Durmió,
y recuerda al fin cuando las aves,
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esquilas dulces de sonora
pluma, |
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señas dieron süaves
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del Alba al Sol, que el
pabellón de espuma |
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dejó, y en su carroza |
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rayó el verde obelisco
de la choza. |
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[BODAS]
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Bajaba entre sí el
joven admirando |
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armado
a Pan, o semicapro
a Marte, |
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en el pastor mentidos, que
con arte |
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culto principio dio al discurso,
cuando |
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rémora de sus pasos
fue su oído, |
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dulcemente impedido |
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de canoro instrumento, que
pulsado |
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era de una serrana junto
a un tronco, |
240 |
sobre un arroyo de quejarse
ronco, |
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mudo sus ondas, cuando no
enfrenado. |
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Otra con ella montaraz zagala
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juntaba el cristal líquido
al humano |
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por el arcaduz bello de
una mano |
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que al uno menosprecia,
al otro iguala. |
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Del verde margen otra las mejores
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rosas traslada y lilios
al cabello, |
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o por lo matizado o por
lo bello, |
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si Aurora
no con rayos, Sol
con flores. |
250 |
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Negras pizarras entre blancos
dedos |
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ingenïosa hiere otra,
que dudo |
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que aun los peñascos
la escucharan quedos. |
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Al son pues deste rudo |
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sonoroso instrumento, |
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lasciva el movimiento, |
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mas los ojos honesta, |
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altera
otra bailando la floresta. |
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Tantas al fin el arroyuelo,
y tantas
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montañesas da el
prado, que dirías |
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ser menos las que verdes
Hamadrías |
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abortaron las plantas: |
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inundación
hermosa |
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que la montaña hizo
populosa |
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de sus aldeas todas |
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a pastorales bodas. |
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De una encina embebido
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en lo cóncavo, el
joven mantenía |
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la vista de hermosura, y
el oído |
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de métrica armonía.
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El Sileno buscaba |
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de aquellas que la sierra
dio Bacantes, |
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ya que Ninfas las niega
ser errantes |
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el hombro sin aljaba, |
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o si del Termodonte, |
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émulo el arroyuelo
desatado |
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de aquel fragoso monte, |
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escuadrón de Amazonas
desarmado |
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tremola en sus riberas |
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pacíficas banderas.
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280
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[BODEGÓN, 54 versos]
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Vulgo lascivo erraba
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al voto del mancebo, |
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el yugo de ambos sexos sacudido, |
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al tiempo que, de flores impedido |
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el que ya serenaba |
285 |
la región de su frente
rayo nuevo, |
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purpúrea terneruela,
conducida |
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de su madre, no menos enramada, |
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entre albogues se ofrece, acompañada |
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de juventud florida. |
290 |
Veronés:
Rapto de Europa (Venecia, h. 1580) |
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Cuál dellos las pendientes
sumas graves
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de negras baja, de crestadas
aves, |
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cuyo lascivo esposo vigilante |
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doméstico es del Sol nuncio
canoro, |
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y—de coral barbado—
no de oro |
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ciñe, sino de púrpura,
turbante. |
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Quién la cerviz oprime |
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con la manchada copia |
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de los cabritos
más retozadores, |
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tan golosos, que gime |
300 |
el que menos peinar puede las
flores |
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de su guirnalda propia. |
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No el sitio, no, fragoso,
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no el torcido taladro de la tierra, |
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privilegió en la sierra
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305 |
la paz del conejuelo
temeroso: |
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trofeo ya su número es
a un hombro, |
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si carga no y asombro. |
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Tú, ave
peregrina, |
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arrogante esplendor —ya
que no bello— |
310 |
del último Occidente: |
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penda el rugoso nácar de
tu frente |
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sobre el crespo zafiro de tu cuello, |
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que Himeneo a sus mesas te destina.
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Sobre dos hombros larga vara ostenta
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en cien
aves cien picos de rubíes, |
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tafiletes calzadas carmesíes, |
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emulación y afrenta |
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aun de los Berberiscos, |
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en la inculta región de
aquellos riscos. |
320 |
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Lo que lloró la Aurora |
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—si es néctar lo
que llora—, |
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y antes que el Sol enjuga |
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la abeja que madruga |
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a libar flores y a chupar cristales, |
325 |
en celdas de oro líquido,
en panales |
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la orza contenía |
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que un montañés
traía. |
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No excedía la oreja
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el pululante ramo |
330 |
del ternezuelo gamo, |
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que mal llevar se deja |
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y con razón: que el tálamo
desdeña |
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la sombra aun de lisonja tan pequeña. |
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El arco del camino, pues, torcido,
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—que habían con trabajo |
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por la fragosa
cuerda del atajo |
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las
gallardas serranas desmentido—, |
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de la cansada juventud vencido, |
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—los fuertes hombros con
las cargas graves, |
340 |
treguas hechas suaves— |
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sueño le ofrece a quien
buscó descanso |
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el ya sañudo arroyo, ahora
manso: |
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merced de la hermosura que ha
hospedado, |
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efectos, si no dulces, del concento
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345 |
que, en las
lucientes de marfil clavijas, |
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las duras cuerdas de las negras
guijas |
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hicieron a su curso acelerado, |
|
en cuanto a su furor perdonó
el viento. |
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[DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS,
137 VERSOS] |
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[BODAS] |
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[Día 3º] |
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Recordó al Sol no de su
espuma cana |
705 |
la dulce de las aves armonía,
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sino los dos topacios que batía,
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orientales aldabas, Himeneo. |
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«Ven, Himeneo,
ven donde te espera,
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con ojos y sin alas, un Cupido |
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cuyo cabello intonso dulcemente
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niega el vello que el vulto ha
colorido: |
770 |
el vello, flores de su primavera,
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y rayos el cabello de su frente. |
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Niño amó la que
adora adolescente, |
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villana Psiques, ninfa labradora
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de la tostada Ceres. Ésta
ahora, |
775 |
en los inciertos de su edad segunda
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crepúsculos, vincule tu
coyunda |
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a su ardiente deseo. |
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Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
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CORO II
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«Ven, Himeneo,
donde entre arreboles |
780 |
de honesto rosicler, previene
el día, |
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aurora de sus ojos soberanos, |
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virgen tan bella, que hacer podría
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tórrida la Noruega con
dos soles, |
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y blanca la Etïopia con dos
manos. |
785 |
Claveles del abril, rubíes
tempranos, |
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cuantos engasta el oro del cabello,
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cuantas (del uno ya y del otro
cuello |
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cadenas) la concordia engarza
rosas, |
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de sus mejillas siempre vergonzosas
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790 |
purpúreo son trofeo. |
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Ven, Himeneo, ven; ven, Himeneo.»
[4 estancias más] |
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