según el filósofo, es compuesta de lo admirable, y fueron inventadas al principio, como dice el filósofo en su Poética, porque la intención de los hombres era inducir y mover para adquirir las virtudes y evitar los vicios»; y da la causa de su utilidad, diciendo: «Con las simples representaciones mejor se inducen y mueven que con las razones; de donde en lo admirable, bien representado, se ve la delectación; porque la razón se deleita en la comparación» (y da el ejemplo).
«De la manera que la delectación en los hechos es delectable, así en la representación con las palabras, y esto es la fábula: conviene á saber, dicho aquello que se representa, y la representación que mueve a alguna cosa; por lo cual los antiguos tenían fábulas acomodadas con algunos casos verdaderos, que en las fábulas ocultaban la verdad» (y añade): «Dos cosas, en conclusión, ha de tener la fábula: esto es, que contenga en sí verdadero sentido y que represente algo útil y que conmueva aquello con la verdad». Y declárase de todo punto con estas palabras: «Si se propone fábula que no puede representar alguna verdad, es sin sustancia y frustratoria, y la que no representa propiamente, es inadvertida y necia». Estos son los rumbos, esta la carta con que me atreví a navegar el insconstante golfo del pueblo. Preceptos, no con autores profanos autorizados, sino por un Doctor Angélico; cuyos avisos y reglas he procurado guardar en este volumen, donde (a mi ver) las representaciones son verosímiles y próximas á la verdad y algunas de ellas verdades, y éstas, nacidas de lo admirable elegido a tu aprovechamiento, y deseando inducirte y moverte a desterrar el vicio y amar la virtud.
Cuanto al adorno, he procurado romper la lengua en varias frases; ejecutando cuanto abraza la Retórica y Oratoria, los Tropos, las Figuras, así de las sentencias como de las palabras, con la variedad de estilos que enseñan Cicerón, Quintiliano y los demás autores.
Espero tu censura, no dictada de la malicia, sino de la corrección sabia; y, agradándote este trabajo en que represento lo común del pueblo, te ofrezco en otro lo superior, con la imitación trágica, esto se entiende según Aristóteles, las acciones graves do los Príncipes dignos del coturno de Sófocles (como dijo Virgilio), ofreciendo cifrarte un verdadero y cristiano político, desengañado, prudente y sabio, que, de acuerdo, no hallarás en este volumen citados a Cornelio Tácito, Justo Lipsio y otros; no por no haberlos visto con asiduo cuidado, mas por lograr en más propia ocasión lo mucho bueno que tengo advertido en ellos así como en otros autores.

VALE