CRISTÓBAL DE MESA (1562-1633)
Teatro, Capitolio, Coliseo,
colunas, arcos, mármoles, medallas,
estatuas, obeliscos y murallas,
do vencieron las obras al deseo;
templos, carros triunfales, gran trofeo
de reinos, de vitorias, de batallas,
colosos, epitafios, antiguallas
de los sepulcros que desiertos veo;
pirámides, pinturas, termas,
baños,
reliquias y rüinas de la pompa
del edificio de la antigua Roma.
Si puede tanto el curso de los
años,
podrá ser que también el tiempo
rompa
mi mal, pues toda cosa acaba y doma.
DON FRANCISCO DE BORJA, Príncipe
de Esquilache (1577-1658)
A SEVILLA LA VIEJA
Destos campos, que visten rubias mieses,
Itálica es aquel, éste
sus muros,
que entre el arado vil no están seguros
de la violenta mano de los meses.
La que de aceros, flechas y paveses
ceñidos vio sus homenajes duros
aún hoy del Betis los cristales puros
ni la respetan mansos ni corteses.
Deshecha yace en dudas y opiniones
si fue otro tiempo Itálica gloriosa,
que honraron tantos triunfos y blasones.
¡Oh fuerza de los años
poderosa!
Pues muros y arcos en olvido pones,
¿qué harás de Silvia solamente hermosa?
FRANCISCO DE RIOJA (1583?-1659)
A ITÁLICA
Estas ya, de la edad, canas
rüinas,
que aparecen en puntas desiguales,
fueron anfiteatro y son señales
apenas de sus fábricas divinas.
¡Oh, a cuán mísero fin, tiempo,
destinas
obras que nos parecen inmortales!
Y ¿temo? y ¿no presumo que mis males
así a igual fenecer los encaminas?
Este barro, que llama
endureciera
y blanco polvo humedecido atara,
¡cuánto admiró y pisó número
humano!
Y ya el fasto y la pompa lisonjera
de pesadumbre tan ilustre y rara
cubre hierba y silencio y horror vano.
RODRIGO CARO (1573–1647)
CANCIÓN A LAS RUINAS DE
ITÁLICA
Estos, Fabio ¡ay dolor!
que ves ahora
campos de soledad, mustio collado,
fueron un tiempo Itálica famosa.
Aquí de Cipïón la vencedora
colonia fue. Por tierra derribado
yace el temido honor de la espantosa
muralla, y lastimosa
reliquia es solamente.
De su invencible gente
solo quedan memorias funerales,
donde erraron ya sombras de alto ejemplo.
Este llano fue plaza; allí fue templo;
de todo apenas quedan las señales.
Del gimnasio y las termas regaladas
leves vuelan cenizas desdichadas;
las torres que desprecio al aire fueron
a su gran pesadumbre se rindieron.
Este despedazado anfiteatro,
ímpio honor de los dioses, cuya afrenta
publica el amarillo jaramago,
ya reducido a trágico teatro,
¡oh fábula del tiempo! representa
cuánta fue su grandeza y es
su estrago.
¿Cómo en el cerco vago
de su desierta arena
el gran pueblo no suena?
¿Dónde, pues fieras hay, está el desnudo
luchador? ¿Dónde está el atleta fuerte?
Todo despareció: cambió
la suerte
voces alegres en silencio mudo;
mas aun el tiempo da en estos despojos
espectáculos fieros a los ojos,
y miran tan confuso lo presente
que voces de dolor el alma siente.
Aquí
nació aquel rayo de la guerra,
gran padre de la patria, honor de España,
pío, felice, triunfador Trajano,
ante quien muda se postró la tierra
que ve del sol la cuna y la que baña
el mar, también vencido, gaditano.
Aquí de Elio Adriano,
de Teodosio divino,
de Silio peregrino
rodaron de marfil y oro las cunas.
Aquí ya de laurel, ya de jazmines
coronados los vieron los jardines
que ahora son zarzales y lagunas.
La casa para el César fabricada
¡ay! yace de lagartos vil morada.
Casas, jardines, césares murieron,
y aun las piedras que de ellos se escribieron.
Fabio, si tú no lloras,
pon atenta
la vista en luengas calles destruidas,
mira mármoles y arcos destrozados,
mira estatuas soberbias que violenta
Némesis derribó, yacer tendidas,
y ya en alto silencio sepultados
sus dueños celebrados.
Así a Troya figuro,
así a su antiguo muro,
y a ti, Roma, a quien queda el nombre
apenas,
¡oh patria de los dioses y los reyes!
Y a tí, a quien no valieron justas leyes,
fábrica de Minerva, sabia Atenas,
emulación ayer de las edades,
hoy cenizas, hoy vastas soledades:
que no os respetó el hado, no la muerte,
¡ay! ni por sabia a ti, ni a ti por fuerte.
Mas ¿para qué la
mente se derrama
en buscar al dolor nuevo argumento?
Basta ejemplo menor, basta el presente:
que aun se ve el humo aquí, se ve la llama,
aun se oyen llantos hoy, hoy ronco acento.
Tal genio o religión fuerza la mente
de la vecina gente,
que refiere admirada
que en la noche callada
una voz triste se oye que llorando
"Cayó Itálica", dice; y lastimosa,
Eco reclama "Itálica" en la hojosa
selva que se le opone, resonando
"Itálica", y el claro nombre oído
de Itálica, renuevan el gemido
mil sombras nobles en su gran rüina;
¡Tanto aun la plebe a sentimiento inclina!
Esta corta piedad que, agradecido
huésped, a tus sagrados manes debo,
les dó y consagro, Itálica famosa.
Tú (si lloroso don han admitido
las ingratas cenizas de que llevo
dulce noticia asaz, si lastimosa)
permíteme, piadosa
usura a tierno llanto,
que vea el cuerpo santo
de Geroncio, tu mártir y prelado.
Muestra de su sepulcro algunas señas
y cavaré con lágrimas las peñas
que ocultan su sarcófago sagrado.
Pero mal pido el único consuelo
de todo el bien que airado quitó el cielo.
¡Goza en las tuyas sus reliquias bellas
para envidia del mundo y sus estrellas!