Literatura Española del Siglo XVII
05.- NOVELA PICARESCA
AL-HAMADANI (h. 968-1008).- Maqamat
(h.982) Refiere Isà ibn Hisam: Por el sustento usa de cualquier
industria, La enseñanza de estos versos y el espíritu de la anécdota son prepicarescos. Puedes comparar este texto con la versión que se lee en la novela picaresca Vida del escudero Marcos de Obregón (1618), que te copio a continuación, y que añade un chiste final: Fuime a mi posada, o a la del mesón del Potro, y púseme a comer lo que yo pude, que era día de pescado: en sentándome a la mesa, llegose cerca de mí un gran marchante, que los hay en Córdoba muy finos, que debía ser vagamundo, y me oyó hablar en la Iglesia mayor, o el diablo hablaba en él, y díjome: "Señor soldado, bien pensará vuesa merced que no le han conocido, pues sepa que está su fama por acá esparcida muchos días ha". Yo soy un poco vano, y no poco: creímelo, y le dije: "Vuesa merced ¿conóceme?" Y él me respondió: "De nombre y fama muchos días ha", y diciendo esto sentose junto a mí, y me dijo: "Vuesa merced se llama N. y es gran latino, poeta y músico": desvanecime mucho y convidélo si quería comer: él no se hizo de rogar y echó mano de un par de huevos y unos peces y comiolos; yo pedí más, y él dijo: "Señora huéspeda (porque no posaba en aquella posada) no sabe vuesa merced lo que tiene en su casa; sepa que es el mas hábil mozo que hay en toda la Andalucía": a mí diome más vanidad, y yo a él más comida, y dijo: "Como en esta ciudad se crían siempre tan buenos ingenios, tienen noticia de todos los que hay buenos en toda esta comarca. ¿Vuesa merced no bebe vino?" "No señor", respondí yo. "Hace mal, dijo él, porque es ya un hombrecito, y para caminos y ventas, donde suele haber malas aguas, importa beber vino, fuera de ir vuesa merced a Salamanca, tierra frigidísima, donde un jarro de agua suele corromper a un hombre: el vino templado con agua da esfuerzo al corazón, color al rostro, quita la melancolía, alivia en el camino, da coraje al más cobarde, templa al hígado, y hace olvidar todos los pesares": tanto me dijo del vino, que me hizo traer de lo fino media azumbre, que él bebiese, que yo no me atreví. Bebió el buen hombre, y tornó a mis alabanzas, y yo a oírlas de muy buena voluntad, y al sabor de ellas a traer más comida, tornó a beber y a convidar a otros tan desengañados como él diciendo que yo era un Alejandro, y mirando hacía mí, dijo: "No me harto de ver a vuesa merced, que vuesa merced es N. Aquí está un hidalgo, tan amigo de hombres de ingenio, que dará por ver en su casa a vuesa merced doscientos ducados". Ya yo no cabía en mí
de hinchado con tantas alabanzas, y acabando de comer, le pregunté
quién era aquel caballero. Él dijo: "Vamos a su
casa, que quiero poner a vuesa merced con él". Fuimos,
y siguiéndole aquellos amigos suyos, y del vino, y yendo por
el barrio de San Pedro, topamos en una casa grande un hombre ciego,
que parecía hombre principal, y riéndose el bellacón,
me dijo: "Este es el hidalgo que dará doscientos ducados
por ver a vuesa merced". Yo corrido de la burla le dije: "Y
aun por veros a vos en la horca los diera yo de muy buena gana".
Ellos se fueron y yo quedé muy colérico y medio afrentado
con la burla, aunque dijo verdad, que el ciego bien diera por verme
cuanto tenia. Esta fué la primera baza de mis
desengaños, y el principio de conocer que no
se ha de fiar nadie de palabras lisonjeras, que traen el castigo al
pie de la obra. Libro 1, descanso IX |